Qué es Más Grave en México; ¿Inseguridad o Carencia de Agua?
Aunque hace décadas que se conoce de la gravedad del problema, la crisis hídrica se agudizó en México, a tal grado que la población no duda en señalar que, fuera del tema de la inseguridad que angustia a las familias, nada es más grave que carecer de agua potable.
Francisco Ortiz Pinchetti, quien ha sido cronista de la transición política mexicana a lo largo de más de cuarenta años, devela las mentiras en torno al tema del agua:
El suministro actual representa una disminución de 40.8 por ciento –casi la mitad–con relación a lo que se recibía en enero de 2020. El gobierno capitalino tiene las alarmas encendidas, pero por obvias razones electorales, trata de minimizar el problema mediante engaños y mentiras.
El propio titular del Sistema de Aguas de Ciudad de México (Sacmex), Rafael Carmona, dio a conocer que en la primera quincena de enero el Sistema Cutzamala dejó de recibir 800 mil litros por segundo y, eso luego de que en noviembre se tuviera también una reducción de tres mil litros por segundo.
Nada hicieron contra la grave pérdida de un 40 por ciento del caudal debido a las fugas crecientes en la vieja red de distribución de 13 mil kilómetros de longitud, gran parte de ella con más de 50 años de antigüedad. Además, el agua potable en la Ciudad de México se distribuye a través de tuberías de asbesto, un material reconocido como cancerígeno por la Organización Mundial de la Salud.
Hace décadas que se conoce ese problema. Los sucesivos jefes de Gobierno perredistas Andrés Manuel López Obrador (2000-2005), Marcelo Ebrard Casaubón (2006-2012) y Miguel Ángel Mancera (2012-2018) prometieron atenderlo de manera prioritaria y canalizar grandes recursos a un programa de sustitución de tuberías en las alcaldías centrales de la capital. Fue mentira.
Claudia Shainbaum Pardo hizo un anuncio similar al inicio de su mandato, en 2018. Tampoco cumplió. Acaso se preocupó por llevar agua a los sedientos habitantes de Iztapalapa, su principal reserva electoral.
Tampoco se implementó algún programa de construcción de pozos de absorción para restaurar en alguna medida el agotado acuífero de la cuenca del Valle de México y evitar mayores hundimientos y riesgos sísmicos. No se promovió la captación de agua de lluvia mediante métodos probadamente eficaces ni se invirtió en plantas de tratamiento de aguas residuales. Tampoco hubo campaña alguna para motivar a la población a un uso racional del líquido. Nada. Y lo del bombardeo de nubes por parte de la Sedena, resultó otro cuento chino.
*Licenciado y Maestro en Periodismo
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