El sentido de la traición (Segunda Parte)
De modo que lo más común al hablar de traición implica hacer referencia a algo que se observó y fue evidente, algo que sin duda ha roto una relación interpersonal, pero, ¿y si en realidad la persona ni siquiera se ha dado cuenta?, el tema se complica. Por ejemplo, si miramos el amor que sienten los niños por los padres en el contexto del complejo de Edipo tenemos un fuerte ingrediente de rivalidad con el cual se podría sentir la amenaza de perder ese amor exclusivo, dado que el niño tal vez esté en una situación de exigencia de una exclusividad del amor que no está dispuesto a compartir y podría comenzar un sentimiento de traición apoyado en una falsa lealtad que, no necesariamente, es válida como aquella que en realidad está fundamentada en una promesa. Haciendo una analogía de exclusividad de entrega de amor podríamos hablar de la lealtad en una relación de pareja. Sin embargo, en el primer caso mamá o papá no ha prometido un amor exclusivo al hijo. En el segundo caso sí hay una promesa consciente de fidelidad en la entrega de amor, de exclusividad. Así es que a entonces sí podríamos hablar de una traición en caso de romper una promesa, hablamos de que algo se rompe, pero además por elección de quien rompe la promesa.
Las promesas rotas y la falta de lealtad son elementos inequívocos de traición. Éstas se podrán dar en una relación interpersonal, y es precisamente lo que se rompe, la relación y algo más que era lo que la hacía posible, la sostenía y la llenaba de magia. Esto se puede dar entre dos personas, entre un hombre y una mujer, entre un ideal y otro, inclusive entre una persona y una institución. Es el elemento que quiebra una relación auténtica, más aún, yo diría que termina por matarla y solo el amor propio y la magia del perdón podrán conseguir el milagro de reanimar una relación interpersonal traicionada.
Ahora bien, sin duda la más triste de las traiciones, la más triste de las promesas rotas, es la traición a uno mismo, que no es otra cosa que los sueños rotos, los sueños que nunca llegan a realizarse y que terminan tristemente con la justificación de su imposibilidad. Sin embargo, en este caso también es posible arrepentirse, perdonarse y levantarse para reavivar la posibilidad de lograr aquel sueño que fue traicionado.
Sin duda la traición a uno mismo es la verdadera traición: en esta, por mediación de una negación cada vez más fuerte, que se hace presente de formas diferentes, la persona queda en cierta forma más alejada de sí y del mundo. La traición a uno mismo cumple con los tres elementos que se pueden considerar como traición, por esto es que, podría decirse que es la más potente de las traiciones. En ella siempre vamos a tener presente la negación, la entrega al enemigo y el incumplimiento de una promesa. Ejemplo, nos decimos que me prometí no ser como los mayores, no apagarme, no equivocarme como ellos y, sin embargo, lo hago; entregué mis preguntas, mis creencias, mis anhelos, renunciando a ellos, y así, terminé entregándome a mí, mismo. El tema entonces nada tiene que ver con el ¡no! Más bien se trata del porqué nos negamos.