Vida e imaginación mexicana

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Una cosa es estudiar las piedras, la música, la pintura, los edificios, los bienes naturales y muy diferente es el estudio de las letras y las palabras. Gambusinos son todos los que buscan, sin duda, pero el hacerlo sobre la palabra es como buscar el oro de la creación humana y no sobre las vetas de oro, que cuando se encuentran están ahí, después de escarbar y escarbar o de filtrar el agua en un río para localizar las huellas de lo que refulge como un sol. Hacerlo sobre las palabras y las letras es una tarea harto difícil y a esa tarea se dedicaron Demetrio Sodi M. en el sureste del país y de Centroamérica, y nuestro Ángel María Garibay en el centro de la altiplanicie mexicana donde vino a ser el mayor estudioso e investigador de esa veta de oro que es la traducción de letras y palabras recuperando el espíritu y lo que han querido decir nuestras mayores culturas indígenas.

Escribe en La literatura de los aztecas el padre Garibay: No voy a hacer ahora la historia de la indagación, de que he hablado en diversos escritos míos. La bibliografía sumaria que pondré al fin de esta nota servirá a quien se interesa por mayores informes. En realidad, todo el siglo XVI y una parte del XVII estuvieron atentos a recoger materiales y más materiales en lengua azteca. Un mundo de gambusinos de la palabra, esos seres conscientes que comprenden que no todo se puede quemar, que hay que salvar de la quema de los bárbaros lo más que se pueda para saber a dónde se ha llegado, con quién se está tratando. Para quien nace con la vocación del filólogo, del traductor, del indagador de almas que sólo puede ser descubierta por la lengua que habla un pueblo, en esa tarea se puede vivir como ermitaño entre códices, pergaminos, libros, rosetas cuando es necesario, papiros o ladrillos con signos tan diversos, cuyo universo es tan dificultoso como el universo de los planteas, estrellas, cometas o vías lácteas y hoyos negros.

Sea obra colectiva o individual es admirable esta vocación humana. Escribe el padre Ángel María: Hay que destacar el hecho de Fr. Bernardino de Sahagún, que dedicó su vida a esta indagación. Él, más que nadie, reunió los testimonios de la cultura vencida, en la lengua de ellos y la lengua hispana, y aún había bebido en las fuentes de la cultura latina. Más que la obra de este franciscano valió el ejemplo y el método. Muchos imitaron su trabajo, que va desde 1530 a 1590, o un poco más tarde. Quién fue su maestro en esta vocación para el padre Garibay, ¿me pregunto?… sí claramente lo dice en sus palabras nuestro sabio toluqueño: Fray Bernardino de Sahagún lo fue, en su ejemplo y el método. De esta manera siguiendo las huellas del franciscano, Garibay se hizo en el siglo XX, un estudioso de la palabra de lenguas que en el centro de México habían labrado una cultura refinadísima, llena de imágenes y cosmovisión aún superior a la que alcanzaban los españoles, con todo y venir del viejo continente.

Por eso escribe, siempre con humildad y sencillez: De esa serie de testimonios en lengua nativa, honradamente traducidos, cuanto mis fuerzas me asisten, van aquí unas muestras. No todas las que fuera de desearse. Pero la brevedad, como en la abeja, da la miel, mejor que una abrumadora serie que nadie leyera. La intención de quién da a la luz estas publicaciones es que en el Continente nuestro se despierte y avive el sentido de la herencia de los pueblos que antes de nosotros pisaron los caminos y vieron la bella luz de nuestros soles mexicanos. El final del texto —aquí citado—, hace recordar en la palabra a Sor Juana Inés de la Cruz, al hablar de valles y lugares que vivió desde Nepantla en su infancia, pasando por Amecameca en la adolescencia, y llegando a ciudad de México, capital de la Nueva España: era tan trasparente el aire, que lo alcanzó a ver y pintar José María Velasco, en sus paisajes del Valle de México y la entonces capital del México independiente, que vino a resumir de manera magistral nuestro Alfonso Reyes el sabio con el título de su libro La región más transparente.

Con humildad nos cuenta el padre Garibay: he publicado la mayor parte de estos textos en otras de mis producciones. En ésta he revisado la versión y, a veces hecho, de nuevo. Lo cual no es signo de infidelidad. Muchos textos pueden traducirse de muchos modos. Según el fin. ¿Han acabado las versiones de Horacio, o las traducciones de los Salmos, para solamente dar dos ejemplos? El que es cuerdo sabe que no se puede dar en ninguna versión todo el contenido original. Por eso ensayan varias, para captar la belleza, o la exactitud científica, según los fines del estudio. Todo descubrimiento del pasado ha de tener muchas versiones, sea sobre piedra, pintura o mármol. Muchas veces ni el propio artista sabría definir lo que ha creado: me pregunto si Miguel Ángel ante su David, habrá podido decirnos de dónde tal belleza, de dónde tal perfección, de dónde el espíritu del mármol; de dónde la palabra David… pudo encerrar tal eternidad.

En ese deseo de hacer más fácil la lectura de complejas y difíciles investigaciones el padre dice: Divido mis textos en varias breves secciones. Poemas de carácter épico sacro. Poemas de tenor heroico. Poesías líricas, en las cuales escojo de preferencia las breves. Y como de los más bellos que guarda el tesoro azteca, algunos fragmentos de los consejos con que los ancianos adoctrinaban a los niños y a los jóvenes. El espíritu y vocación del padre Garibay al andar entre las cavernas de lenguas desconocidas, tiene mucho que ver con esa función de educar en el homenaje para el ser humano de todas las épocas y de su presente. Vean lo que pueblos originarios dicen sobre la guerra, sobre el amor, sobre la relación en familia, sobre las enseñanzas de los viejos a las nuevas generaciones. Todo aquí en el estudio de la humanidad, si esas lecciones que hablan las culturas en su historia y, las investigaciones que comprueban tales hechos, para decir al hombre y la mujer que no hay que topar con la misma piedra una y mil veces. Aprender del pasado es saber vivir sabiamente el presente.

El primer capítulo I, Testimonios Poéticos, En Poemas Sacros Épicos, aparece El Quinto Sol… “Cuatro años había ardido el horno sacro allá en Teotihuacan. / Y el dios de la vida [Tonacatecuhtli], y el dios del tiempo [Xiuhtecutli], llaman al lleno de llagas [Nanáhuatl] y le dicen: / —¿Qué están diciendo? ¡Hay dioses allí! Yo soy infeliz enfermo. / Llaman al dios que celebra su fiesta en 4-Pedernal. La luna es. Habla el dios de las lluvias [Tlalocantecuhtli] y habla el dios de los cuatro rumbos del mundo [Bappatecuhtli]. Ellos lo mandaron. / El dios llagado [Nanáhuatl] ya se pone a hacer penitencia: toma sus espinas de agave: toma su rama de abeto, se punza las piernas en sacrificio ritual y la Luna hace su penitencia. / Luego se va al baño y en pos de él va la Luna. / Su abeto era pluma de Quetzal y sus espinas eran de jade, y lo que echaba en el fuego eran también esmeraldas. / Cuando hubo acabado el periodo de cuatro días para hacer la penitencia, el dios llagado ya toma sus plumas y se pone las blancas rayas de la víctima del sacrificio. Ya se va a arrojar al fuego. / Pero la Luna aún está aterida, anda escupiendo por el frío”.

Todo un mundo de imaginación. En eso el investigador con alma de literato desarrolla al unísono la imaginación propia para entrar al mundo metafísico, donde todo es posible y es real. El padre Garibay, me lo imagino, en estos momentos de investigación y traducción de signos es cuando deja volar más, mucho más, la cualidad del imaginista para darnos en nuestra lengua una perla invaluable. ¿Así hablaban los aztecas, pregunto? ¿Así imaginaban esos hombres de piel morena, de obras de incalculable valor para el patrimonio cultural de la humanidad en sus piedras, en sus obras pictóricas, en sus palabras de jade y esmeraldas? ¿Qué nos dicen las culturas originarias, sólo en el lenguaje de uno de los penachos de Moctezuma o Cuauhtémoc?… El trabajo del padre Garibay es de tal belleza, que cada escrito que nos hace llegar en lengua azteca o náhuatl, comprueban que su mundo era el mundo de los hombres nacidos para vivir en creación permanente. Genios que la humanidad no se dan tan seguido, y que pasan, sí, como cometas iluminando todo.