Regreso híbrido
La mujer entra a la escuela nerviosa. Ha tomado, revisando varias veces el protocolo de contingencia enviado por la institución; a casi dos años de dar clases desde casa, hoy todo es nuevo para ella.
Desde el estacionamiento, los encargados registran su ingreso checando que el cubrebocas esté como primer lineamiento y que el carro quede aparcado con la distancia de un casillero.
Camina despacio hacia la nueva dirección: sigue las flechas en el piso. Al entrar, se encuentra con la secretaria Paty, quien toma la temperatura, escanea el código de acceso y hace una breve encuesta sobre los últimos síntomas.
La universidad se mira sombría pese a todas las modificaciones que se le hicieron: los pasillos tienen indicadores que señalan el camino a seguir. Después de la dirección, que es el segundo filtro, inicia su recorrido como niña en escuela nueva, observa cada detalle: los salones tienen otras ventanas que no existían, todos los pasillos y patios tienen guías pintadas para avanzar sin equivocaciones. El gel se encuentra en cada punto de encuentro, en cada entrada.
Al llegar al aula, todo está limpísimo, hay una mesa exclusiva para el atomizador con franela, las bancas a sana distancia unas de otras marcadas con cuadros amarillos que señalan el área de restricción.
Este primer día, sintió un hueco en el corazón al verse frente a pantalla saludando a los jóvenes en clase; apreció dar las sesiones desde casa, al menos en ella, se sentía segura por el resguardo de su hogar, acompañada por sus cosas.
Al pasarles lista, las paredes del aula le parecieron más grandes, lejanas. Se miró amordazada por el cubrebocas, aunque permanecía única en el salón de clases, el personal designado a cuidar el protocolo, le exigió tenerlo puesto en todo momento.
De casa llevó un sanitizante en spry; lo usó como el amuleto que aleja el mal, todo lo que tocaban sus manos, antes y después, los rociaba para exorcizar el virus que cerró las escuelas hace tiempo.
Recorrer la escuela, fue recordar los cambios contundentes que trajo la pandemia, ahora el regreso a clases tiene consigo la readaptación: la salud. Cuando salió de las instalaciones, una sensación de vacío e incertidumbre fueron la tarea de esa tarde y los siguientes días.
En el transcurso de las fechas escolares, algunos alumnos se presentan, ellos también tienen miedo al contagio, pero las ganas de superar el encierro, la depresión, la angustia, el miedo, la incertidumbre entre otras tantas cosas los llevan hacia afuera, a buscar a los otros, a continuar con lo que quedó detenido.
Pasan las fechas, la sensación de desasosiego, empieza a tomar forma de sonrisas, a perder la desconfianza; agradece el regreso, porque ahora la tristeza y soledad a la que se había acostumbrado, van encontrando un nuevo sentido de existencia en estos tiempos híbridos de la educación.