Sucedió en Lima
Es otoño a fines de los 60 en Lima, Perú, pardeando la tarde, comenzaban a encenderse los faroles en la plaza San Martín. Las gentes discurren oliendo el perfume de los almendros, el picante del pescado frito y medio oyen a un lejano flautista que evoca, a Chabuca Granda: déjame que te cante limeña…
Mientras las hebras de un sonrosado algodón de azúcar sobrevuelan por las palmeras de Jirón de Unión otras y otros ciudadanos de la capital del Perú, ya abarrotaron los teatros Canout y Colón donde Julio Jaramillo y Daniel Santos complacen a su público.
Julio, el zorzal ecuatoriano, acompañado por su tío Rosalino y su mágico requinto desgrana: Vivo solo sin ti sin poderte olvidar ni un momento nomás, la canción de Cigarro en Cigarro rompe el fino claroscuro del teatro. Mientras en el señorial Colón, don Daniel sube y baja la voz con Perdón de Pedro Flores: Vengo a decirle adiós a los muchachos porque pronto me voy para la guerra…
Los teatros parecen comunicarse con una clave de sol que los junta con la nostalgia del amor perdido.
Es ley no escrita que el público manda y al terminar los juglares sus sentidas canciones, la gente pide y se le concede: otra, otra, otra.
Cada uno en su estilo… el maestro Santos frente a una mesa con una copa de coñac que va rebajando a sorbos y encendido canta: yo no he visto a linda, parece mentira, tantas ilusiones…, en tanto el joven Jaramillo camina en el escenario: pensaras que a que he venido si ya todo ha terminado…
Como al término de la vida también muere la función, el espectáculo acaba y don Daniel con la adrenalina del prolongado aplauso y el nervio alegre del sentimiento mira por la ventanilla el paseo de las y los limeños por calles y parques y recargado en el muñido asiento del auto ve elevarse como luces de bengala por la alameda en tanto, el alegre Julio con la vista nublada del sentimiento miras las confiterías de la calle Pizarro.
La noche está en pleno cuando Daniel llega al Holiday Inn su caro hotel. Y julio entra a bañarse en el también elegante hotel Diamond.
Hermanados en la bohemia ya habían pactado tomar una copita, y así don Daniel le habló a su amigo:
– Julito ya llegué a mi hotel te veo en el bar… no tarda-
– Me baño y ahí estoy.
Primero fue el efusivo abrazo y luego fueron los recuerdos acompañados con una copita. Uno y que otro pasajero del hotel los reconoció y fueron correspondidos con una sonrisa. En el bar tocaban un buen pulsador de la guitarra eléctrica y un baterista. Don Daniel retó a Julito.
– Oiga Julito ¿y si “trinamos” algo?
– Ora sí. Vengan. Y comenzaban a escoger las canciones cuando el jefe del bar les advirtió:
– Ya vamos a cerrar, ah y no me deben nada, es un honor para el hotel.
– Y ahora que hacemos paisanitos, dijo Daniel Santos.
Un mesero que por ahí andaba, metió su cuchara: hay una cantina que se llama Piscoz y que no cierra, está antes de llegar a Miraflores. El guitarrista terció.
– Nos llevan taxis.
– Paisas cancioneros ¿nos acompañan? Jaramillo invitó.
¡Claro! Y así en tres taxis llegaron a una cantina puro pueblo.
Los que bebían no lo creían.
– ¿Qué tiene tu para beber? Mira paisa que ando seco.
– ¿Ya probaron “Pizco”? es nuestra especialidad, es destilado de uva verde.
– Van los dos chicos… Julito empiezas.
Los músicos conectados ya se habían acomodado.
Y comenzó la verdadera bohemia. La que nace así nomás como la vida. Con espontáneos latidos de corazones sensibles. Cantando lo que te gusta. Lo que a lo mejor no pegó en el público, pero a ti sí. Y casi puras canciones de borracheras y de alcohol.
Después al terminar su Pizco don Daniel comenzó medio ronco y llorando su canción.
En la noche limeña los Luceros bajaron un poco para oír lo que se cantaba en una cantina y quien sabe quién consiguió una grabadora de alta fidelidad y grabó lo que sucedía:
– Jajaja óigame amigo Jaramillo si no canta no bebe… salud.
Y luego el boricua cantó:
– Soy un triste borracho que paso la vida… Me miro al espejo el vino es mi amigo.
Luego Jaramillo rompió el celofán de noche: no puedo verte triste porque me mata, de tu carita de pena mi dulce amor.
Una y otra copa una y otra canción en una inolvidable bohemia que juntó en Lima a dos artistazos bohemios y tú, estimado (a) lector (a) los puedes encontrar en tu celular se llama En la cantina en donde la realidad se encima a la ficción y donde dos maravillosos bohemios coincidieron mágicamente en la Ciudad de los Reyes.
SALUD