Breve incursión en la psicología de las relaciones interpersonales. (Primera parte)
Comencemos pensando que cuando hablamos de hombre nos referimos a una especie gregaria, que vive en grupos y que en situaciones normales está involucrado en una gran cantidad de relaciones interpersonales. Ahora bien, hay que decir que desde una perspectiva filogenética, esto de ser en grupo es condicionante del éxito como especie. De tal suerte que nos ha permitido subsistir y además desarrollarnos en tanto una cultura y una civilización con avances tecnológicos por lo que podríamos hablar de eficiencia. Sin embargo, más allá de que el vivir en grupo sea una ventaja evolutiva, el hombre en tanto persona requiere desde un principio de las relaciones interpersonales.
Así es que tenemos que la mayoría de las alegrías y de las penas de las personas tienen que ver con sus relaciones interpersonales. Inclusive aún si pensáramos desde un punto de vista negativo o desfavorable, en el cual nuestras relaciones sólo fueran una fuente de sufrimiento, existe un requerimiento de relacionarse, pero como una vía fundamental para regresar al bien estar. Por lo tanto, vivir en grupo y relacionarse con los semejantes no es solo ventajoso, sino que es necesario.
Hemos hablado que se trata de una necesidad básica, pero qué entendemos por ello. Por ejemplo, entre las necesidades básicas del ser humano podemos destacar las fisiológicas, como respirar, comer, beber, dormir. También hay que considerar las afectivas, entre ellas de contacto físico, de intimidad, de pertenencia a grupo, así es que requerimos de las relaciones interpersonales. Hay que decir que las necesidades afectivas han de satisfacerse desde el comienzo de la vida. Esto implica que cuando no se cubren, puede haber consecuencias negativas para la persona.
Hay que considerar que cuanto antes sea el déficit en el curso de la vida, mayor es el efecto del mismo sobre la persona. El efecto es afectivo y repercute en la personalidad. No obstante, en los niños pequeños puede costarles la vida. Para los niños pequeños es tan importantes como la comida, el contacto físico y la estimulación sensorial. El déficit afectivo es el causante así mismo de patología a lo largo de la vida, tanto mental como física. Todos tenemos que afrontar una serie de retos y dificultades a lo largo de la vida. El apoyo social es un recurso más, muy importante, del que disponemos para afrontar esos retos y dificultades.
Ahora bien, en el mundo existen objetos y personas. El ser humano se enfrenta en su día a día a ambos elementos. Es importante tomar en cuenta que la preocupación científica sobre el desarrollo cognitivo socioemocional, el mundo de las personas, ha sido muy tardía si se compara con el interés por la comprensión del mundo físico. Sin embargo, la capacidad de interactuar con nuestros congéneres, así como que el cerebro procese las conductas de otros humanos, constituye un logro impresionante de la especie. Estas destrezas son las que, por ejemplo, nos permiten comunicarnos y alcanzar a utilizar herramientas tan competentes como el lenguaje. Por otra parte, cuando se ejercen acciones sobre el mundo físico, sobre los objetos, hay que referirse al desarrollo cognitivo, esto es así ya que el enfrentamiento de situaciones nos expone, en diferente etapas, a dificultades que la mente intenta resolver. Por ejemplo, el bebé de pocos días que chupa vigorosamente un chupete y rechaza chupar una manta es debido a que su inteligencia aprende que, entre los objetos, los hay susceptibles de ser chupados, es decir, su efecto es agradable, y no chupables que implican una vivencia desagradable, como ocurre con una manta de abrigo, por ejemplo. Durante todo el desarrollo, se tenga la edad que se tenga, nos enfrentamos a gran cantidad de objetos que logramos controlar, dominar, utilizar… o no.
Los objetos no tienen que ser necesariamente materiales y presenciales, como el chupete o la manta en el bebé, a partir de los dieciocho meses, y de forma cada vez más compleja, suelen ser ya representados, puede ser el caso de palabras, fórmulas, signos, o notas musicales. Ahora bien, ya en el marco de las relaciones interpersonales se adquiere la capacidad mental de pensar sobre lo que piensan los demás. A esto lo podemos ya denominar como Teoría de la Mente ya que estamos hablando de un sistema de inferencias que formulamos mentalmente para hacer predicciones de la conducta de los otros. Esto significa que se hace referencia al acrónimo, a la capacidad de los seres humanos para, en algún momento de su desarrollo, ser capaces de atribuir a los demás y a sí mismo estados mentales y, con base en ellos, tener la competencia suficiente para explicar y predecir la conducta del otro. Así es que a partir de acá, interpretamos estados emocionales, intenciones, deseos y creencias de los otros.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que, aunque el niño o niña lleva un largo periodo previo de comprensión de realidades pretendidas, no será hasta el final de los tres años cuando se observan indicios sobresalientes de compresión del mundo de los estados mentales de del otro. Ajenos. Entre los cuatro y cinco años los niños y niñas superan con éxito las pruebas estándar de la Teoría de la Mente, siendo la más importante y significativa la denominada de falsa creencia, la cual tiene que ver con la predicción de la acción de un personaje basado en su creencia errónea, inhibiendo la respuesta real, de esta forma serán capaces de dar razones verbales, por las que describen las atribuciones que hacen sobre los demás. Esta sofisticada actividad del pensamiento se mantiene durante toda nuestra vida.
