EL SOBERBIO ORINOCO (1898)
Raymond Roussel opina sobre sus novelas que es tan monstruoso dárselas a leer a los niños como enseñarles las fábulas de La Fontaine, tan profundas que pocos adultos son capaces de apreciarlas.
Una muchacha joven se disfraza como un muchacho para ir en busca de su padre perdido en América del Sur, a lo largo del río Orinoco.
Nuestro autor sigue haciendo de las suyas, pues adelantado como siempre, se aventura a descubrirnos las fuentes del río Orinoco, cabe destacar que no se conocieron sino hasta el año de 1951. Efectivamente, estamos en Venezuela, sólo tres de sus obras se desarrollan en Sudamérica: La Jangada (Brasil) y El faro del Fin del Mundo (Argentina), bueno, cuatro si consideramos al cuento corto de Martín Paz, desarrollado en Perú.
Las dos historias encajan de maravilla, pues en una nos vamos a la búsqueda del padre perdido, argumento ya antes usado por el autor; y la otra; la apuesta de unos amigos para demostrar dónde nace el soberbio Orinoco.
Contrastando con las novelas de ésta, su última etapa, El soberbio Orinoco parece regresarnos al autor en sus inicios: la visión por el progreso, la feliz aventura por lo desconocido, los descubrimientos geográficos, etc.
Nos embarcamos en este libro que nos sirve –como vehículo– para navegar las aguas del soberbio río. Como es costumbre, asombra la exactitud y descripción enciclopédica de la geografía venezolana. Obviamente se cometen algunos errores, pero para nunca haber estado en Venezuela tiene mucha precisión y ¡sin ayuda de Google maps!
Resalta la importancia de El libertador de las Américas y por otro lado hace una observación aguda respecto a que en América abundan los generales sin soldados.
Cuánta verdad de eso se ve en la actualidad.