Breve incursión en la psicología de las relaciones interpersonales. (Segunda parte)

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Sin duda alguna, a partir de los nueve o diez años la persona ya es capaz de comprender aspectos mentalistas más complejos relacionados, por una parte; con el lenguaje, como las ironías, las meteduras de pata o los dilemas morales, pero por otro lado, hay que considerar la comprensión de emociones secundarias simultáneas y de valencia opuesta, o la distinción de apariencia y realidad emocional. Así que es de gran importancia estar claros en qué tanto, los estados mentales, los deseos y creencias constituyen la base de la acción humana. En ambos casos estamos hablando de un requerimiento para explicar nuestras acciones. Si hablamos de los deseos hacemos referencia a lo que tiene que ver con la naturaleza personal e interpersonal, esto es, deseamos éxito, riquezas, posesiones, para nosotros y para los otros. Así es que deseamos, por ejemplo, lo mejor  o feliz año nuevo, fórmulas de cortesía o frases hechas de adultos que se han mimetizado para facilitar la convivencia y la interacción. Sin embargo, no hay que perder de vista que los deseos parecieran señalar la ausencia de, y es a partir de ahí que sentimos emociones positivas cuando tenemos éxito en conseguir lo ausente, pero se convertirán en negativas si no lo logramos.

También hay que tomar en cuenta que los deseos implican algo global ligado a otros procesos mentales de tal suerte que, por ejemplo: deseamos comer como respuesta a una necesidad básica, pero no cualquier cosa y no si estamos a dieta. Ahora bien, de lo planteado acá surge de manera común en las relaciones interpersonales la frase de yo necesito tal y cual, posiblemente tomando como punto de partida los mismos deseos y, claro está, las motivaciones para lograr las metas planteadas en los deseos.

Sin embargo, hay que distinguir entre necesidades y deseos para entender el desarrollo individual del hombre. Esto es, ya que el hombre se desarrolla cuando aprende a desear o a querer aquellas cosas que también necesita a razón de que podamos modificar nuestros deseos para que se empaten con nuestras necesidades. Entonces, una estrategia diferente implicaría ir en contra del bienestar y sería perjudicial para el desarrollo interpersonal. Así que, como un primer paso vamos a requerir definir el papel de las necesidades en cualquier teoría del valor, lo cual consiste en explicar lo que ese término promete y los problemas que presenta. Comencemos señalando que el término necesidad posee un tono de importancia si se lo compara con el de deseo. Es decir, una afirmación expresada en términos de necesidad parece más importante que aquella que utiliza deseo, Sin embargo esto implicaría que la persona sólo podría necesitar algo para un propósito o una meta. Si esto fuera así, toda referencia a necesidades humanas sería equívoca ya que las necesidades serían siempre relativas a un propósito.

Si todas las necesidades fueran instrumentales, el concepto de necesidad no podría apoyarnos a evaluar nuestros deseos y metas. No se podría preguntar si algunas metas y propósitos satisfacen nuestras necesidades mejor que otras, porque todas serían relativas a un propósito o meta. Debemos comenzar cuestionando si todas éstas son instrumentales (en función de una meta). La respuesta debería ser un rotundo no. Esto es, el implicaría  que la respuesta es semánticamente inadecuada y que, a pesar del hecho de que todas las necesidades son condiciones necesarias, no lo son para unas metas o deseos. Esto nos lleva a que no todas las necesidades son instrumentales. El verbo no-normativo necesitar solamente nos señala un requisito o una condición, y por lo tanto no implica la idea de que se deba cumplir el requisito, así como no implica que el fin en cuestión sea indispensable. Está reflexión de carácter semántico y argumentativo tiene la intención de señalar que lo verdaderamente relevante en tanto acción humana como tal, lo que debería tener como fundamento, es a lo que hace referencia la famosa frase de la Madre Teresa de Calcuta: El que no vive para servir, no sirve para vivir. Está es una esencia básica para el desarrollo de las relaciones interpersonales que escapa de toda la semántica y retórica de los deseos y necesidades como motor de metas y motivaciones. Diremos entonces que cuando se denomina a una persona como servil, hay que referirse a quien sirve con la intención de sacar provecho de una situación; en cambio, se dice que una persona es servicial cuando colabora de forma libre y voluntaria en favor de alguien. Entonces el servir en tanto esencia de la acción humana y columna vertebral de la relación interpersonal es un compromiso que se asume en libertad y con la disposición para dar apoyo al otro.

Para continuar en la misma semántica del deseo y la necesidad hay que hablar del servicio en tanto el objetivo de satisfacer una necesidad o un deseo al otro. Sin embargo, hay que estar atentos que en ocasiones nos encontramos con deseos y necesidades que en realidad obedecen a recompensas secretas de las personas que fuera de compromiso solo buscan generar ayudas, pero buscando siempre un beneficio propio, a veces estas recompensas secretas parecieran ser superiores a las obtenidas cuando se tiene el compromiso del servicio, pero en realidad es solo una ilusión. Hay que estar claros en que la dignidad de la persona se confirma y se desarrolla a través de su comportamiento humano refiriéndonos a éste como todas las acciones de las personas en relación a su entorno, es su respuesta a los estímulos que recibe. Su condición racional le permite tener conciencia de si mismo y de su mundo, y por ende del otro. De esta manera se tendrá la capacidad de transformación. Esto implicará la capacidad de adaptarse al medio ambiente que lo rodea, su dominio trasformador es lo que lo diferencia de otras especies vivientes. Se trata de controlar su entorno y mantener su equilibrio interno, de esta manera, cubre su necesidad de sentirse seguro y protegido. Ser consciente de su vulnerabilidad lo posibilita a modificar, en la medida de sus capacidades, los eventos fortuitos que se le presentan, a fin de prevenirlos y anticiparse, por eso estudia y analiza sistemáticamente su mundo.

Por la interacción entre su medio ambiente y su yo interno, estructura su pensamiento y elabora formas de expresión que le permiten lograr su defensa y adaptación que revelan el avance de evolución logrado. Sin embargo, de forma individual se vivencia un nivel de desarrollo diferente, que dependen de su historia de vida, posición social, económica y cultural, así como sus creencias valores y otras influencias, determinan su diferencia individual. El comportamiento humano se va modificando conforme a las vivencias e interacciones como respuesta a las demandas internas y externas que va experimentando a lo largo de su vida. Aunque los sujetos presenten características similares de personalidad, las experiencias e interacciones vividas son diferentes por lo que no se pueden predecir comportamientos iguales. Sin embargo, la condición humana tiende a tener una estructura común en circunstancias específicas.