EL GRAN DICTADOR
Lo dice bien Santiago de Posteguillo en su más reciente novela sobre la verdadera historia de Julio César, titulado ROMA SOY YO, que en tiempos de traiciones políticas constantes, encontrar una casa donde poder hablar con sosiego, donde ser escuchado y sentirse apoyado, era un bálsamo que Mario apreciaba sobre manera.
Este pasaje de la novela, me ha parecido adecuado para iniciar mi primer artículo del año y así seguir cumpliendo con uno de mis objetivos para el 2023: El de compartir conocimiento. Y que mejor, que poner sobre la mesa una reflexión que merece ser motivo de conversación y de sensibilización en estos tiempos.
Es posible que coincidamos en el hecho de que los mexicanos ya nos habíamos acostumbrado, aunque a regañadientes, a una mayoría de políticos hipócritas; pero eso de que ahora en estos tiempos de incertidumbre pululen los políticos cínicos, no se avizora un buen panorama en el 2023; a menos que, se logre una amplia y eficaz participación de la sociedad civil y que, no de ni un paso atrás para cerrarle el paso tanto a cínicos como a hipócritas.
Dicen los fanatizados cuatreros que son iguales a todos los políticos ¡claro que no! Son mucho peor. Por eso, considero oportuno recuperar el discurso de Charles Chaplin de su película El Gran Dictador. Discurso que deberíamos escuchar con atención y con cierta frecuencia para que no se nos olvide que somos libres, y que está en nuestras manos poder hacer del mundo un lugar mejor.
La cinta fue estrenada en 1940, hace ya 82 años, tiempo durante el cual se ha consolidado como una obra de arte atemporal destacando porque es la primera película con diálogos y sonido realizada por Chaplin, precisamente en tiempos donde la humanidad se desgarraba por los sucesos de la segunda Guerra Mundial.
Lo siento.
Pero… yo no quiero ser emperador. Ese no es mi oficio, sino ayudar a todos si fuera posible. Blancos o negros. Judíos o gentiles. Tenemos que ayudarnos los unos a los otros; los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás, no hacernos desgraciados. No queremos odiar ni despreciar a nadie. En este mundo hay sitio para todos y la buena tierra es rica y puede alimentar a todos los seres. El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las armas, ha levantado barreras de odio, nos ha empujado hacia las miserias y las matanzas.
Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado a nosotros mismos. El maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado, sentimos muy poco.
Más que máquinas necesitamos más humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura.
Sin estas cualidades la vida será violenta, se perderá todo. Los aviones y la radio nos hacen sentirnos más cercanos. La verdadera naturaleza de estos inventos exige bondad humana, exige la hermandad universal que nos una a todos nosotros.
Ahora mismo, mi voz llega a millones de seres en todo el mundo, millones de hombres desesperados, mujeres y niños, víctimas de un sistema que hace torturar a los hombres y encarcelar a gentes inocentes. A los que puedan oírme, les digo: no desesperéis. La desdicha que padecemos no es más que la pasajera codicia y la amargura de hombres que temen seguir el camino del progreso humano.
El odio pasará y caerán los dictadores, y el poder que se le quitó al pueblo se le reintegrará al pueblo, y, así, mientras el Hombre exista, la libertad no perecerá.
Soldados:
No os entreguéis a ésos que en realidad os desprecian, os esclavizan, reglamentan vuestras vidas y os dicen qué tenéis que hacer, qué decir y qué sentir.
Os barren el cerebro, os ceban, os tratan como a ganado y como carne de cañón. No os entreguéis a estos individuos inhumanos, hombres máquina, con cerebros y corazones de máquina.
Vosotros no sois ganado, no sois máquinas, sois Hombres. Lleváis el amor de la Humanidad en vuestros corazones, no el odio. Sólo los que no aman odian, los que nos aman y los inhumanos.
Soldados:
No luchéis por la esclavitud, sino por la libertad. En el capítulo 17 de San Lucas se lee: «El Reino de Dios no está en un hombre, ni en un grupo de hombres, sino en todos los hombres…» Vosotros los hombres tenéis el poder. El poder de crear máquinas, el poder de crear felicidad, el poder de hacer esta vida libre y hermosa y convertirla en una maravillosa aventura.
En nombre de la democracia, utilicemos ese poder actuando todos unidos. Luchemos por un mundo nuevo, digno y noble que garantice a los hombres un trabajo, a la juventud un futuro y a la vejez seguridad. Pero bajo la promesa de esas cosas, las fieras subieron al poder. Pero mintieron; nunca han cumplido sus promesas ni nunca las cumplirán. Los dictadores son libres sólo ellos, pero esclavizan al pueblo. Luchemos ahora para hacer realidad lo prometido. Todos a luchar para liberar al mundo. Para derribar barreras nacionales, para eliminar la ambición, el odio y la intolerancia.
Luchemos por el mundo de la razón.
Un mundo donde la ciencia, el progreso, nos conduzca a todos a la felicidad.
Soldados:
En nombre de la democracia, debemos unirnos todos.
Es una pieza oratoria genial y que debe ser aprovechada en estos tiempos en que nuestra democracia esta bajo el acecho de mentes malsanas.