Aspiración anual
Como suele ser en los primeros días de un año nuevo, todos tenemos decenas de propósitos que, al cierre del ciclo de trescientos sesenta y cinco días, al igual que en la mayoría de los años anteriores, quedarán en eso, propósitos.
Desde bajar de peso (probablemente uno de los más comunes) hasta ahorrar lo suficiente para hacer ese viaje que tanto hemos pospuesto; siempre con todas las buenas intenciones, pero con muy poca voluntad para hacer algo.
Lo primero que debiéramos hacer es ser realistas; es imposible que logre reunir dinero suficiente para un viaje al extranjero si mi salario apenas me ayuda a cubrir las necesidades básicas, si bien se vale soñar, también se tiene que comprender que el recurso es finito y de nada nos sirve encapricharnos con algo que probablemente no suceda.
Lo segundo es establecer un plan de acción para cada propósito; es decir, si deseo culminar mis estudios profesionales, esto significa que haré todas y cada una de las actividades que me ayudarán a cumplir con esa meta: comenzar a escribir mi tesis, verificar que todos los requisitos académicos y administrativos sean cubiertos en tiempo y forma, por citar solo dos ejemplos. Suponer que porque lo deseo con mucha fuerza se logrará, no necesariamente es garantía de que así suceda.
Tampoco podemos esperar resultados inmediatos; si tengo algunos (o muchos) kilos de más, no debo suponer que con tres días de ejercicio regresaremos a esa figura anhelada. Los proyectos se toman su tiempo y debemos aprender a ser constantes y pacientes para encontrar lo que deseamos.
Los propósitos, además, deben contribuir a un crecimiento personal, siempre debemos preguntarnos ¿por qué? y ¿para qué? es que deseo cumplir con una meta en lo particular; si la respuesta me lleva a la superficialidad o al vacío, es claro que no se trata de prioridades importantes sino de ocurrencias transitorias que incluso una vez alcanzadas no favorezcan mi crecimiento o un mejor estado de ánimo. No podemos ser vacíos.
Esto significa que debo conocerme lo suficiente para saber hasta donde soy capaz de llegar; si en otras ocasiones no he logrado cumplir con esas expectativas, probablemente ya asuma una postura de negatividad que de manera inconsciente me impide avanzar en su consecución. Todo propósito es alcanzable, siempre que lo mejor de nuestras capacidades se enfoquen en conseguirlo.
La realidad es que, con el cambio de calendario, todos nos inyectamos de esa aspiración anual en la que la mayoría de nosotros nos motivamos para emprender nuevas metas o alejar de nuestra vida viejos y malos hábitos.
El riesgo radica en que con la misma ilusión que los ponemos en marcha también los abandonamos mucho antes de alcanzarlos o incluso de que acabe el primer mes del año; esto nos debe obligar a asumir una postura más confiada en nosotros mismos, que debe emanar del deseo, cierto, pero también de una verdadera voluntad por modificar lo que sea necesario.
¿De que lado de la balanza nos encontramos?, ¿Qué hemos identificado de nuestras vidas que debemos erradicar?, ¿Qué tan dispuestos estamos para hacerlo?
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