TEXTOS VERSIFICADOS
De muy lejos viene esta manera de escribir, no acaso, la Iliada y la Odisea de Homero, o la Divina Comedia de Dante Alighieri, están escritas en verso, en la tradición de cantar los hechos a inicios de la historia de la humanidad. No resulta pues extraño que en el libro Tradiciones y Leyendas Mexicanas escritas por Vicente Riva Palacio y Guerrero y el poeta Juan de Dios Peza, se encuentren 16 textos que nos hacen reflexionar lo que la cultura popular dejaba en el espejo de los escritores. Debo reconocer que el cariño de Juan de Dios Peza permitió que la obra quedara sin saber bien a bien qué cosa escribió cada uno. El cariño por su padrino, el intelectual y sabio mexicano que fue Vicente Riva Palacio permitió ese desprendimiento, que permite saber lo que es el verdadero cariño y la amistad cuando realmente existe. Citar los hechos de cada escrito es oportunidad para saber lo que sucedía entre las sombras de lo que no se lograba decir con el realismo de una literatura que sólo se escribiera porque se había vivido en carne propia, o por aquellos que, como en el realismo socialista, obliga a escribir sólo del proletariado aunque nada se tenga de ellos en la vida real: no, porque como pequeño burgués o clase media, es diferente la vida social y laboral a la del obrero que trabaja al interior de una fábrica con maquinarias diversas y con una disciplina diversa a la de un profesor de escuela o una secretaria dentro de la burocracia.
El realismo socialista impuesto por la fuerza por el stalinismo obligaba a escribir y pensar como ellos, pues de lo contrario el destino era ir al Gulag en la lejana Siberia. En este caso, los relatos de leyendas y tradiciones escritos en verso nos hacen volar la imaginación. La lectura del Don Juan Manuel es elocuente en varios de sus párrafos versificados, cito. Viene el que viene contento, / que al son de sus pasos canta; / con mano convulsa, el otro, / empuña la rica daga. / El que llega la presencia / del que acecha no repara; / suspende el otro el aliento / mientras el que viene pasa. / Y acercándosele luego / y tocándole en la espalda: / —Perdone usarcé —le dice, / ¿Qué horas son? —Las once. —Gracias. / —Dichoso usarcé que sabe / la hora en que muere—. Y con saña / con rápido movimiento / en el corazón le clava / el puñal, y al ver que aspira, / veloz del sitio se aparta, / al tiempo que de las once / da la postrer campanada.
Leyendas o hecho que vienen de lejanos tiempos en la Nueva España, quedan registrado en 16 escritos que nos hacen ver la riqueza de imaginación de este territorio que primero fue espacio de múltiples culturas indígenas, y después, a partir de 1521 con la presencia de los españoles por tres siglos. De la colonia nos vienen muchas leyendas. Por todo el país están regadas y cual más es rica en propuestas inventivas o de una imaginación prodigiosa. La leyenda de Don Juan Manuel es un portento de sabiduría y escenarios hechos por un escritor bien informado, por lo que no dudo que es obra escrita por Vicente Riva Palacio. Su maldosa travesura permanente en el escribir, permite ver que sabe llevar al lector detrás de sus oraciones y párrafos con total hipnosis por lo que ha escrito.
Proseguir con esta lectura ayuda: Por muchas noches seguidas, / siempre en las calles cercanas / a la Nueva, se repite / tan sangrienta y tan extraña / aventura, que ya tiene / a la ciudad consternada. / de mil modos la comentan / y nadie a explicar alcanza / de tanto crimen la historia, / de tantas muertes la causa. / Cada mañana un cadáver / los alguaciles levantan, / con igual herida abierta, / ¡siempre por la misma daga! […] Suspenso Don Juan se inclina / presa de emoción extraña, / sobre el balaustre de piedra / del corredor, y con ansia / en el rostro del cadáver / los turbados ojos clava. / Y lanza después un grito / tan hondo que parte el alma, / Diciendo: ¡Lope! Y convulso / en la frente una palmada / dándose, corre a ocultarse / desesperado en su estancia. / No en la ciudad de otro asunto / nobles y plebeyos tratan, / ni en los estrados se escucha / otra cosa entre las damas / que la muerte de don Lope, / recién llegado de España. / De don Juan Manuel sobrino. / El orgullo de su raza, / y a quien ofreció la vida / lisonjeras esperanzas. ¿Quién mató al aristocrático sobrino más o menos a las once de la noche todos se preguntaban?… es lo bello de las leyendas, en primer lugar, no se salva nadie de su intervención en la vida privada o en la pública, en la clase o estrato social. Todos corren el peligro de sufrir los embates de lo desconocido.
En este caso, el dolor de Don Juan Manuel es grande, muy grande… pero él esconde en esa tragedia una doble emoción, la de la muerte de su querido sobrino que era más que un hijo para él, y la otra parte de la historia que en la lectura total de esta leyenda lleva a comprender cómo es que piensa la gente de aquellos años en la colonia. Libro que hay que leer para saber cómo pensaba y vivía el país en donde residimos: La calle del Ángel / (la peste en México) donde se lee: De sus altos y esbeltos campanarios / que con sus cristianas cruces se coronan, / se desprenden los toques funerarios / que espanto y duelo sin cesar pregonan. / El vano abren los templos solitarios / sus naves que las gentes abandonan / porque la peste fiera y despiadada / lleva doquier su sombra envenenada. / ¡Cuánta escena de horror! ¿Cuántos dolores / en aquella ciudad alumbra el día! / ¡Cuántas agudas quejas y clamores / se alzan de noche entre la sombra fría! / Los antes sosegados moradores, / convulsos de terror o de agonía, / huyen de sus hogares espantados / pálidos, vacilantes y extraviados. / Nadie acude al amigo ni al hermano, / la maternal caricia el hijo esquiva, / muere en la soledad el padre anciano, / la madre, de su amor al hijo priva. / La moribunda esposa llama en vano / al que la tuvo en su pasión cautiva; nadie conoce a nadie, ni le busca, / que tanto miedo el sentimiento ofusca. Estamos en el año 2022, y desde diciembre de 2019, comenzó en nuestra vida de contemporáneos la pandemia de Covid-19 y a la fecha es la hora que no para ahora sí a nivel global, sin que escape nadie de este terror. El año 2020 fue el más terrible y pudimos ver confinamientos que encerraron a pueblos completos. El aislamiento y en nuestra época la limpieza, la negación de besos o abrazos, se impuso, para poder sobrevivir a lo que ha matado a la fecha una cantidad cercana a los 10 millones, si es que debemos de hacer una investigación seria de los fallecidos en estos dos años y meses de pandemia. Así —pero sin los medios que contamos los que vivimos el siglo XXI—, así lo vivían, pero en el terror de qué cosa se estaba pagando y quién era el culpable para que Dios nuestro Señor les hiciera sufrir tanto. Morir en soledad, todos alejados de aquél que ha muerto por la peste en la Nueva España. Una de estas epidemias se llevó a nuestra Sor Juana Inés de la Cruz el 17 de abril de 1695.
En la serie de tradición aparece El callejón del muerto donde se lee: I / Está el callejón de Alzures / muy distante de la plaza, / en barrio muy sosegado, / con vecinos que en prosapia ni con los condes compiten / ni a los plebeyos se igualan; / que son de clase media, / numerosa en Nueva España, / nobles, porque son honrados, / y honrados, porque trabajan. / Y viven allí tranquilos, / mas de repente se cambia / tan pacífica existencia / en inquieta y agitada, / pues novedades ocurren / tan terribles como extrañas. / No hay vecino que se atreva, / des que suena la plegaria, / por el callejón estrecho / a salir ni a la ventana; / ni hay mujer que no encomiende / a la Virgen pura y santa, / lo mismo al ausente esposo / que al hijo de sus entrañas; / ni chico que no se esconda / a la primera campanada / de las ocho, porque todos / dicen que penando un alma / en la calle, noche a noche, / de un extremo a otro pasa.
Cuántos en nuestra niñez no escuchamos este tipo de relatos verbales, con la belleza de escuchar en forma oral y con los cambios de voz que el lobo podía venir. El demonio con patas de cabra tomarnos y llevarnos al fondo del infierno, muchas veces, sin saber cuáles eran las culpas que bien a bien teníamos en nuestra mente infantil. Bien se dice que atender estas lecturas nos recuerda que somos un pueblo de imaginación y riqueza literaria, de ingenio que reconoce el mundo entero.