Transparencia y acceso a la información: la vacuna contra la desinformación y la polarización
Debo comenzar, de manera obligada con un anuncio preliminar, las y los destinatarios de la presente columna somos todas y todas, por lo cual, no tiene dedicatoria en particular – como en general, nunca se enfocan mis colaboraciones a ello-, ya que tiene por objeto reflexionar en torno a la participación ciudadana y política de nuestros ámbitos, en la inteligencia de que resulta necesaria la empatía para que a todas y a todos nos vaya bien, para lo cual, es importante que, en el caso de nuestro país, al Presidente de la República, al Gobernador y al Presidente Municipal, les vaya bien, ya que gracias a ellos y su representación política nuestros entornos logran las condiciones para el desarrollo; si usted, amable lector o lectora, quisiera corroborarlo, le invito a continuar en esta página.
Iniciamos esta semana con los resultados electorales y, cerramos, con la reflexión aspiracional, y, en el devenir de dichos acontecimientos se insertó mi plática con un amigo, en esos tiempos que se dedican fuera de una jornada laboral extensa, con la reflexión en torno a, si identificamos una sociedad dividida ¿qué podemos hacer nosotros como amigos, vecinos, ciudadanos o habitantes de una zona común ante estos acontecimientos?, reflexión que se vio enmarcada a su vez de las interacciones en redes sociales a través de esa comunicación gráfica, que en ocasiones resume en una frase, una imagen o un video, aprendizajes más aleccionadores que una cátedra especializada de un semestre de universidad o de posgrado, que me permito transcribir: “México no está dividido por un personaje o partido político. México está dividido porque te crees mejor que el otro, más listo, de otra clase, más educado y con derecho sobre los demás. Está dividido porque no se sabe entender las diferencias, no se escucha, no te ves en el otro”; palabras con las cuales me quedo en la deconstrucción de esta semana.
Y precisamente porque es cierto que, como estrategia bélica o política la división siempre se convierte en la mejor estrategia para mover consciencias y ganar adeptos, creo que en lo particular, conociendo bien a mi gente, arraigado que estoy en sus principios, valores y su cultura, del mismo modo en el que creo que nuestra historia ha demostrado cómo nuestra sociedad ha sido polarizada por nacionales y extranjeros, a final de cuentas también reaccionamos como una consciencia colectiva mostrando nuestra grandeza al mundo, que tanto caracteriza a las mexicanas y mexicanos como de las personas más amables, cariñosas y solidarias del mundo, no solamente con las grandes expresiones como las de los sismos, sino, en el día a día de familias enteras que se apoyan para salir adelante; con aquellos amigos, conocidos o familiares que se quitaron un bocado o que abrieron un hueco en el estómago para que comiera su vecino, vecina, compañera o compañero; con aquellas colonias que hicieron cochinito para pagar una boda, un funeral, una beca al extranjero, un viaje, o simplemente tuvieron un gesto de reciprocidad para la gente que les importa; esa es la faz que más me importa de mi país y sobre la cual, creo vehementemente que nuestra aportación positiva para el mundo es trascendente como país y como cultura.
Sin duda la globalización, el neoliberalismo y la digitalización vinieron a revolucionar la cultura mundial con la estandarización de procesos y la optimización de la productividad, al paso que la digitalización también encriptó nuestras interacciones sociales y estos ajustes conductuales se han transferido de manera vertiginosa a nuestra idiosincrasia, en la cual, este cambio que vivimos sin duda nos llena de añoranza del pasado, pero a la vez, dicha transformación es inminente aún cuando queramos escapar de esta nueva realidad, la cual se ha visto virtualizada de manera radical a través de los efectos del confinamiento generado por el COVID-19, al punto que hoy en día aunque añoramos el pasado de un par de años, desconocemos aún el alcance de nuestra metamorfosis.
Es así, que por encima de los miedos que en el ámbito político se han traducido en la revulsión mundial en torno a los proyectos políticos que giran de izquierda a derecha, y de derecha a izquierda, muchas veces sin pasar por el centro, la insatisfacción de la cual nos hemos vuelto presa no debe de obnubilar el alcance de lo que buscamos lograr como sociedad. Porque, a pesar de que nuestros miedos pudieran acelerar el paso hacia la toma de partido por uno u otro bando, y, en el marco de dichos movimientos los partidos políticos ganen, nosotros como sociedad seguiremos perdiendo, y por ende, tomando consciencia sobre el particular, los partidos políticos debieran apostar hacia los mecanismos que empoderen a la sociedad.
Por ello, resulta necesario buscar medios complementarios – a los taquitos al pastor- para que la comunicación fluya en nuestro entorno actual, no necesariamente para que la polarización desparezca, sino que, cuando menos las posiciones que se tomen en el ámbito de lo público se fortalezcan a partir de las tomas de decisiones de manera democrática, y para ello, no existe mejor opción que la transparencia y acceso a la información pública.
En ese camino, todas y todos somos corresponsables de hacer que esto funcione a través de los mecanismos gubernamentales y no gubernamentales, de intercambio de la información a fin de que, no solamente las personas tengan la referencia de dónde conseguir la información necesaria para ejercer un determinado derecho, sino de que las personas se apropien de los mensajes y de los instrumentos para poder participar de manera integral en los procesos de toma de decisiones, por ello, más allá de la divergencia de criterios requerimos de herramientas ágiles para localizar la información y no sólo para conocerla, sino para explotarla, al punto que si una ciudadana o ciudadano requiere un apoyo social, el acceso a la información se traduzca en particular en la recepción del apoyo, y, también para aquéllos que no lo tienen, con la certeza del periodo en el que les será proporcionado, o en su caso, con la definición de otros mecanismos que eventualmente le podrán ayudar.
Del mismo modo, puede ser el mecanismo a través del cual, los ciudadanos podamos uberizar la participación ciudadana y la gobernanza participativa, a fin de buscar que nuestras vecinas y vecinos se suban a las plataformas digitales y, a partir de ello, empezar a identificar cuáles son los criterios que exigen nuestra población en los ámbitos económicos, sociales y culturales.
Así, a través de una demanda y gestión eficiente de la información se puede coadyuvar con la participación política a fin de que los representantes gubernamentales estén en aptitud de demostrar a su electorado que han respondido a la confianza depositada a través del voto, e, inclusive, también evaluar a nuevos actores que incorporan propuestas innovadoras para resolver los problemas sociales, muchos de ellos que pueden empezar a incorporar y sumar voluntades a través de las herramientas colaborativas que provee el gobierno abierto.
Bajo ese escenario, la transparencia proactiva y focalizada puede cambiar realidades si no sólo los gobiernos son más transparentes, sino que, como ciudadanos logramos ser el conducto para que la comunicación gubernamental fluya correctamente, al empoderar a la ciudadanía con la información que necesita y que hoy, es más disponible, o, a transformar las realidades a través de un acceso a la información socialmente útil que involucra a las comunidades de manera activa en cambios positivos y, que, inclusive puede conducirles al desarrollo a través de la implementación de aplicativos tecnológicos que contribuyan al bienestar de la población conforme a las nuevas tendencias, como en el caso de las ciudades inteligentes que aprovechan el internet de las cosas.
Así, con una colaboración eficiente por parte del gobierno y la ciudadanía, el ¿qué nos toca a nosotros?, se limita en hacer lo que tenemos que hacer en nuestro entorno para no incurrir en la indolencia que provoca la división, que nosotros como sociedad hemos generado, al no voltear las necesidades de los otros más seguido.
Hasta la próxima.