Y SIGUEN LAS PROSAS…

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En el texto Poesía de Don José María Heredia, publicado en el periódico El Águila Mexicana, de la época, en el año de 1826, se cita a Heredia en momento que sólo tiene 23 años de vida. Para entonces es un decidido viajero que conoce el norte cercano a México, el Caribe y hasta Venezuela. Es un joven de mundo, un hombre culto que seguramente despertaba admiración en todo aquel que le conocía. En la edición que cito se dice: Pasar de las arideces de la gramática y de las rígidas verdades de la geometría a las risueñas ilusiones de los poetas, es lo mismo que estar en un vergel ameno y florido bajo un cielo despejado y brillante, después de haber estado contemplando las misteriosas sinuosidades de una caverna donde la naturaleza ha ocultado algunos de sus secretos primeros. Es de pensar cómo una patria que apenas tenía 5 años de haber nacido se expresaba así en el papel periódico. Quiénes eran los nuevos intelectuales de México que en el seguir al poeta le hacían un texto que ahora nos habla de su fama que bien merecía a pesar de su juventud.

Dice la publicación: Aun cuando el ligero examen que hemos hecho de las dos obras precedentes hubiera dejado en nosotros impresiones tales que nos hiciesen sentir la necesidad de remplazarlas con otras más agradables, los versos del Sr. Heredia serían bastante juveniles, pues como él mismo dice contaba sólo con diez y siete años de edad en 1821, versan sobre asuntos dignos de todo el seso de la virilidad filosófica en cuanto a pensamientos y de un estro más formado en cuanto a la versificación y al colorido poético. Año de 1826, para entonces José María ha compuesto en diciembre del año de 1820 su poema que según estudiosos es la mejor poesía creada por el cubano: En el Teocalli de Cholula, cuyo título se reconoce como Fragmentos descriptivos de un poema mexicano y que es citado por el estudioso Guillermo Schmidhuber de la Mora en el texto José María Heredia sus años en México, publicado por el gobierno del Estado de México en el año 2017.

Es interesante leer el panegírico, si así lo puedo llamar, pues en el revisar las fortalezas y debilidades en los poemas del cubano, nos deja una lección de la cultura poética que acompaña a Heredia en tan sólo 23 años, dice: No sin embargo los de esta clase los que en nuestro concepto recomiendan a este joven alumno del Parnaso Hispano-Americano, porque siempre que se entrega a este género, se le ve con más frecuencia desviarse de la naturalidad, e incurrir en aquella hinchazón pegadiza de la escuela moderna adoctrinada por Cienfuegos. Entonces imita más a éste que a Quintana, a quien también se conoce que no pierde de vista, y no pocas veces toma con la facilidad de un joven dotado de órganos blandos y dóciles a las últimas impresiones, ya el tinte melancólico y severo de Mr. La Martine, ya el tono lastimero y profundamente tierno de Chenier, ya el vuelo atrevido aunque algo penoso de Casimiro de la Vigne. Otras veces pasa de repente a suspirar amores y ternezas con el culto a Tibulo, el ardiente Propercio y el derretido Ovidio, ya tal cual rato se aparece desde lejos a Meléndez, cuando, olvidado de la paloma de los Filis, y de los placeres del amor y del campo, canta los astros, los divinos tributos, y los preceptores morales. No ha de ser extraño que al paso de los lustros José María Heredia sea un educador de los más cultos que haya pisado la ciudad de Toluca en aquellos años en que se ha de fundar en 1828 el Instituto Literario del Estado de México.

Al repasar todos esos nombres como presencia en las letras del cubano nos lleva a pensar que él, no sólo aprendió de las diversas realidades en que visitó por motivos de trabajo por parte de su padre. Ese vagabundear por las costas y nuevas ciudades del nuevo mundo, forjaron una conciencia que no perdió la brújula: le formó como un democrático a toda prueba, y sus experiencias teóricas y prácticas en el escribir poesía, que le convierten en el joven poeta que todos reconocen en su paso por la capital del estado de México.

Son aquellos tiempos que a sólo 13 años antes de su fallecimiento, no sabe el reseñista y crítico de El Águila mexicana, del 19 de junio de 1826, bien a bien sobre quién está tratando el periodista literario; por ello dice, creyendo que está ante un jovencito, que no encuentra el camino. Cuando lo primero que se pide a quien desea escribir poesía: que lea poesía a toda hora, que la lea con pasión de amante, sin tomarlo como una actividad banal y sin algún objetivo de vida. Leo en el texto del periódico de la época: Esta variedad en las poesías del Sr. Heredia manifiesta la flexibilidad de su talento, pero al mismo tiempo anuncia también que su carácter poético no se ha formado todavía y anda errante, cual de flor en flor la mariposa, sin haberse fijado en un sistema resueltamente. Por eso se le ve en todos fácil imitador, pero con una especie de inseguridad que a veces se resiente hasta su versificación, aplicadas de trecho en trecho con tal cual mancha resultante de la dureza o flojedad del verso, de algunos arcaísmos y neologismos, y de aquellos cortes del metro, con los que intenta suplir algunos la concisión y la energía en prejuicio de la sintaxis y del carácter de la lengua castellana.

Para esos 23 años los escritos de Heredia ya son material que se estudia y se lee con simpatía o antipatía, formaba parte de la personalidad del que en pocos lustros haría una vida ejemplar por sus realizaciones, por los movimientos permanentes, pues no fue un afortunado al que los puestos en la burocracia le duraran decenas de años. Saltó de un sitio a otro, como administrador, como jurista, como poeta, como político, como demócrata. Y eso que señala su crítico en el periódico referido quizá sólo era lo que intuía con acierto, pero sin saber que está ante un genio que por sus obras sorprende al revisar todo aquello en lo que participa. ¿A qué horas leía este estudioso de la vida y de la jurisprudencia, de la historia y la cultura, de la independencia de su pueblo y de la democracia del nuestro?…

Entre liberales y conservadores es el texto de Enrique González Vargas sabio profesor de la Universidad Autónoma del Estado de México nacida en 1956. Jurista reconocido y muy querido educador, escribe el libro El Instituto Literario del Estado de México en la época de Ignacio Manuel Altamirano, publicado por la UAEMéx en el año de 1988. En él señala el nacimiento de estos institutos que expandieron la cultura a la mirada de jóvenes en el naciente país, él expresa: Cuando en 1827 nuestra Constitución del Estado se empeñaba en fomentar la enseñanza, cumplía con el mismo principio que había consagrado a la Constitución de la República en 1824, o sea el de fomentar la instrucción y establecer instituciones para la enseñanza de las ciencias exactas y naturales; lo mismo que para las ciencias morales y políticas y la de las Bellas Artes y las lenguas. Pero esta obligación fue cumplida por los Estados de la Federación en fechas diversas empleando, en casa caso, procedimientos distintos: Veracruz en 1825, Oaxaca y San Luis Potosí en 1826, Chihuahua en 1827 y Guanajuato y el Estado de México en 1828, y otros estados, en diferentes fechas. Al estudiar los hechos de los institutos, que tuvieron diversos nombres y son origen de las actuales universidades. En este texto que citamos el jurista y maestro de la UAEM recuerda que había diferentes visiones educativas e ideologías: En general, los institutos de provincia se dividieron en tres tipos: uno en el que caben los estructurados bajo un plan de estudios con propósitos radicalmente liberales; otro en el que se dio una participación docente a personas de formación conservadora, sin que dejaran, por ello, de intervenir liberales notables, y otro más, en el que plenamente se autorizó, y aún se obligó, a los antiguos seminarios, a hacerse cargo de la misión educativa. José María Heredia participó de la época liberal en Toluca. Su presencia, al igual que la de Ignacio Ramírez El Nigromante, fue motivo de molestias y ofensas de conservadores aldeanos que en el altiplano no les querían.