SONIA
El principio del año significa esperanzas de buenaventura
y deseo de mejorar, también reconocer a quien tanto
significa en nuestra vida. Y así comenzamos con
un perenne agradecimiento
Un actor expresó que cuando en la vida real lo acometía una profunda pena, al actuar el drama que representaba en el teatro, vaciaba ese dolor en su papel y mataba dos pájaros de un tiro: atacaba su penar y le daba más fuerza a su actuación.
A mí, en la escritura me sucede a contrario sensu: Al garrapatear –escribo a la antigua con pluma y papel– la emoción me gana y cuando lentamente se desliza el bolígrafo, una lágrima mancha a las letras. Y eso sucédeme ahora al hacer un boceto en letras de la compañera de mi vida.
Son tantos sentires, es tanto el cariño que le profeso que como película puesta en rápidas secuencias con las imágenes moviéndose frenéticamente, lo que percibes es un collage colorido que representa en un total las más felices horas de lo que llamas tu vida.
Y no puedo apresar tanta ternura, tantas vivencias, tanto amor, que te apabulla.
Comenzando con el par de hijos que alumbraron y hoy hacen más bella mi vida.
Representan el ser y la razón de ser, el motivo mayor de mi paso por este mundo, mi triunfo final.
Ahora que se desgrana el sentimiento y hablo de la autora de mis hijos, ¡Cómo alegra el corazón haber coincidido con una dama a la que rodean afectos por su intrínseca valía…!
Gracias a la vida que me obsequió vivir junto a, ser parte de, estar con ella. Gracias por poder decírselo en vida, por plasmar este sentimiento en letras y que la lágrima que cayó en la palabra amor haya agradado la letra y expandido el negro de la tinta, pues así es hoy en mi invierno vital: como si de pronto, las imágenes se tranquilizaran en la pantalla y vieras como en la pinacoteca: uno y otro cuadro con calma. Por ejemplo, en visitar la ciudad de México descubriendo sus más poéticos rincones, la carcajada al brincar a una vendedora de tamales, por seguir el hilo de un papalote surcando el cielo del mero centro de México; el orgullo del triunfo de los hijos en torneos de la vida, que luego ves, hoy, orita, que estos mosaicos de una enorme pared de afectos y felicidad, tienen a Sonia –hasta hoy lo escribo– como la base, el pilote, el cimiento que sostuvo y sostiene esta casa afectiva. Ella con su sencilla y escondida grandeza. hija ejemplar que no le importo su salud demostrándolo en el simple hecho de querer intensamente al cuidar a quien la trajo al mundo, de dar por los hijos tanto amor que lo dice convencida: no quiero molestarlos, Yo los traje al mundo para que sean felices.
Sonia: la que supo perdonar, la que como moderna heroína soporta la intensidad del dolor y el contrario de algunos sufrientes ni un gramo de odio o desazón por la vida.
Sonia la todos nuestros afectos, pasiones y admiración: esa niñota que conocí y vive en lo más hondo de la retina de mi alma y que no he podido olvidar. Sonia la mujer bellísima, luego mater diligentium y esposa única maravillosa e irrepetible.
Mi sonja de siempre, la que con una palabra o un alisamiento al cabello te calmaba el alma que hervía con desazón. La que fue motivo para no morir, la que es ejemplo vivo de valentía y buen ser.
Sony, la de la canción, la autodidacta, la guía, la perspicaz, la adoradora de lo artístico y sucedáneos.
La que está haciendo que de nuevo, la agüita salada no me permita leer lo que escribo
.
Sonia, a la que le debo las fundamentales obras literarias. A la que hasta hoy pregono que ella ha estado detrás de todo lo bueno que he realizado comenzando con Yaz y Abraham oro molido para mi corazón.
Y esa niñota, hoy dama en toda la extensión del término, me hace pedirle al creador un cambalache: irme yo que ya viví y dejar a la gente querida y de paso evitar el dolor de despedirla algún día.
Sonia, el pedacito de luz que a la gente –sus hermanos lo sienten– alumbra, con su presencia la vida. Sony la alegre, culta, dicharachera. La que durante siete años sin verla me hizo morir en vida. A la que pido perdón y le expreso que el tiempo me quede de vida me deje estar a su vera.
Y cuando me llegue el momento de pedir la cuenta de mi último café, –como siempre– sonriendo y diciéndome: Ya pasará.
Si hay un Dios, pido que te bendiga y gracias por regar nuestro ser con el perenne perfume de tu presencia.
Sony de siempre: el beso más sentido recíbelo, las palabras más sentidas y el agradecimiento por dar tanta felicidad mételo hasta el fondo de tu corazón Sony, te he querido y te querré por siempre jamás.