Bofetada social
En este mismo espacio hemos dejado claro que nos encontramos en un momento complicado para las relaciones humanas: cero empatía, cero tolerancia, cero consciencia.
Lo sucedido en la última entrega de los Premios de la Academia, cuando el ganador del Oscar, Will Smith, tuvo el temple para salir de su asiento, recorrer todo es escenario, colocarse frente al comediante Chris Rock para acabar soltando un golpe porque no estuvo de acuerdo con un pésimo chiste, refleja el grado de agresividad con el que algunos gustan manejarse.
El comentario de Rock, sin duda alguna, resultó fuera de lugar, pues hacer mofa de un problema físico de otra persona, resulta bajo y de pésimo gusto; pero nada legitima hacer uso de la violencia como herramienta para la solución de problemas.
Nos hemos olvidado de los protocolos, del deber ser en los distintos espacios de interacción; somos incapaces de mostrar respeto por el otro y ya no existe la voluntad por buscar los mecanismos para evitar escalar los problemas. Estuvimos tanto tiempo en esa burbuja, que existe la falsa sensación de que todo aquello que suponemos nos afecta emana de la mala voluntad del otro y de un deseo por jodernos la vida.
El tiempo se agota, la intolerancia sigue ganando terreno y estamos olvidando que todos estos problemas pueden y deben ser prevenidos en el espacio más idóneo para ello: casa.
Desde casa enseñamos a nuestros hijos las rutas equivocadas; les hacemos creer que son perfectos y que son únicos en el universo, les modelamos que a través de amenazas y gritos podemos conseguir lo que queramos, les mostramos el camino de la tranza como sinónimo de talento, les invitamos a que mientan con tal de justificar lo injustificable.
De la misma manera, el adulto, en el papel maduro e inteligente, toma como cierto todo aquello que sus retoños le comentan, sin siquiera un pequeño esfuerzo para discernir la verdad, indagando sobre la veracidad del esos dichos; peor aún, capaces de verbalizar a los cuatro vientos que yo le creo a mi hijo.
La reacción de Will Smith, es una bofetada a la sociedad, es una muestra lúdica de lo que hemos permitido con el paso de los últimos años, es la consecuencia de la inacción ante la ofensa y la evidencia del resquebrajamiento humano que define a la nueva normalidad.
Urgente educar desde la verdad, desde la honestidad y desde la ética; casa y escuela deben tomar el asunto en sus manos.
La fórmula es muy sencilla: hacer que los hijos y alumnos se hagan responsables de sus acciones, no justificar conductas inapropiadas, favorecer la tolerancia a la frustración, romper con la idea de que son perfectos, enseñarles a que afronten sus miedos, enfatizar el sentido de la verdad y escucharles para detectar cualquier dejo de agresión, depresión o insatisfacción.
Por otra parte, padres y docentes deber actuar en consecuencia, dese tiempos ancestrales, epístolas como las de Timoteo versaban: es necesario que el obispo (orientador) sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas (no sólo las económicas), amable, apacible, no avaro.
Hoy día preferimos actuar sin ética, sin probidad, engañando y mintiendo al otro; eso mismo modelamos. Después no nos quejemos si seguimos recibiendo bofetadas literal y metafóricamente.
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