Textos y diseños que hablan del Arquitecto:
Libro obligado es el de Juan Guillermo Romero Álvarez, sus párrafos son el laberinto que nos abre multitud de preguntas y de imaginerías sobre una vida llena de pasiones por la profesión que eligió Rodríguez, cito el texto de Juan: Leyendo a Manuel Francisco Álvarez, nos damos cuenta de por qué las obras de Ramón Rodríguez no están disponibles tan fácilmente, sino que se encuentran en colecciones particulares: De esa época, 1854 y 1857, son los siguientes trabajos de Rodríguez en Roma, cuyos dibujos poseo. Detalles de la Barrera Antigua, vía de Nicolo a Cesarini. Altar antiguo del patio de la Iglesia de San Teodoro que se cree viene del Templo de Vesta. Detalles encontrados en la excavación de la columna de Phocas y otros en el Arco de Constantino. Cornisa y chambrana del Templo de Vesta Tibur. Ventana antigua de Proenestre, hoy Palestrina. Dibujos tomados del Museo Capitolino. Plafón del Palacio Viejo de Florencia. Detalles de tierra cocida de la Casa del Laberinto de Pompeya. Sección transversal de un edificio, agosto 20 de 1857. Un templo circular, septiembre 2 de 1857. Proyecto para la Iglesia de Puebla, agosto 14 de 1857.
Asombrosa su capacidad de producir proyectos a tan alto nivel. Era su escuela tanto la Academia como la Universidad Roma de la Sapienza, cuya antigüedad le venía de allá del siglo XIV, siendo de las universidades más antiguas de Europa, por lo tanto privilegio el pasar por sus aulas. El alumno y académico mexicano fue reconocido en Roma y París como un igual que mereció distinciones por sus proyectos. No era el arquitecto que venía a destruir lo antiguo por viejo, sino a darle prestancia y renovar sus materiales para que siguiera siendo la expresión del profundo y largo espíritu de lo humano a través de los siglos. Sabía que respetar la pátina del tiempo era una obligación de quien sabe ser respetuoso del pasado, pues bien sabía que respetar las tradiciones era ser profundamente e íntegramente moderno. Contemporáneo del pasado para serlo mejor en su presente. Lástima que ese espíritu no haya permeado la ciudad de Toluca que tantas obras recibió del genial artista y arquitecto, al serle borradas varias obras que hoy serían ejemplo de antigüedad en la capital mexiquense.
No hay mejor universidad que aquella que lleva al joven estudiante a salir de su comunidad, de su país e ir a otros institutos donde ha de aprender lenguas extranjeras, nuevas modalidades educativas. Así sucedió con Ramón y también con la poeta Laura Méndez de Cuenca en su experiencia alemana, donde aprendió la diferencia de nombrar guarderías a los institutos encargados de dar educación a los niños y niñas de preescolar. Kindergarden fue el nombre que propuso para el país a través del ministro de Educación Justo Sierra. Cuando vino la revolución, los revolucionarios no le perdonaron haber servido al porfirismo y de varias maneras le expresaron su envidia y su menosprecio. Cosa igual ha de sufrir el genial Ramón Rodríguez por envidia y difamación de los envidiosos que siempre ha tenido la patria en los últimos 200 años de vida independiente. Imposible reconocer a Ignacio Manuel Altamirano, a Justo Sierra Méndez, a Laura Méndez de Cuenca, a Ramón Rodríguez Arangoiti. Muy pesado ha de ser el título que los envidiosos le encajaban: El arquitecto del Emperador. No se daban cuenta de la importancia de los proyectos que un entusiasta joven venía a poner a disposición de su patria. Donde Toluca habría de ser un lugar especial a sus proyectos de Gran Arquitecto y Artista.
No fueron seis años como becario lo que le retuvo Europa en el viejo continente. Durante ese tiempo no vivió por once años el México bárbaro del que escribe el norteamericano John K. Turner. El país es prueba por la violencia que vive en primer siglo de vida independiente, en lucha inacabable entre liberales y conservadores, entre iglesia y estado laico. Once años que hablan de inicio de la Revolución de Ayutla que pasa por ser violenta y sangrienta guerra civil entre conservadores y liberales. También por presencia del imperio francés que impone a un Emperador, a Maximiliano de Habsburgo y Carlota: tiempo de largo aliento nacionalista por defender a la patria que aún no se consolida y, tristezas por ser años de guerra en todo el territorio en vida de la patria independiente.
Ramón está fuera de ello en la práctica cotidiana, pero es seguro que sabía de todo esto que sucedía en su patria. Casi once años se pasa el artista de 1854 a finales del 1864, creando proyectos en la vieja Europa, lo que prueba ese hecho, de su alta calidad artística como dibujante y arquitecto tan valorado más allá del océano Atlántico. Le esperaría la antipatía y la envidia por ser un talento extraño en la mediocridad del mundo mexicano de ese siglo en que nada estaba en paz social. Ese mundo que dejó en la enfermedad y tristeza al poeta, Padre de las letras toluqueñas, al cubano-mexicano José María Heredia y Heredia en la orfandad total al fallecer a los 35 años, cinco meses y 7 días en ciudad de México. Desilusionado de la nula vida democrática a que tanto aspiró como buen ciudadano de un nuevo mundo al que aspiró por el bien de Cuba y de México.