El último chance

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EDOMEX, desde de que llego a la gubernatura Don Isidro Fabela en 1942, ha sido PRI, PRI, PRI y ahora PRIAN.

 

80 años de absoluto poder y más que cuento, ésta es una real estampa de fines de los años 50:    

 

El señor gobernador del Estado de México firmó el último documento, dejó el escritorio y recorriendo a paso rápido el Salón Rojo se apersonó en el balcón central de ese palacio de gobierno provinciano.

El enorme reloj un poco arriba de él terminaba de dar la décima campanada y el sol que medio calentaba, en un juego de sombras con autos estacionados y con los árboles del Jardín de los Mártires con trabajos le dejaban ver a los fotógrafos ambulantes que iban poniendo caballitos; a las hormiguitas humanas que entraban y salían del palacio municipal y al norte, a su izquierda, la dulcería Mazatlán, la llamada Policlínica y la Escuela Remedios Colón, y sonrió porque en su feudo había algo de vida y movimiento. Del portal entraban, salían una que otra, uno que otro viandante y poco más.

El señor gobernador, avizoró, hasta allá, enfrente, a la señorial casa de los Barbabosa y comenzó un curioso soliloquio: Se cree, yo creía que el poder era el súmmum del vivir, que estando aquí, podía hacer y deshacer, que mi voluntad se impondría, que podía adquirir la fina estampa de los ancestrales hacendados y no… sigo con cierto poder pero yo y las cosas siguen igual.

Recordó cuando recién en la campaña para la presidencia vino su amigo y padrino, el hoy mandamás del Ejecutivo Federal. Ahí vio y con cuidado a los miles de adherentes, a las enormes pancartas con su rostro y las siglas PRI: GOBIERNO CON JUSTICIA SOCIAL.  Y ese gigantesco retrato, obra del Prof. Alfredo Reyes que prácticamente cubrió el edificio a medio construir, que según iba a ser Palacio Federal. Es más fácil –siguió monologando– que Don Arturo Vélez, el obispo  termine la catedral a que terminen con esta construcción.

Un momento se perdió. Un momento que fueron como tres minutos que se deshicieron cuando un ciclista llevando en el portabultos a mujer con niño de pecho pasó abajito de donde monologaba… ellos son la razón y los políticos que demonios hacemos. Y recordó los lugares que visitó en su campaña política: campesinos famélicos a los que la revolución no les ha hecho justicia, los otrora florecientes centros mineros ahora abandonados, el analfabetismo…

Escuchó ruido a sus espaldas, voces, el tecleo de las secretarias en las modernas máquinas Remington, pasos apresurados.

No hizo caso, arrebujado en sus reflexiones, mirando hacia el noroeste, notó la preeminencia de las cúpulas de la iglesia de El Carmen y en sus reflexiones, llegó con Dios, que ve y nada hace, y este pensar lo relacionó con esta la Toluca monacal misteriosa, una capital católica a mas no poder. Y recordó el origen de Tollocan, rodeada de enormes haciendas.

Sintió que le tocaban el hombro y vio que era su fiel cerebro, su brazo derecho, Antonio Alva de la Cruz, a quién ya había le echado el ojo para próximo mandamás estatal.

– Ya entra. Hay varios asuntos. Están esos campesinos que en su media lengua quieren servicios. Ahora sí que como en el juego infantil: Piden pan y no les dan.

– ¡Ya! –El gober alzó un poco la voz– ¡Carajo! No puede estar uno tranquilo, ya voy.  Y dando media vuelta, caminando sobre la mullida alfombra roja fue a regañadientes, a su cita con la jodidez pensando que luego de estrechar manos callosas y todavía con algo de tierra, tenía que enjugarse las manos. Y ni modo a cumplir el ritual de sonreír falsamente y prometer, sin estar seguro de cumplir.

Y 60 años después de lo contado un revolucionario valiente y pacifista de pelo cano ofrece a los nietos y bisnietos de aquellos mexiquenses de ciega adherencia neoliberal con lo que ahora llama revocación de mandato, el último chance para redimirse.