TRES BRUJAS
No fueron brujas las que ardieron. Eran mujeres, mujeres que fueron vistas como muy bonitas, muy cultas e inteligentes. Algunas eran viudas o sin padre, tenían agua en el pozo, tierras, una buena plantación; otras no cedían ante la lujuria del reverendo. Mujeres que tenían una marca de nacimiento, mujeres que eran muy hábiles con la medicina herbal y tenían una fuerte conexión con la naturaleza. Mujeres que bailaban, pintaban, cantaban, escribían o dominaban cualquier arte, pero estaban en el mundo equivocado. Cualquier mujer corría peligro y el riesgo de ser quemada en el siglo XVII. Incluso, eran arrojadas al agua y si flotaban, eran culpables; y si se hundían y ahogaban, eran inocentes. La Illustracion Ibérica, 1885. Arturo Cárdenas.
¿Conoces la historia? Samuel Parris, reverendo de Salem, Massachusetts, había solicitado un salario por sustituir a otros ministros de Boston, pero se lo negaron. Por lo anterior, inició una conspiración relacionada con “el diablo” como medio para obtener la retribución, que consideraba, merecía. Un día, sus hijas, su sobrina y la niñera, cayeron enfermas con síntomas inusuales: sentían punzadas y escozor en el cuerpo; gritaban, lloraban histéricamente y se movían con torpeza. El médico, sorprendido, atribuyó los síntomas a la brujería, lo que aprovechó el reverendo Parris para sus oscuros fines. Las niñas acusaron a su niñera Tituba, de haberlas hechizado y ella, para librarse; imputó falsamente a Sarah Good, indigente embarazada y a Sarah Osburne, hacendada que gozaba de pocas simpatías locales, de estar involucradas.
Hoy, se cree que los síntomas corresponden a la enfermedad Fuego de San Antonio, común en la Edad Media. Esta, es producida por los alcaloides tóxicos del hongo cornezuelo, antiguamente triturado junto al grano de centeno, para obtener la harina con que se horneaba el pan negro. Dice Gail L. Schumann, de la Universidad de Massachusetts: Los enfermos que se encuentran bajo la influencia de los alcaloides del cornezuelo pueden sufrir convulsiones, accesos maníacos, parecer aturdidos, ser incapaces de hablar o padecer otras formas de parálisis o temblores, alucinaciones y otras percepciones distorsionadas. Estos comportamientos extraños han sido vinculados con el ergotismo durante la Revolución Francesa y con episodios de brujería en Europa y Estados Unidos, especialmente Salem, Massachussets.
El 29 de febrero de 1692, fueron arrestadas y juzgadas, las tres mujeres, ¿su delito? Brujería. Tituba, confesa de la práctica del vudú fue encerrada en el calabozo y las otras vecinas, fueron condenadas, no a la hoguera –como hemos leído tantas veces– sino a la horca porque la brujería era delito común en Inglaterra y sus colonias (caso de Salem).
Aquella, no fue la primera vez, ni sería la última.
Durante los siglos XV y XVII, Europa y sus colonias en América, se convirtieron en escenario de persecución, en especial, contra las mujeres. Las acusaciones eran algo cotidiano: mujeres que tenían disputas con sus vecinos, que estaban fuera de la tutela de un padre o marido, o no encajaban en los moldes sociales establecidos; mujeres con patrimonio o belleza, que no aceptaban los cortejos de la autoridad; algunas con problemas mentales; damas que curaban con hierbas, parteras, mujeres extrovertidas, o simplemente, aficionadas a la ciencia, las artes o las letras. Sólo en Europa, las condenas a muerte por brujería entre mediados del s.XV y XVIII, se sitúan entre 40,000 y 60,000, sin considerar, linchamientos ni las muertes producidas a raíz de las torturas infligidas para la confesión.
¿Por qué este ensañamiento contra la mujer, en una época de aparente auge de la cultura? Este párrafo del libro Hechicería, saber y transgresión de Alejandra Cárdenas, explica más de lo preguntado: “…De acuerdo con el discurso histórico de la modernidad, el varón blanco, adulto, joven, heterosexual y cristiano es el único poseedor del logos y, por tanto, poseedor de la única humanidad posible, mientras que la amplísima grama de la alteridad, es decir, la supuesta barbarie, representa la animalidad, el caos. Es por eso que se ve a las mujeres como hombres incompletos, las religiones no cristianas son interpretadas como prácticas diabólicas y los pueblos negros e indios como lo inverso de la civilización…”.
El miedo a desestabilizar el orden que apenas se mantenía en pie, en las colonias americanas, identificó a la mujer como una amenaza e ignoró el reconocimiento social del que, antes, había gozado. Ella había complementado al hombre, hasta ese momento, en su aporte a la familia y la comunidad; sin embargo, en aras del ideal moderno renacentista, se le negó el acceso a la educación formal y la participación ciudadana. El objetivo europeo de conversión, que disfrazaba la ambición conquistadora demonizó cualquier práctica mística, social y ritual americana. En su libro Calibán y la Bruja, Silvia Federici expone el caso de la condenada mexicana Silvestra Molero, acusada de reunirse en su casa con otras mujeres los martes y viernes, para realizar cosas consideradas supersticiosas como beber chicha, fumar coca y supuestamente, invocar al demonio.
Siglos después, diversas comunidades de mujeres americanas, han rescatado el legado de sus antecesoras, herbolarias, comadronas, científicas, artistas, letradas y estudiosas, quienes continuaron manifestando su vocación de sanadoras y gestoras de vida, atendiendo a sus comunidades y transmitiendo sus saberes en la clandestinidad, aun en las épocas más oscuras y a riesgo de sus propias vidas. Evidencia de tan entrañable vocación fue su negativa a tildar de acto diabólico, aquella resistencia a perder su herencia ancestral.
El catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Navarra, Jesús Usunáriz, sostiene que De una u otra manera, seguirá habiendo cazas de brujas, porque en el fondo, nos gusta mucho ser inquisidores. Valgan verdades, las acusaciones de los vecinos (las redes sociales de antaño), condujeron a la muerte a más brujas que la misma Inquisición y otros tribunales religiosos, por motivos y cantidades tan escandalosos, como vergonzosos. Creo que la memoria de cada falsa bruja, debe ser reivindicada aún de forma póstuma, como lo han hecho ya en Cataluña y Salem porque es una forma de empezar a reconocer y cerrar profundas y latentes heridas.
¿Qué opinas, tú?
Buscapie: Para quienes realizaron el ejercicio incluido en la columna del Lunes pasado: https://poderedomex.com/quien-es-el-dueno-del-pez/ ; el dueño del pez, es el vecino alemán.