El INAI y el reto de hacer

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Una de las sensaciones que se genera en la comunidad de la transparencia, el acceso a la información y protección de datos personales en nuestro país, es el de que la situación por la que está pasando resulta injusta, ya que los ataques que se reciben a la institución, en sentido amplio al englobar el organismo garante nacional y los organismos garantes de las entidades federativas, desestiman el gran trabajo y los logros que se han conseguido para el bien democrático del país; sentimiento que posiblemente genera amargura cuando se identifican las reacciones sociales de indiferencia, apatía y rencor, que si bien, no necesariamente son las que reflejan el sentir de la mayoría, ni mucho menos representan la verdadera evaluación de resultados, sino que, forma parte de un nuevo debate público que ha orillado nuevamente a los sectores no políticos a intervenir con una posición genuina para la defensa de las instituciones, lo cual, no representa una postura natural de la organización política, puesto que dicha participación se ha dejado como uno de los procesos político electorales a través de las elecciones.

A diferencia del INE, la defensa del INAI resulta un poco más compleja, pero que, paradójicamente a la vez, se vuelve esperanzadora para la madurez política de la ciudadanía mexicana, puesto que, como esbocé previamente, no es natural que la ciudadanía participe más allá de los procesos político electorales, puesto que la democracia moderna y sus instituciones a nivel internacional, ha logrado contener las pasiones de poder y a la vez generar consensos a partir de las reglas de constitución de los Estados que dejan que a partir de las instituciones, se gestione la administración pública y las necesidades de interés público de las distintas sociedades. Quizá esa es la principal diferencia entre las instituciones electorales y las demás instituciones de las democracias modernas, que, en el caso de las primeras, éstas requieren una defensa férrea puesto que, a partir de su estabilidad, el Estado logra funcionar de manera esencial de manera automática.

Sin embargo, la creación y consolidación de instituciones, sobre todo aquellas diversas a las electorales, representa un tema nuevo de participación política que no necesariamente reflejan la solución a una necesidad o problema público, sino que forman parte del laboratorio general de políticas públicas a las que le apuestan las diversas sociedades en el marco de las variadas propuestas políticas, y dada la mocedad de las democracias contemporáneas, incluyendo las europeas como las más avanzadas, no resulta raro que los países cambien los modelos de funcionamiento, y, por ello, la modificación o eliminación de todo tipo de instituciones se vuelve parte cotidiana de la búsqueda del perfeccionamiento de la gestión pública.

A lo anterior, se suma la transformación de la revolución digital mundial, que, a partir de lo técnico ha generado una nueva consciencia para la población y ha dotado de herramientas que posibilitan un flujo libre de información y mecanismos de participación, que sumadas, dan lugar a la creación de modelos de representación política efectiva; lo cual, se ha vuelto patente a través de los modelos de negocio disruptivo en los que las empresas han logrado desde lo técnico, gestionar productos y servicios que eran parte del espacio de lo público y la autorización estatal, a sumarse a simples productos y servicios de la gobernanza digital contemporánea.

El caso mexicano merece un estudio particular en su evolución del nuevo milenio, ya que, su talante social le ha permitido desarrollar una madurez política a pasos adelantados a pesar de su conflictiva y hasta bélica historia, y, particularmente las últimas 3 décadas han sido de reposicionamiento en el plano mundial, que le han hecho pasar de la crisis a la bonanza y de los países que en su momento fueron promesa mundial, encabezando la lista MINT (México, Indonesia, Nigeria y Turquía) que a su vez, eran llamadas las economías que refrescarían la tensión global que a todas luces continúan) que no se consolidó a mitad del sexenio pasado cuando comenzó la debacle del esquema político de corriente neoliberal, para ser sustituido por lo que hoy se ha autodenominado como Cuarta Transformación, que, ha pasado como una arrolladora por todas las instituciones que recién surgían como parte de la propuesta surgida de la planeación mexicana, pero que no aguantaron la despresurización del sentir social capitalizado por la opción política que reclamó brindar un mayor sentido social a la labor pública, sentido social que posiblemente es el que representa de mejor manera el querer de nuestro país.

El INAI está en una coyuntura particular, ya que es una especie de serendipia para el Estado Mexicano que logró aprovechar la oportunidad de su creación para consolidarse rápidamente en la creación de puentes y mecanismos para abrir las instituciones mexicanas marcadas por la corrupción y que, con independencia de posturas políticas, logró generar consensos que permitieron tres evoluciones en un periodo muy corto, prácticamente de quince años, para lograr la madurez de enfrentar quizá la principal resistencia de dicha tendencia, como lo es el gobierno de la capital, que al trasladarse al ámbito federal con el nuevo gobierno, representa también la paradoja de la transformación de la realidad política mexicana, que, al ser eminentemente centralista, todavía conserva algunas malas prácticas que al parecer la población, ha decidido dejar en el pasado (para una referencia en torno a transparencia, fiscalización y rendición de cuentas, basta comparar los informes de la Contaduría de Glosa del Gobierno del entonces Distrito Federal, con las de los demás Estados en el periodo en que el hoy Presidente fue Jefe de Gobierno).

Y en una nueva paradoja, no es que el que escribe defienda al Presidente como se me señaló en la colaboración pasada, ni, que tampoco lo ataque a partir de las referencias de esta publicación, sino que, más bien reconozco el cariz político del Presidente, sobre quién, si bien cuento con opiniones divididas, sí destaco y reconozco su marcada vocación social y la férrea defensa de la población vulnerable, en función de los abusos y la invisibilización de la que fueron objeto, para lo cual, la cuarta transformación fue el medio para que el país hiciera una pausa y, de manera efectiva se retomara la importancia de no dejar a nadie atrás y de tampoco postergar la atención de las necesidades de todos hasta que la perspectiva económica mejore.

Es por ello que ante estas circunstancias y el crecimiento del respaldo popular, tanto el INAI, como los Organismos Garantes deben reconectar con su vocación técnico –  social y entender que a pesar de ese sentimiento de injusticia, no tenían nada ganado, sino que apenas los resultados obtenidos fueron la oportunidad para permanecer como parte del andamiaje institucional mexicano que, en esta tercer embestida se enfrenta a este nuevo reto de hacer, tanto lo que tiene pendiente por hacer, como para mejorar lo hecho, y evangelizar en torno a la utilidad de la transparencia, el acceso a la información y la protección de datos personales, así como del modelo institucional diseñado para tales efectos en el Estado Mexicano que da cuenta de las grandes capacidades como nación que tenemos para crecer y para aportar al mundo.

Esta presión, debe ser el motor para perfeccionar los modelos internos de trabajo y al igual que los