¿Sin esperanza?
Cuando hay tantas señales en el entorno que presagian una inminente debacle, ¿cuál debe ser la postura?
Los ortodoxos piensan, con justa razón, que estamos a nada del fin del mundo, porque actuamos de manera tan irracional que poco a poco nos hemos convencido de que lo anormal tiene dejos de normalidad.
¿En dónde quedó el valor de la familia?, la célula social más importante es la familia, es ahí en donde se construyen las bases para que los seres humanos sean capaces de actuar en sociedad, es ahí en donde se aprenden las normas de interacción más esenciales, es ahí en donde se gestan actitudes que, replicadas con eficiencia, marcan rumbos positivos de vida.
En este mundo moderno, cada vez son más las parejas cuya intolerancia les hace esforzarse menos,por mantener un matrimonio sólido; con esa idea de que no tengo por que aguantar, todo lo convertimos en problema, más bien pretexto, para correr de una interacción de dos en búsqueda de una zona de confort lo mas lejos posible, pero sin asumir una independencia plena.
¿En donde quedó el respeto por las reglas?, si alguna institución o autoridad busca ejercer las normas establecidas para una sana interacción, lejos de acatar, muchas personas resultan indignarse porque se les pide respetar la normatividad.
En ese escenario, decenas de padres de familia que enojados reclaman a los colegios el que cierren una puerta ¡a la hora! que marca el reglamento de alumnos; y en lugar de asumir su culpa, vierten su enojo y frustración, en contra de quién esté del otro lado, exigiendo airadamente que las puertas se cierren después o discutiendo con el maestro en turno porque no saben que hacer para llegar temprano.
¿En donde se escondió la humanidad?, recién me contaban el caso de un padre de familia que, afuera de un colegio particular, detuvo su marcha para comprarun helado a una dama que los ofrecía en la calle; recibieron el producto y en el momento que la mujer les cobra los veinte pesos que costaba el sándwich con helado que habían pedido, el sujeto se arrancó sin hacer el pago correspondiente.
No sólo es el robarle a una persona necesitada, sino el ejemplo que da a sus hijos quienes ahora ya vieron que uno se puede ir quitado de la pena, aunque se cometa un delito.
¿Y la civilidad?, a cuantos conductores vemos todos los días que, frescos como sandías, circulan por los carriles exclusivos del Metrobús, incluso frente a los omisos ojos de las autoridades, quienes con su observante conducta legitiman que se transgredan acuerdos sociales cuya intención es, teóricamente, poner orden.
Ciertamente las crisis generan depresión y venimos de un momento particularmente complejo a nivel mundial, y eso nos lleva a perder la esperanza; una sociedad sin esperanza, en palabras de John Holloway, sociólogo irlandés, se reduce a mercancía, es un cuarto sin ventanas, un criadero de violencia, un lugar insensato y depresivo.
A eso hemos llegado, al punto de perder la esperanza; ¿Por qué no reaccionar y hacer algo?
horroreseducativos@hotmail.com
