ENCICLOPEDIA Y NO MÁS….
Charlar con hombres o mujeres cuya vida abarca muchos mundos es experiencia inolvidable. La entrevista de Thelma Morales es prueba de ello. Habla y habla de datos y nombres que son parte de la historia cierta de una Toluca que no alcanzaba entonces, los cien mil habitantes. Donde todos se conocían muy diferente fue cuando comenzó a llegar la migración de distintas entidades del país a las alturas de esta ciudad que se encuentra a 2660 metros sobre el nivel del mar. Cuenta don Javier: En la vecindad los días de la posada decíamos: a dónde vamos, al Barrio de Huitzila, óyeme va estar mejor la de los Hernández ahí en la Retama; no ya ves como es el viejo panadero, es medio broncudo con los muchachos que ve jóvenes ¿entonces a dónde vamos?… vamos hasta San Juan Chiquito, vámonos, nos metemos a casa de Villa, yo ni siquiera conocía ni me pasaba por aquí mi mujer, la casa de Villavicencio, su hermana una señora alta vestida de negro, él con su sombrero y con su ropa de peto de ferrocarrilero, pero le gustaba vestir así. Por cierto, hoy me llegó una invitación de Reyna Alvarado, hermana de Rosa Alvarado hija del Nahual Alvarado de Trini, donde me invita a su libro que va a dar a conocer, va a estar Pepe Yurrieta, un tal Figueroa, Héctor Sumano y, va a ser en el Museo Velasco, entonces viene una fotografía cuando yo la conocí, yo fui noviecillo de Rosa, fue mi primera novia y yo fui su primer novio, yo tenía quince años, Rosa tenía trece años, luego al pasar yo los diecisiete y ella tenía quince; luego me fui para Morelia, fui al servicio militar, regresé y como siempre llegué al manicomio, así se llamaba el lugar donde vivía, frente está el jardín de Jesús García —El Héroe de Nacozari—, ella vivía atrás en la casita y ahí estaba el manicomio en la mera esquina, entonces llegué y chiflé y sale Reyna y dice: ay Javier, ya se fue ésta con otro. Yo tuve la culpa, como no le había hablado en meses, pensé que iba a ser eterna. Y era muy bonita Rosa, y Reyna también y, ahorita vi la foto de Reyna, igualita que cuando yo la conocí, yo me acuerdo que andábamos en una camioneta de cargo vendiendo boletos para la votación de Reyna Alvarado y ganó. Era muy bonita y me dice Oye, Javier yo quiero sacar un libro, vente vamos a la casa, me senté y vino su marido Manuel Chávez que era chofer de la México-Toluca. Ahora debe de estar ya jubilado y me dice: Esta vieja loca mira lo que quiere escribir mano. Que voy viendo y le digo Oye, terminaste la primaria. Me dice sí, vi que juntaba las palabras. Oye, mira, díctaselo a alguien y quien sabe cómo le haría porque yo le di esa ayudadota hace como dos años, cuando le regalé mi libro: El último farol. A mí me gustó el soneto desde que empecé a leer a Joaquín Arcadio Pagaza, el príncipe de las letras mexicanas y conocí a esa familia en 1951.
Tantas palabras para decir un mundo de mundos, sus recuerdos personales, sus amistades y sus quereres. Sus viajes y los hechos que de ser tan cotidianos podrían caer en rutinas que se viven y se olvidan. Pero el verdadero Cronista no olvida nunca, siempre anda con su baúl lleno de recuerdos y de detalles que los seres normales no vemos, ni vivimos en su momento, no los consideramos relevantes. Un solo párrafo como el de arriba nos hace saber que el cronista recuerda los sucesos como si les hubiera vivido ayer. Mientras que el hombre que los descifra en su memoria habla de varias décadas atrás.
Aparece Alejandro Ariceaga. Lo cito, aunque de él deberé hacer un libro donde compruebe que Alejandro Ariceaga, fue un narrador y al mismo tiempo un cronista excelso de Toluca por el lado de la narrativa. Lo que no es fácil de decir y hacer. Sólo los escritores de mucho talento logran conjuntar géneros y Alejandro lo fue desde su primer libro de joven escritor que nos sigue admirando, a pesar de su pronta partida al fallecer en Barcelona, España. Tal era su talento como prosista de altos vuelos, del nivel de José Agustín y Gustavo Sáinz. La cita viene al caso por la pregunta que le hace a don Javier, Thelma Morales García, quien dice: “La vecindad que menciona Alejandro Ariceaga en “Clima templado” tenía algún nombre?… —Alejandro no vivió en ninguna vecindad, él nació en la Independencia y Juárez, arriba de esa casa era de unos señores García Beltrán y parece que los árabes, estos Naime la compraron era de dos pisos: en el piso de abajo vivían puros árabes, el piso de en medio ahí vivía Alejandro con su mamá, esposa de mi hermano Jorge, papá de Alejandro. Él vivió en otro lado también, en Bravo en una casa que era de Pepe Yamín, enfrente de los cines, eran cuatro viviendas, ahí vivió un gallego muy conocido aquí, que no salía de La Madrileña, se llamaba Valdemar”.
Siguiente pregunta: ¿De gente conocida en Toluca que habitó algunas vecindades, recuerda a alguien, maestro? —De aquí de Toluca, tenemos a Alfonso Sánchez Arteche, Alfonso Sánchez García, no quiero hablar de ellos, yo les quiero mucho, a veces me duele recordar —Aquí al maestro Ariceaga se le llenan sus ojos de lágrimas, al recordar a su amigo el Profesor Mosquito—. En esta respuesta, da otro consejo en la tarea del cronista, dice: Hay personas que salieron buenos, pero ahorita no los puedo recordar, necesito ver la lista de cada uno de ellos. Tenemos a Marcelo Reyes —boxeador—, ese amigo era un vago que andaba en el Portal. Entonces, yo era manager con Alfonso Solleiro y mi compadre Elías Curi —papá de mi ahijada—, él también era manager, hacíamos pelear a nuestros pupilos en la escuela Tierra y Libertad, donde había un ring y Marcelo Reyes salía de las vecindades de Pedro Cortés y agentes de la policía, del servicio secreto: el mejor agente era Rafael Naranjo Tejeda, ahora sus hijos son ingenieros por cierto […] También Franco Lemus que vivía en una vecindad aquí en galeana, ahí también vivía los Solano que eran ingenieros, vivía Genaro Estrada Estrada: fueron mis amigos desde niños. Ahí vivía Lupe mi madrina de lazo”. ¿Cuál es el consejo que nos da el cronista de toda la vida?… Que hay que tener lápiz y papel —una Bic—, que no sabe fallar, para apuntar nombres, calles, momentos que pasan tan rápido que sólo en el papel pueden quedar para no olvidarlos después. Apuntar y escribir todo aquello que es importante para hacer después la crónica con detalles, detalles que forman la vida del cronista que quiere serlo. Cronista que no puede andar inventando cosas ya que caería su credibilidad totalmente. Y más grave aún, andar haciendo y diciendo cosas que no son ciertas, por lo cual su credibilidad ha de desaparecer en sus lectores o en aquellos que le escuchan.
En esta entrevista destaca su memoria, y la vez nos damos cuenta que tiene tanto en la cabeza que pasa de una persona o una familia, a calles o vecindades con tal rapidez que resulta en momentos difícil seguirle el paso. Bien digo que la familia Ariceaga fue y es una familia de raigambre intelectual y de escritores que son parte de nuestras letras más preciadas en la vida de la ciudad. Inolvidable es Alejandro Ariceaga pues sus letras fundan en Toluca una manera hermosa de decir las cosas, narrador de altos vuelos, es un cronista que debemos de atender al igual que el escritor que vino de Chihuahua a radicar con nosotros: Carlos Olvera.
Carlos Olvera y Francisco Paniagua Gurría son dos mexicanos venidos de fuera para dejar en Toluca una huella indeleble. Dice sobre vivencias y vecindades: Ahí en El Hoyo vivían mecánicos, entre ellos los Rodríguez, antes de llegar a Sor Juana, sobre Independencia, allí arreglaban llantas los Rodríguez. Los Mercado de la mueblería, ellos vivían en una vecindad en la calle de Galeana. En El Hoyo eran puros fuereños, pero era una vecindad de rompe y rasga, es una vecindad que tiene una fachada muy bonita. Las más peligrosas eran las de la Retama, las de Prolongación de Juárez ya para el rumbo de Zopilocalco”. Oír lo que la ciudad en su centro era a través de esta sabiduría tuvo que ser una delicia para la entrevistadora sin duda alguna.