Trabajo arduo
Mucho de lo que pasa en nuestro contexto parece un contrasentido; con la postura que se asume desde el gobierno federal, se legitimas conductas que desde los espacios educativos se tratan de erradicar, entre ellas, la cultura de extender la mano.
Todo indica que decirle a un niño o joven que tiene que dar su mejor esfuerzo para ganarse el pan que come es cosa del pasado; pujar por la cultura del esfuerzo es una agresión, particularmente porque desde hace cinco años, gran parte de la población no ha tenido más que extender su mano para recibir una cantidad sin otro mérito más que el estar vivo.
Antes de que brinquen algunos, debo decir que, de todos los apoyos sociales existentes, el que me parece legítimo, auténtico y sumamente valioso es el destinado para los adultos mayores, ahí se concentran personas que de alguna manera ya trabajaron arduamente y merecen colectar algún beneficio.
Salvo ese, todos los demás deberían tener algún candado para garantizar que efectivamente se utilicen para lo que fueron diseñados; la realidad es que, por ejemplo, en las becas para estudiantes, no existe un mecanismo de control que asegure que el beneficiado tenga un promedio mínimos de calificaciones, no se le exige siquiera asistir a clases, basta con que se inscriba para recibir la dádiva.
Nuestros abuelos y padres nos mostraron una ruta de trabajo, incluso se les decía a las jóvenes al momento de escoger galán, que se aseguraran de que el chico en cuestión fuera trabajador; es decir, era un atributo el ganarse el sustento con el sudor de la frente. Hoy ocurre justo lo contrario.
Lo que sucede es, de facto, injusto, porque por las políticas salariales de nuestro país, ahora resulta que un médico especialista, con años de formación encima, y cubriendo jornadas de trabajo diarias, acaba sacando un poquito más que algunos de los becados por el gobierno federal. Ese tipo de incongruencias solamente en nuestro México, país de contrastes.
Esto último desmotiva y lejos de seguir favoreciendo la formación y empeño permanente, va convenciendo a las personas de que todo ese trabajo arduo ha sido en vano; que peligroso es que desde la autoridad se generen este tipo de pensamientos.
El camino seleccionado no puede ser el adecuado; urge propiciar algo de conciencia y cambiar las reglas de dichos apoyos; es cierto que hay mucha necesidad, nadie lo niega, pero también es cierto de que tiene que haber un esfuerzo para valorar aquello que recibimos. Cuando las cosas las sentimos gratis solemos darles muy poco valor.
La sabiduría popular nos da muchos consejos: tal como lo refirió Jordan Belfort (el lobo de Wall Street), la razón por la que las personas fracasan realmente no es porque pusieron sus metas muy altas y no llegaron, sino porque las pusieron muy bajas y las alcanzaron.
No hay nada fácil, no hay dinero fácil, no hay mérito sin trabajo. Los resultados obtenidos tienen que estar directamente vinculador al esfuerzo realizado.
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