Enamorada

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Fresca de mí, entro al salón. Con aura radiante, saludo a mis estudiantes con el esplendoroso: – ¡Buenos días! – ¡Buenos   días!

Procuro llegar a las clases con el mejor de los ánimos, no creo que cada uno de los pupilos, deseen ver a la maestra de mal humor.

Antes de salir de casa, agradecí con el corazón el día. Mi mente y sentimientos se enfocan a un tiempo líquido que, al término de la jornada, dejarán la suave sensación de lo vívido.

Bañarme refresca el alma a manera de apapacho existencial, el arreglo es su aderezo continuando con el desayuno, la música matinal, mis plantas y gatita atendidas. Cerrar la puerta de mi templo tras de mi despidiéndome de casa con la tranquila espera de la noche a mi regreso.

Con la paz del hoy, disfruto el viaje al trabajo, la vista interior sella toda la atmósfera: colores blanquiazules, amantes luces blancas destellantes a pie de carretera: olorosos sabores matutinos.

Cuando llego a mi trabajo, llevo la alegría espiritual de quien dará su mejor versión…mis pisadas alegres recorren los pasillos diciendo en voz alta:  – ¡Buenos días! – ¡Buenos días!

Después de saludar a mi grupo, entusiasmada les digo por todo lo alto – Chicas ¡estoy enamorada! A lo que ellas gritan a coro; – ¿De quién? – ¡De la vida! Les respondo. Lupita, con relampagueante ingenio me pregunta frente a todos.             – ¿Cómo se llama vida maestra?