Tuércele el cuello al cisne
Existe, se siente, se vive un marasmo generalizado; como si el sentimiento se fuera yendo o ya se fue, como si la idea se escuchara en el fondo del cerebro y la capacidad de asombro fuera suplida por la fría mecánica tecnología.
No es notable para las (los) legos del apreciar la trascendente que son la inmensa mayoría. No la ven, no la captan los que fueron ganados por el consuetudinario vivir que son casi todos.
Y es lo más grave: Mirar a un ciudadano solazarse con un Mac Donald trio y en contrapunto la reflexión vive arrinconada en el más oscuro rincón del cerebro.
De ahí, que no se aprecie lo óptimo y que lo pésimo sea lo que campee por sus respetos.
Fatal. El artista suplido por lo banal. Y el mismo concepto que falsamente engloba como artista a un (a) repetidor (a) de rolas gritonas.
Y al perderse el lúcido análisis crítico, se va también lo que nos hace distintos a los demás seres vivos del miniuniverso llamado Tierra: solo vegetar, están sin ser.
Haces que haces, nada haces ¿y eso?
Será hacer. ¡Claro! El quehacer de nada hacer.
Multitud caminando por la calle sin autos por la calle de Madero en CDMX. En los portales de Toluca, caminando rápido a incierto destino: los ojos sin brillo, rasgos de luz; pueden pasar junto a la maqueta de la Gran Tenochtitlán en la Estación Zócalo y nadie, ninguno (a) se queda un minuto extasiándose de glorioso pasado.
Yes, sólo la superficie, no mirar el interior de las cosas, como en el poema Tuércele el cuello al Cisne, de Enrique González Martínez:
Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje.
Que da su nota blanca al azul de la fuente.
El pasea su gracia no más, pero no siente el alma de las cosas,
ni el olor del paisaje.
Ahora sólo importa lo visible a los sentidos, el numen quedará ni sentirse.
Las cosas bellas ya cedieron ante un celular repleto de Tik Tok; la aventura de vivir se constriñe a no morir de hambre y hasta los sueños son pesadillas.
Lo vulgar e inane está en el turno y millones de vasallos lo aceptan.
Y lo peor: lo anteriormente dicho no se capta por la inmensa mayoría: cerebros robotizados, hábitos y costumbres ilógicas; dejar pasar lo que debía o loarse o castigarse y hasta lo aquí escrito, sólo unos cuantos (as) entenderán.
De aquí el aceptar que un Trump maneje parte del mundo, que se vea como normal la desigualdad económica y social, que el amor exprés –nos acostamos y adiós– y sólo borrar la serenata del conocer el personal interior.
Vivimos en un vagón del metro repleto, en donde nadie conoce al vecino (a) y solo espera bajarse en la estación Pino Suárez. Estamos y no. Vegetar en lugar de gozar la vista de la luna de Abril: ¿Para qué verla si el jugador X va a tirar un penalti?: el gol es orita, la luna ahí está, pero después del gol cuando nos acordemos la luna ya se fue.
Y si quieres comentar el trozo poético de Enrique González Martínez ¿Con quién si los vecinos están inmersos en la liguilla?
Y nos quedaremos sin subirnos al camión del arte y la cultura que raudo pasó y se fue.
No reflexionemos en porqué tanto pobre que nomás vino a sufrir y unos pocos que tienen de más, dejar pasar que las justicias humanas y divinas como en el beisbol a unos cuantos los ponga a batear en el campo de la vida con tres bolas a favor y a la gran mayoría llega con dos strikes en contra.
Si me miras la esencia de las cosas te parecerá normal el mandato de Milei, Trump, Novoa o si no ves la esencia de las cosas aceptarás que es normal no entender el Danzón No 2 de Arturo Márquez, los muralistas, la obra de Juan Soriano o la música de Lara o José Alfredo y preferir el decir musical de los y las infladas por la publicidad.
Y esto no tiene remedio. Se preferirá lo pésimo a lo optimo; la chatarra sobre lo que nutre, el ratero mayor en un yate, un notario, que por sólo firmar se queda con parte de tu casa, un artista que se emborrachó se llevará la portada de una revista leída por millones y unos comentaristas deportivos, ignorantes tendrán millones de videoescuchas.
Así es. El medio de comunicación se impone a la lúcida idea: dime quién te patrocina y te diré que penetración tienes: aunque digas sandeces y mentiras.
Y parece irreversible: si la esperanza son los jóvenes y niños, al hurgar en un hogar –nido vital– que educa en lo vulgar e inane y le deja el peso a una escuela que labora con obsoletos programas y en aulas con más de 50 entes… ¿Adónde vamos a parar? Y lo que priva e inseviliza más: los celulares y demás artilugios tecnológicos que se usan en superficialidades.
Fatal. Y sucedió: El Neoliberalismo más que robar, atrapó las mentes y les quitó la luz y además de que casi matan de hambre a millones, cortó el cable que conectaba con el arte, la ciencia y la cultura.
Se han dado cuenta que la TV comercial educa generaciones en el consumismo, pero ¿Quién anotó que les apagaron la luz a millones de cerebros que pedían y debían crear?
Y cosas obvias no se hacen: los tianguis, prohibir mensajes contra la patria, caer en el extremo de preferir sexo a capacidad, etc, etc.
A propósito, caí en el error de generalizar, pues en México hay mentes lúcidas que hoy en el triunfo político deben asumir que hay que retornar a los valores. Y no descartar el pasado con Rius, Jorge Saldaña, Tomas Mojarro y el monero Rogelio Naranjo… entre cien más.
Escribo lo leído porque es Ahora o Nunca, es el momento de atraer con todo a lo banal, corriente y dañino y debemos –ojalá el H. Gobierno lo continúe– continuar la revisión de lo que se estudia, fundar canales Televisivos Culturales, no subvencionar a Radio y TV dañina (si ustedes revisan Televisa, Reforma, el Universal, y TV Azteca, son los que más reciben publicidad del gobierno).
No se entiende que de plano además de las escuelas no se concientice el daño que ocasiona la comida chatarra que manda al hospital a millones, que gastaron además millones de dólares en esos alimentos.
La vida se nos va en un soplo divino de casi nada. Un efímero instante de luz, una brizna de polvo que navegó en el éter. Un pedacito de tiempo, que como vino… se fue.
No hay de otra: en lugar del marasmo generalizado del valemadrismo –que por cierto en política gracias AMLO ya no se da– viene lo fundamental: hallar de nuevo asombrarnos por las pequeñas grandes cosas de la vida.
SALUD.
