Regalo de Reyes
Semivacío el café La Ronda vio llegar a dos somnolientos amigos que se apoltronaron en una mesa del fondo.
El más alegre, Raúl, alzó la voz y con dos dedos en alto indicó: ¡Dos coffis por favor!
El otro amigo Luis, taciturno, escuchó de su exultante amigo:
– Pinche frio de la madrugada, pero valió la pena, ¿no? … nomás de ver las caritas de gusto… yo hasta tiré dulces en el piso y se la creyeron que se le habían caído a Melchor.
– Mjm. Luis apenas masculló.
– Oye, como que te pegó de más la desvelada o traes algo.
– No, no es nada.
– ¡¿No?! Como si no te conociera pinche Luis ¿Qué pasa?
Llegaron los humeantes cafés, con crema y azúcar morena.
– ¿Qué onda?
Y Luis en voz baja apenas audible comenzó:
– Es que este día me trae recuerdos malos, pero también el más hermoso de mi vida…
– Suelta chingao.
– No te he dicho que mis jefes se divorciaron cuando yo era un chavito. Mi madre ganó la patria potestad y vivía con ella en un caserón de La Condesa. Era guapona mi jefa y no me explico cómo se casó con mi padre, al que yo no conocía. Mi madre tenía mucha vida social y me descuidaba, que te diré nunca tuve Santos Reyes.
– Shshh ya está más tibio el café salud.
– Síguele, síguele. Urgió Raúl.
– Pues ve que un 5 de Enero en la tarde que tocan la reja y la criada le dijo quedito a mi mama: es el sr. Yo oía y veía desde mi ventana.
– ¿Qué quiere? Dile que no estoy. Y luego recapacitó: bueno dile que entre. Y por el jardincito venia caminando un señor humildemente vestido, medio grande. “¿mi padre?”, pensé.
– ¿SI? Dime…
– Mira… sólo vengo a que me prestes al niño por hoy, mañana te lo traigo temprano.
– ¿Qué? ¿No te acuerdas lo que dijo el juez? Mi padre dio la media vuelta y tal vez ella se acordó de algo que tenía que hacer y lo llamó:
– Ven. Bueno te lo presto, pero no se te olvide que mañana máximo a las 11 lo traes y luego me llamó, pero… te diré que yo ya estaba ahí.
– Mira este es tu padre, vas a ir con él y viendo a mi padre le dijo:
– Pero ma-ña-na a las 11, lo traes. Y con trabajos oi que mi padre dijo: sí no te apures.
Entonces se acercó ese señor, me tomó de la mano y salimos a la calle en ese Distrito Federal de ensueño: trolebuses, vendedores ambulantes, taquerías, puestos de juguetes y dulces, mientras sentía la mano cálida de mi padre que me apretaba con cariño y me decía
– ¿Sabes que hoy en la noche vienen los Santos Reyes?
– Sí, pero a mí no me traen.
– ¿Has hecho tu cartita?
– Pues no.
– Por eso.
Caminamos como 6 cuadras y aunque ya tenía 8 años desconocía el rumbo. Llegamos a un viejo edificio como de seis pisos y mi padre me dijo:
– Aquí vivo, jejeje, pero hasta arriba ora si que en el penhause y sonrió.
Raúl no se perdía palabra y sólo interrumpía para decir salud chocando las tazas de café.
– Fuimos subiendo lentamente, escalón por escalón hasta llegar a la azotea. Mi padre era el conserje del edificio y tenía dos cuartotes: un baño dentro y ya. Abrió y al fondo estaba su camota de latón su estufa, su cocinita… bueno lo indispensable con el bañito al fondo y de la mano me llevó a ver su nacimientito.
– ¿Te gusta? yo asentí viendo a mi padre que se desvivía por mí.
– Mira tengo una rosquita de reyes y chocolate, y yo sólo atinaba a decir, bueno bu-e-no gracias jajajaja, me sentía como reyecito. De pronto que me dice:
– Ah chingá, no hemos hecho la cartita y en su mesota ya tenía una hoja en blanco con un lápiz como los de antes y jajaja en lugar de anotar yo, lo que me gustaba, el me iba dictando
– Ceridos Santos Reyes, escribí. Y el que me dice queridos, con Q, Reyes Magos y luego yo puse un carrito y mi padre que agrega de bomberos, jajaja, te digo que él me iba dictando.
– Y también, ¿te gusta el beis?
– Pues algo. – ponle un juego de beisbol, un balón y muchos dulces. Fírmala. La puso en un sobre y me dijo:
– No tardo, apenas hay tiempo para que llegue.
Se ve que bajó y subió. Llego exultante, feliz ¡Ya está! Mira ven te voy a contar y como vivía cerca del cielo tachonado de luceros me preguntó: A ver dime cuales son los luceros que más brillan:
– Ese de allá, éste, y el de hasta allá jajaja siempre hay luceros que brillan más.
– Bueno pues son Melchor, Gaspar y Baltazar que ya vienen. Mira, te voy a contar: Hace muchos años supieron que había nacido el niño Jesús y ahí vienen con sus túnicas doradas por el desierto, los guiaba una estrella. Vente y me llevo a su camota y ahí su plática, el calorcito hizo que me durmiera. Mi cuate, te he de decir que yo tenía un problema de orina y como a las tres de la mañana despertaba a hacer pipí y esa vez no fue la excepción y que despierto y desconozco todo lo que me rodeaba y que me acuerdo que estaba con mi padre fíjate, ya te dije mi padre que por cierto no estaba acostado conmigo y ahí voy buscando el baño, cuando no sé con qué me tropecé y vi un cuadro maravilloso: junto a su nacimiento rodeado de los juguetes estaba mi padre leyendo y releyendo mi cartita. Al oír ruido volteó y tartamudeando me quería decir que los reyes y que vinieron y no sé qué. Mira yo tenía 8 años, pero no era pendejo y entendí que él era el rey mago. Entonces no sé cómo en esa fría madrugada nos juntamos en un abrazo, mi padre tenía un nudo en la garganta y te diré… yo también.
– Mira vinieron cuando tu dormías.
– Ya vi y ahí en el piso mi carrito de bomberos, mi equipo de beis, y dulces… Cuando de pronto me dice mi padre:
– Tu y yo nunca hemos jugado ¿jugamos? – Siiii.
– Bueno primero con el balón, sabes porterear ahí va y el chutacito lo paré y luego que me dice:
– Ven ponte esta manopla, te voy a lanzar la bola… que me acuerdo de hacer pipí y que regreso y hay nos tienes al viejo y mi jugando: sudamos reímos y cuando me llevó a su camota y caí como tabla.
– ¿Cuánto dormimos? Uta, la cosa es que mi jefe despertó primero y mientras en el lavamanos se echaba agua fría para despertar que dice: ¡En la torre ya son las 12! Tu madre ha de estar como fiera, ¡recoge tus juguetes y vámonos!
Y en efecto mi madre estaba en jarras y le gritó:
– ¡Ya va a dar la una cabrón! Me tienes en vilo. No te lo vuelvo a prestar y tú ya súbete con tus porquerías.
Pero que te digo Rul, mi padre ya había apuntado el nombre de mi escuela y pues yo ya sabía dónde vivía y cuando me preguntó que si podía ir a verme a la salida yo le dije que sí y no fue un día sino muchos en los que en el jardincito de enfrente me compraba helados, jícamas con chile, yo que sé y ahí platicábamos:
– Fíjate que hay una niña, me gusta mucho hacer cuentas… luego me dejaba cerca de la casa y mi madre ni en cuenta.
– Mira no sé cómo, pero yo lo veía medio enfermo de no sé qué y te diré, con Anastacio que era mi cuate un día que no hubo clases que voy a su edificio. Cuando llegue a la azotea no sabes el gusto que le dio y que nos dice:
– Que les ofrezco tengo fruta, dulces y que los tres nos ponemos a jugar beisbol.
– Saludcita ya se enfrío el café. Dijo Raúl emocionadón. Síguele, síguele.
– Y así fueron muchas veces hasta que un día que para variar no hubo clases iba yo a subir a verlo cuando me dice la señora del primer piso:
– ¿Vas a ver a tu papá? Ni subas porque anoche vino una ambulancia por él y se lo llevó al Hospital de Jesús que está aquí atrás. Fui a mi casa y le dije a mi mama que ni caso hizo y yo me escapé en la tarde pero no me dejaron subir a verlo que porque estaba muy chico, entonces sniiff mi papá ahí murió y no pude ir ni a su entierro. Y pasé muchos días triste y más cuando a la salida otras mamás y otros papás iban por sus hijos sniiff y entonces Raúl con agüita salada en los ojos oyó terminar a su amigo:
– Mira por eso este día, la neta, me siento de la chingada, pero orita platicando contigo pinche Raúl siento que fui muy afortunado. Mira a todos los niños les traen mil juguetes de ilusión sniiff pero yo fui más chingón, ¿sabes orita que pienso, fui más chingón, pues a mí los Santos Reyes me trajeron a mi papa? Sniiff
Raúl con la voz quebrada y subiendo los dedos índice y cordial pidió:
– Otros dos cafés… plis.
Salud
Este cuento lo puedes escuchar en “La Miscelánea” de quien esto escribe en You Tube y Facebook