“Resignarse” o “no hay peor lucha que la que no se hace”
En estos tiempos cuaresmales suelen cruzar pensamientos religiosos y holísticos al mismo tiempo, por los ambientes diversos de la comunicación humana, se vive resignadamente, son días de guardar, de cuidados, pero si rasgamos un poco en la etimología sabremos que la palabra resignación proviene del latín resignāre, que significa entregar o quitar el sello, ¿pero qué sello es éste que míticamente nos da prerrogativas en comparación con una o más religiones?, el sello es indeleble e indica pertenencia, una señal de que la persona es completa, es la entrega voluntaria del sí mismo poniéndose en otras manos, divinas de preferencia, porque cuando se encomienda un afecto o una intención en manos humanos erráticas, se tiende a sentirse traicionado o abandonado y de ahí la impotencia del reclamo por haber cometido, a todas luces, una tontería.
Se nos aconseja, ya resígnese, a veces hay que saber perder, ojalá pronto tengas resignación. Lo cual es en toda forma, una renuncia a un beneficio: el derecho de réplica o bien el derecho a la paz interior.
Qué sucede si lo que queremos es conformarnos con las adversidades y aceptar las situaciones controversiales, sin luchar inútilmente, pero odiamos los adjetivos de conformistas, sufridos, sumisos, dóciles y mansos, por mencionar algunos.
Etiquetas que la gente coloca juzgando, sin pensar que una persona resignada es un analista de las situaciones después de pensar noches y noches en lo indeseado, lo que sucederá o no sucederá y si podrá cambiar con sus actos lo funesto, suspirando largamente por una respuesta. Mejor garantizar el bienestar propio, no todo lo que ocurre es fabuloso y a veces sólo queda resignarse, pues los factores externos no se pueden controlar, lo que sí se puede es colocar el enfoque en uno mismo, en lo que se puede hacer para estar bien. Ya no entreguemos lo más valioso que tenemos, la tranquilidad, en manos de aprovechados.
Entendamos la resignación como la puerta de la aceptación (aunque existan puristas que no aprueben su homologación) esa fuerza que nos anima a alcanzar objetivos, modificar situaciones, dejar la victimización y la rabia. Proactividad que nos asegura la serenidad aún en temas caprichosos como el amor, en el cual se invierte gran cantidad de energía y sentimientos que no apoyan el cuidado de uno mismo. Dicen que en esos casos es excelente buscar apoyo emocional y crear nuevas experiencias, pero, ya lo anticipamos, es mejor resignarse, aceptar el proceso, perdonar y dejar ir los agravios, distanciarse emocionalmente, por el bien de todos.