¡Ya estuvo!
Cuando creímos que lo habíamos visto todo, la realidad otra vez nos supera; es indignante la forma tan burda en que personajes –que debieran proceder con el ejemplo– hacen alarde de su falta de educación, su corriente accionar y lastimosa comunicación.
Es inconcebible que un funcionario público, sea capaz de escribir o compartir mensajes que, no sólo atentan contra la dignidad del otro, sino que eventualmente pueden tipificarse como agresiones por lo soez de su construcción.
Dos botones de muestra; en el primero, a través de redes sociales –Twitter– el subsecretario de Energía, Sergio Saldaña Zorrilla compartió un mensaje que literal decía que la narco marrana no va a renunciar por sí misma, haciendo referencia a la Presidenta de la Suprema Corte; prueba cabal de que el sujeto en discusión deja mucho que desear como funcionario, como servidor público y como ser humano.
El otro caso lo encarna quien fuese una gloria de nuestro deporte; nadie puede negar la calidad de atleta que fue Ana Gabriela Guevara, sus méritos le ponen en un lugar especial en la historia nacional, pero es evidente que, como titular de la Comisión Nacional del Deporte, ha dejado mucho que desear y su desempeño ha sido, de menos, controversial.
Tras el gran desempeño de la selección nacional de natación artística, sin apoyo gubernamental de por medio, tuvo el tino de declarar que las atletas eran una mentirosas y además deudoras; cuando se le recordó que las nadadoras tuvieron que vender trajes de baño para costear su viaje, lejos de mostrar sensibilidad, en una actitud insensible, literal respondió que por mí que vendan calzones, que se pongan a vender Avon, Tupperware y todo lo que existe en el mercado de ventas.
¿Hasta cuándo entenderemos que somos lo que decimos?, ¿Cuándo acabaremos por entender que esos detalles son los que permiten entretejer un perfil?
El ejercicio del poder conlleva una gran responsabilidad, cualquier texto sobre liderazgo nos enseña que es importante convencer para lograr las metas, que es toral favorecer buenos entornos para construir cosas; actitudes como las del sujeto referido resultan incomprensibles, intolerables y francamente corrientes.
Tan o igual de preocupante, que ninguna autoridad superior en el gobierno federal, del mismo gobierno que repartió a diestra y siniestra la Cartilla moral de Alfonso Reyes, haya rechazado el hecho; pareciera que las críticas nada más se aplican para los que son adversarios, ¿Qué raro, no?
Tener un cargo público, poseer un poco más de conocimiento, nos obliga a ser humildes; no es desde la soberbia como se consiguen los acuerdos, no es a través de la agresión como se resuelven los problemas, no es con patadas de ahogado como podemos lograr atención de nuestros interlocutores.
¿En donde están los jefes de estos funcionarios?, ¿Cómo se les permite declarar semejantes barbaridades sin, al menos, una llamada de atención?
Entre más elevado el tono, mayor el riesgo de conflicto; no hay nada que justifique un resbalón de este tamaño; en cualquier otro país, por mucho menos que esto, los funcionarios han tenido la decencia de presentar su renuncia.
¡Ya estuvo!, ¿Quién puede poner un alto a estos pseudo funcionarios?
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