Docencia ejemplar

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El buen docente, dicen los que saben, debe sumar la mayor cantidad de atributos posibles para ejercer su trabajo con eficacia y eficiencia.  Sin duda, se trata de una de las actividades que más satisfacciones ofrece a quienes (idealmente) por voluntad propia la ejerce.

 

Todo comienza con la actitud; el ánimo a tope, la necesidad de siempre, seguir aprendiendo y la voluntad por enfrentar su reto cotidiano con el mayor optimismo posible.  No hacerlo de esta forma, acaba por ir marchitando el espíritu tanto del profesor como de sus alumnos; tanto lo bueno como lo malo se permea y es imposible ocultarlo a nuestros grupos de interacción.

 

Imposible asumir este rol social sin una gran dosis de humildad; desafortunadamente nos encontramos en un mundo en el que la gente se esmera en valer por lo que representa y no por lo que es en esencia.  Si bien es importante adquirir conocimientos y éstos nos pueden llevar a obtener una maestría o un doctorado, de nada nos sirven si en ese hacer cotidiano no ponemos ese conocimiento al servicio del otro.

 

El conocimiento no es para el lucimiento personal, es para sembrarlo en nuestros alumnos y hacerlos partícipes de las tomas de decisión que sean necesarias en la construcción de mejores sociedades.  No se trata de ir por la vida en una lucha de egos con los colegas, más bien de generar cuerpos académicos transversales, comprometidos y empáticos con el entorno que nos rodea.

 

A cuantos doctores conocemos que son incapaces de poner orden en su propio espacio; afuera son candil de la calle (se las dan de saberlo absolutamente todo) pero obscuridad en su casa.    En docencia, la prioridad es compartir saberes para enriquecernos todos.

 

Adicionalmente, es importante establecer un catálogo de valores puntual y preciso, se debe procurar un modelamiento de conductas que, eventualmente, favorezcan la interacción entre profesor y alumnos, a la par que se mejore la calidad del aprendizaje.  Esto último nos debe llevar a un ejercicio de congruencia; nadie es perfecto y lo verdaderamente valioso no es el conocimiento, sino lo que hacemos con él.

 

Muchos espacios educativos hablan y pregonan de excelencia, sin embargo, coincido con la visión del finado Pablo Latapi Sarre: Hablar de excelencia en educación es perverso, en tanto son muchos los factores que se deben conjuntar para conseguirla, la gran mayoría de ellos muy complejos en países como el nuestro.

 

Para buscar una docencia ejemplar, se debe trabajar diariamente, y en ello, buscar consistencia entre el pensar, decir y hacer; esto nos debe obligar a ser responsables, flexibles, observadores, mediadores, cooperativos, inspiradores, innovadores, resolutivos, empáticos y carismáticos.  ¿Omitimos algo más?