Tiempo, espacio y azar

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Un calorcillo entibia al pasto mojado por la lluvia nocturna. Tres sagaces y diminutas hormigas reptando por el jardín de la casa son atraídas por el dulzor de unas gotas de mermelada de fresa que cayeron del bote de basura.

Se acercaron y oliendo azúcar tirada en el piso entraron a la cocina y luego a la sala.

Así, subrepticiamente sin verse casi invisibles reptaron por diversos caminos.

La más torpe escaló la pared atraída por un poster de Enrique Peña Nieto. Su pequeña mole fue descubierta por la jefa de la casa y con un ¡plas! de la palma de la mano quedó estampada en la blanca pared. Con un trapo húmedo la dama limpió la manchita casi inexistente.

–¡Hormigas!– Gritó la madre de más de dos y de inmediato la mucama roció RAID por los escondidos rincones de ese humilde hogar.

La segunda hormiga que andaba por el refrigerador, tuvo relación con el humillo destructor y atolondrada iba rápidamente caminando en círculos como la actual oposición política. Como símil de los pobres del país –antes de AMLO– fue pisoteada por la suela del Converse del chavo de la casa.

La tercera tuvo más suerte: refugiándose entre los olorosos zapatos, de una recámara, no le llegó el tufillo exterminador.

Después de merendar, los habitantes de esa casa fueron al dulce descanso del sueño.

La sobreviviente hormiga, amparada por la oscuridad salió y subiendo por una pata de la cama, escaló, hallándose con los ronquidos de Pricardo García, militante del casi extinto PRI. Caminó destanteada por las cobijas siendo atraída por el cerumen de un oído del fiel adherente de Alito, metiéndose por el orificio auditivo.

Exactamente es el 3 de diciembre de 2018 y el salón de Congresos de la Ciudad de México, se exaltan los ánimos al discutirse la Reforma Energética.

Aparece la cólera en la minoría que defiende el bien de México. La vehemencia por defender el ideal unida con añejos descuidos ocasiona que, a uno de los oradores principales, Andrés Manuel López Obrador le ataque un agudo dolor en el pecho “sentía que moría”, luego contaría.

Una veloz ambulancia y en Médica Sur, prestos los doctores Pablo Chávez y Patricio Ortiz, al ver que era un infarto agudo al miocardio, con sabia destreza, instrumentaron una angioplastia colocando un STEVT coronario.

Eran las 2 de la mañana y la operación fue exitosa.

El buen prianista soñaba que era rey de España. La hormiga como diestra minera entró en la caverna llamada pabellón auditivo.

El durmiente sintió un ligero cosquilleo en el oído, pero su cerebro estaba conectado con la Madre Patria y ese relax ocultó.

La hormiguita continuó ruta por pabellón auricular, hueso temporal, conducto auditivo, tímpano, martillo, estribo, yunque y lenticular. La hormiguita camina por el oído interno, mordisquea al tamborcillo del tímpano, sigue por la trompa de eustaquio, y el nervio auditivo, llegando al cerebro, Crash, crash, el durmiente al sentir la molestia despertó. 

Pricardo dio un brinco y en un movimiento involuntario con su dedo índice aventó al himenóptero más al fondo.

¡Aay! Gritó el buen priista. El dolor era intenso y la hormiguita confundida siguió su camino llegando a lindar con el cerebro.

Donald Trump, candidato para llegar  a la presidencia de USA, ya llevaba seis minutos hablando con vehemencia y fustigaba a su manera lo que creía que le ganaría votos.

El escenario al aire libre era en Butler, Pensilvania, y la fecha 13 de Julio de 2024.

Un mozalbete, Thomas Mathew Crooks, de apenas 20 años. Miraba (como en las películas) por el círculo de su rifle con mira telescópica a Trump.

Lo tuvo en la mirilla y disparó, primero 3 balazos y luego otras 5 detonaciones se escucharon.

Mal tirador, apenas rozó la oreja del rubio racista, pero mató a Corey Comperatore, quién era jefe bombero y a otra persona.

Estupor. Trump diría luego que por la abundante hemorragia se dio cuenta de la herida en la oreja. Obvio decir que el tirador fue abatido.

AMLO fue dado de alta –cuenta que por el Creador y los excelentes médicos y luego en 2018 ganaría las elecciones presidenciales de su país.

El balazo que no horadó el cerebro de Trump pone ahora en liza a miles ¿millones? de vidas en el mundo.

Y en tanto a Pricardo García para extraer al diminuto himenóptero que andaba ya por el cerebro, no tuvo suerte: el láser manejado por inepto neurocirujano lo haría ser finado como diría AMLO.

The End.