TRATAR DE MEJORAR PARA PUEBLOS ORIGINARIOS SIGNIFICA MODIFICAR IDIOMA, VESTIMENTA Y USOS
Habitar la ciudad, significa adentrarse a un espacio de diversos elementos, en el que confluyen intereses, estilos de vida y ajetreos cotidianos que envuelven cada uno de los sentidos y por consecuencia, permea una mayor vulnerabilidad a aquellos que por razones de su origen, no son bienvenidos a las esferas que la conforman. Tal es el caso de los indígenas que para alcanzar un bienestar de vida, deben de migrar a la urbe.
En los pueblos cercanos a la capital mexiquense, se encuentran habitantes de pueblos originarios tales como: mazahua, otomí y matlazinca, los cuales debieron despojarse de sus bienes en su tierra natal, para lograr un estilo de vida que les permita una calidad de vida, especialmente en cuestiones económicas y educativas.
Sin embargo, la gran mayoría deben enfrentarse a retos impuestos por el sistema que confluye en la ciudad, que debido a ello, deben modificar no solamente sus usos y costumbres, sino su idioma y su vestimenta con la intención de no recibir rechazo de parte de los citadinos.
Aunque en el actual 2022, ya se cuenta con más apertura e inclusión hacia las comunidades indígenas, aún existen barreras tanto físicas como simbólicas, que impiden un correcto desarrollo integral de los migrantes.
En el pueblo de San Felipe Tlalmimilolpan, se ha demostrado con el paso del tiempo dicha inclusión, con la información traducida al idioma indígena, que permite la integración de las personas que por diversas razones habitan la zona.
El equipo de Poder Edoméx se desplazó al sitio, con la intención de hallar personas de aquellas comunidades y a pesar de que parecían las calles desoladas, se encontró a un grupo de niñas entre 5 a 12 años que para tratar de ayudar con la economía del hogar, vendían pulseras afuera de la Biblioteca “Pablo Neruda”, la cual recientemente fue abierta por el señor Alejandro Cuenca. Ahí, en la soledad taciturna, las niñas elaboraban de rosa, verde, amarillo y azul fosforescente, las pulseras que pretendían vender a cualquiera que por coincidencia, llegara al espacio.
Entre ellas, se encontraba Lucía, una niña de ocho años proveniente de un pueblo Mazahua, que por cuestiones laborales de su padre, tuvo que integrarse a la ciudad que desde el primer día de llegada le parecía inmensa. Comentó: “en este espacio me encuentro bien, porque la gente me trata mejor, tengo amigas con las que puedo jugar y aunque me costó hablar el español, ahora tengo oportunidad de estudiar”, mientras continuaba insertando cuentas de arcoiris en un hilo delgado.
Con emoción me mostró un anuncio hecho por el Ayuntamiento de Toluca en la puerta que detallaba la convocatoria para comunidades y comunidades pequeñas mazahuas, en la que resaltaban las palabras escritas en “jñatrjo” y le parecía un símbolo de alegría e identidad. “Nosotros cuando llegamos no teníamos cómo comunicarnos bien, mi papá aprendió el español en el trabajo y nos fue enseñando algunas palabras, ahora nosotros queremos enseñarle también a nuestros amigos”.
Según el Censo de Población y Vivienda 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía en 2020, el Estado de México registró 417 mil 603 personas de 3 años y más hablantes de lengua indígena, de los cuales 308 mil 587 corresponden a los pueblos indígenas originarios: mazahua, otomí, nahua, tlahuica y matlatzinca. De ellos, la comunidad mazahua tiene el registro de 132 mil 710 personas, considerándose el pueblo indígena con mayor población en la entidad. De tal manera, su inclusión representa un acto necesario para que el desarrollo integral de los habitantes pueda lograrse y aquellas barreras que impiden su integración sean erradicadas.
Mientras Lucía sonreía y explicaba con fruición el proceso de elaboración de las pulseras, detalló que desea crecer para contribuir con su comunidad y evidenciar que la comunidad a la cual pertenece es importante para la conservación de tradiciones del país.