Tengo que…

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Pareciera ser que la cotidianeidad nos ha orillado a un pensamiento y en consecuencia a una acción cargada de los tengo que. En realidad creo que es más bien el resultado de no estar dispuestos a ir más allá de nuestra zona de confort, más allá de nuestra caja de creencias, es decir, más allá de lo que conozco, de lo que tengo, en suma una carencia de compromiso para satisfacer mi ser, de ir por mis más grandes sueños, aunque para algunos, ni siquiera pueda tener sentido pensarlos como tales.  Lo real es que lo verdaderamente importante para la persona lo es para su esencia. Entonces, esta falta de compromiso se manifiesta en el lenguaje y en la manera de interpretar los eventos que suceden alrededor de la persona.

Pareciera más fácil hacer responsables a los eventos y a las situaciones que estar dispuestos a dejar la zona de confort, ampliar nuestra caja de creencias, que pagar los precios y ponerse a generar los sueños más grandes. Mejor se comienza a alimentar el: tengo que estudiar, tengo que ir a trabajar, tengo que hacer la cena, tengo que ir a la compra, tengo que viajar, tengo que… Sin embargo, en muchas ocasiones los tengo que de unas personas son los quiero de otras. Por ejemplo, para quien el deporte es una obligación o un tengo que, para otro, puede ser un placer y un deseo. Y más triste aún, es que en realidad, los tengo que no tienen que ver siquiera con los quiero de la misma persona. Estamos hablando de que tienen que ver con el inicio del elegir, y me refiero a que un quiero sólo es un comienzo, pues tampoco implica una garantía de compromiso pues aún está bajo las órdenes de los deseos, sin llegar al ámbito de los requerimientos del ser. Se precisa hacerse cargo, y desde el tengo que es, creo yo, impensable.

Hay que considerar que desde esta perspectiva, los mensajes que nos mandamos a nosotros mismos, en función de nuestras creencias o la interpretación que hacemos de las diferentes situaciones, influyen mucho a la hora de hacer las cosas o la predisposición que ponemos hacia ellas. Valdría la pena, en principio, notar la diferencia, entre una elección y una obligación. Como se dijo, es común que los tengo que de unas personas sean los quiero de otras, pero es más común que los tengo que de una persona ni siquiera tengan que ver con los quiero de la misma persona, esto sin duda va a interferir en el leguaje y en los mensajes que las personas se mandan a sí mismas. Esto tendrá un impacto en la energía creadora de la persona, que inclusive convierta las acciones más elementales de sobrevivencia en un tengo que. Me refiero por ejemplo, alimentarse o inclusive el placer sexual que pasan de ser una acción de placer y conexión al automatismo y desconexión con el mismo ser y con el ser de otra persona dado que estamos diseñados para las relaciones interpersonales.

Entonces es importante notar que estos debería o tendría que parecen ser cotidianos y pueden tomar peso y fuerza hasta convertirlos en leyes inquebrantables en nuestras vidas, que nos dicen cómo pensar, qué hacer o cómo llegar a ser felices: debería tener el cuerpo perfecto para ligar más, debería ser el mejor de mi clase, tendría que ser el mejor en lo mío, debería desvivirme por y para los demás, pero ojo, que si bien es correcto buscar ser la mejor versión de uno mismo, no se trata de compararse con los demás, de ahí, que todas estas se conviertan en ideas irracionales.

Entonces, los tengo que implican autoridad, son acciones dirigidas por el pasado y el presente, ante las cuales podemos obedecer o rebelarnos, pero en los que en cualquier caso suele aparecer la frustración y la culpa. Ahora bien, los quiero están más relacionados con la autonomía personal. Son acciones autodirigidas en las que puede haber acuerdo o desacuerdo, pero ante las cuales se suelen aceptar mejor las consecuencias derivadas de dichas acciones. Es más fácil asumir la responsabilidad, porque son acciones que hemos elegido; sin embargo, no son suficientes pues las hemos elegido desde el hacer o el tener y no desde el ser.

Ahora bien, hay algunos que se han convertido en tengo que por un carácter de obligatoriedad, como por ejemplo el comer, sería muy placentero que este tengo que sea un no tengo que. Por ello es importante notar que los tengo que y los quiero suelen tener que ver con las creencias que poseemos o con la interpretación que hacemos de diferentes situaciones. La forma en la que pensamos no sólo influye a la hora de que nosotros tenemos que actuar, sino también a la hora de juzgar lo que hacen los demás.