CASA DEL POETA “RAMÓN LÓPEZ VELARDE”

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Es la Casa de todos los que amamos la poesía. Es un lugar único ubicado en la legendaria Colonia Roma de la Ciudad de México. Ubicada en la Avenida Álvaro Obregón # 73 —es lugar de peregrinación—, por dicho sitio han pasado en la última década del siglo pasado y las dos de este siglo XXI los mayores creadores de nuestros mejores versificadores: José Emilio Pacheco, Alí Chumacero, Raúl Zurita, Jorge Bucay, Otto-Raúl González, Arturo González Cosío, Eduardo Lizalde, Elsa Cross y Raquel Huerta-Nava; o quienes por generación son                —después de Efraín Huerta, Octavio Paz o José Revueltas— poetas nacidos años después de la década de los cuarenta: Marco Antonio Campos, Francisco Hernández, David Huerta, Vicente Quirarte, Bernardo Ruiz, Miriam Moscona y, decenas de otros nombres, que hablan de poesía como vocación de vida.

 

Igual hemos ido, aquellos que buscamos en versos de otros el aprender y sentir el lenguaje que en voz de Guillermo Fernández García lo expresaba así: poesía cual desnudez del alma. Casa del Poeta es el legendario lugar donde vivió los últimos 7 años de vida el poeta de Jerez, lugar de la ciudad que es leyenda. En aquellos años de la vida de Ramón —ciudadano surgido de la clase media—: viene a la urbe señorial para buscar un mejor destino, al querer forjarse como mexicano del siglo que trae consigo la revolución social más importante a inicios del 1900. Ahí, en ese sitio que hoy es meca de la poesía mexicana, se detuvo Ramón López Velarde, para tratar de aferrar a la nueva ciudad. No es más expresión de la admirada Ciudad de los Palacios, forjada en sangre y sacrificio de indígenas durante casi 300 años de coloniaje español. Espacio emblemático es la Casa del Poeta Ramón López Velarde, institución que debemos proteger ante la irresponsabilidad de funcionarios —que ignorantes o por mala fe—, desde 2019, y en particular en el año de la Pandemia, el 2020, o ahora en este 2021, dejan sin recursos económicos y materiales para su serio manejo administrativo y operativo en la tarea de la difusión poética.

 

Pocos y emblemáticos los hay en nuestra patria, por ejemplo: el Centro Cultural Sor Juana Inés de la Cruz en Nepantla, México, o la Universidad del Claustro de Sor Juana en Ciudad de México. Por ello, este punto, que en la Colonia Roma ocupa tres edificios es zona donde se respira el alma y sensibilidad del poeta zacatecano pues en uno de los tres edificios vivió con sus familiares. De aquí el recuerdo en celebración de centenario de su fallecimiento. Leo el relato de Alondra Flores Soto en La Jornada, de Ciudad de México, dice: En la que fue su última morada, evocan con ofrendas de palabras a Ramón López Velarde / Ayer se conmemoró el centenario luctuoso del poeta jerezano / Una ofrenda “de flores hechas de palabras” se depositó en la Casa del Poeta Ramón López Velarde, en el día que se cumplieron 100 años de la muerte del habitante de esos muros en la Colonia Roma. A un siglo de su último suspiro, en ese mismo lugar, fue una manera de honrar la memoria y hacerlo permanecer, aunque el tiempo no ha tocado la esencia de su legado. Una vez más, apareció “sonriendo entre flores, celebrando la belleza de la expresión poética”. Para mi experiencia personal fue en los primeros meses de 1997 el conocimiento de éste. En el Bar Las Hormigas hice la presentación del poemario Amorosos fantasmas azules, contando con el apoyo y amabilidad de Maricarmen Férez Kuri: simpatía que por lustros ha sido igual en todo momento: con un respeto y cortesía para todos ha terminado por ganarse el cariño de propios y extraños. De ahí el bello poema que le compusiera la poeta Elsa Cross. Los muros de la casa rebosan el recuerdo de López Velarde: al conocer las 3 edificaciones a fines del siglo XX quedó en mi el recuerdo de la voz del poeta. Recordar las dos bibliotecas de Salvador Novo y Efraín Huerta. Recorrer su salón de usos múltiples, su museo que es una joya de la preciosura en arte popular mexicano, y en particular, un trozo del alma zacatecana. Así como el emblemático espacio que recibe el nombre de bar Las Hormigas, donde se han presentado infinidad de autores en libros y charlas sobre poesía. Espacio en el cual, lo mismo se han escuchado versos de madurez de Dolores Castro que de Thelma Nava. El reportaje de Alondra Flores Soto es por eso huella para recordar.

 

Cita en el evento realizado: Un mosaico con el rostro del poeta zacatecano ahora luce en la fachada del número 73 de la Avenida Álvaro Obregón, mismo lugar que lo vio irse el 19 de junio de 1921, a los 33 años. En patio interior de la casa se develó también una escultura, donde colegas en el tiempo acudieron puntuales para hacer guardias de honor. / Vicente Quirarte, Coral Bracho, Luis Miguel Aguilar y Verónica Murguía, entre otros, además de Vanesa Bohórquez, secretaria de Cultura de la Ciudad de México, permanecieron durante un minuto junto al busto de bronce. Mientras, sonaba música de hace un siglo, interpretada por los integrantes del dueto Tradición Mexicana.

 

Si los muros hablaran. Si sólo se escucharan en estos muros las voces de cientos de escritores de diversas calidades y diferentes formas de ver el amor, el mundo, la sociedad. Las instituciones se hacen de la presencia de integrantes que con pasión se entregan a la misma, más allá de cualquier interés. El amor expresado en sus hechos y afectos. La presencia de Maricarmen, recuerdo, va acompañada de David Huerta, que a finales de la década del siglo pasado era el encargado de la parte Académica de dicho espacio, así como por la operatividad entusiasta de Carmen Nozal —poeta originaria de España— quien radicar en Ciudad de México desde últimas décadas del siglo pasado. Ella bajo la dirección de Maricarmen y David, fueron los encargados de consolidar en sus principios la fama de éste: dar presencia poética, en un mundo que en sus prisas apenas tiene tiempo para voltear a escuchar las mejores voces de la poesía hispanoamericana y de otros lugares del mundo. Debo recordar, también, al poeta Eduardo Hurtado quien al dejar David Huerta el espacio de academia de la Casa llevó adelante la misión de cuidar la calidad de las actividades. Los primeros años fue tarea que ahora es leyenda, por el trabajo que se realizaba para dar su lugar al lugar donde el poeta de Jerez, seguramente escribió muchos de sus poemas y prosas que hoy le conocemos. Los participantes de la Casa han crecido en las dos décadas del siglo XXI. De ello da muestra la presencia de voces con influencia sorjuanista por medio de Roxana Elvridge-Thomas: encargada de eventos y difusión de la Casa. Destaca la presencia permanente del poeta, ensayista y traductor, Hernán Bravo Varela, amigo de todo el mundo o la presencia en el área académica de Antonio del Toro y después, de María Rivera.

 

En la nota que leo en La Jornada: Hernán Bravo Varela leyó el poema “La suave patria” la obra más reconocida de López Velarde, la cual escribió en abril de 1921, pero que ya no alcanzó a ver impresa, pues falleció pocos meses después. “Es el que más se ha dicho de memoria; al mismo tiempo, es el más desconocido de sus poemas”, declaró en entrevista el autor de Oficios de ciega permanencia. / Esta aparente incongruencia tiene que ver con que lo dicho mil veces en tribunas políticas, actos solemnes o juntas bohemias, no ha hecho sino afianzar cada uno de los notables misterios de que está compuesto. Es, al mismo tiempo, la culminación de la muy breve, pero intensa trayectoria. Y se convirtió, por el extraño gusto popular, en un poema para toda ocasión. La historia se hace de hechos. La recuperación de este predio en el año de 1989, hasta convertirle en el hogar permanente del poeta de Jerez al inaugurarlo como Casa del Poeta Ramón López Velarde el día 2 de mayo del año de 1991. Ha pasado mucha agua por este río de voces poéticas: infinito el orgullo de contar con este espacio para quienes desde las letras en todos sus géneros, sabemos que contar en México con estos sitios dignifica tanto a los que viven el presente… como a aquellos, que en su obra escrita han dejado lo mejor de su creación al pueblo y a la humanidad.