ENRIQUE KRAUZE EL FÉRREO DEFENSOR DE LA DEMOCRACIA
En mi entrega anterior, les ofrecí compartirles una reseña del libro más reciente escrito por el historiador mexicano de origen judío Enrique Krauze que tituló: Spinoza en el parque México.
El filósofo judío Baruch Spinoza, símbolo de la libertad de pensamiento, la razón y la tolerancia, es la figura eje de Spinoza en el Parque México. La biografía intelectual de Krauze.
Narra Krauze: A mí me intrigaba Baruch Spinoza, porque mi abuelo comenzaba a hablarme de su vida y su obra. Spinoza representaba otro tipo de pertenencia: no al pueblo judío ni al cristiano, sino a la humanidad sin más.
Enrique tuvo una relación muy estrecha con su abuelo, con quien acostumbraba caminar en el Parque México de la colonia Condesa en la CDMX. Recuerda que con él aprendió a escuchar a los viejos. Y lo que escuché con los abuelos mexicanos fue valioso, porque concibieron un proyecto pacífico y constructivo para México y se aplicaron a él. Me concentré en estudiar tres fundadores: el demócrata Manuel Gómez Morin, el socialista Vicente Lombardo Toledano y el liberal Daniel Cosío Villegas.
Como la mayoría de los jóvenes mexicanos nacidos en la segunda parte del siglo XX, pronto se hizo adepto al socialismo, a tal grado, que cuando nació su primogénito en 1975, le pusieron por nombre León, en homenaje a León Trotski, uno de sus dos ejes de su formación intelectual, el otro fue Don Daniel Cosío Villegas, por ello, su segundo hijo lleva el nombre del fundador del FCE.
Se inició en el Trotskismo leyendo su trilogía biográfica sobre Trotski, de Isaac Deutscher. Isabel y yo compartimos esa apasionada lectura. Ella mucho más que yo. Dedicó varios años al estudio de la Unión Soviética y publicó libros sobre el tema. La trilogía de Deutscher sobre Trotski se volvió para mí la biblia revolucionaria del siglo XX.
Lo judío en Trotski es un dato completamente secundario. Lo importante es que Trotski había sido asesinado en México en 1940 y muchos jóvenes sentíamos que con él la historia hubiera sido distinta. Era el emblema de la Revolución que pudo ser. La verdad es que ese «hubiera» no tenía fundamento, porque con el tiempo supe que Trotski había sido tan implacable como Lenin (aunque nunca como Stalin), pero la tragedia del profeta Trotski me hizo sentir que otra revolución socialista habría sido posible si él hubiera sido más astuto, menos desdeñoso de su gigantesco rival. En otras palabras, me enamoré por un tiempo de la Revolución rusa a través de aquella biografía. No sé cuánto tiempo duró ese trotskismo romántico y libresco. Pero se deslinda: Nunca me entusiasmó el Che, y menos aún Castro. Instintivamente, me han repugnado siempre los dictadores. El gran maestro de todos nosotros, Proudhon, dijo que la combinación más desdichada que podría tener lugar sería que el socialismo se uniera con el absolutismo.
Quien iba a decirlo que trazó su mapa intelectual y como historiador con este género que en lo personal es de mis favoritos, las biografías: No aprendí a leer vidas leyendo biografías sino escribiéndolas.
Cultivó amistad con los ya fallecidos: Daniel Cosío Villegas, Luis González y Octavio Paz, y mantiene con Gabriel Zaid, los cuatro sus referentes intelectuales mexicanos.
Al recordar su amistad con el fallecido en 2003, Luis González escribe: Fue generoso e indulgente conmigo. Tan generoso que toleró mi desvío de la historia a la biografía. Luis González fue el historiador más completo de México en el siglo XX, el más sensible y comprensivo, el de mayor empatía con la entraña histórica de México.
Su libro favorito del escritor tapatío es Pueblo en vilo. Es el correlato de Pedro Páramo y El llano en llamas de Juan Rulfo en el género de la historia y, por cierto, ocurre en la misma región del occidente mexicano.
Trabajó con su amigo Octavio Paz en la revista Plural y en Vuelta; también con Daniel Cosío Villegas, su padre intelectual. Así lo recuerda: Que sus libros y su ejemplo me acompañan siempre. Ni izquierda ni derecha. Ni ideología ni dogmatismo. La salida entonces y ahora es la liberal.
Encuentro un filón en su libro en sus convivencias con los intelectuales formadores del México del siglo XX; recuerda que: A principio de los sesenta, Gómez Morin buscó a Cosío Villegas para tratar expresamente el problema toral de México: la política.
Con don Daniel aprendí a valorar la libertad y después, con don Manuel, aprendí a valorar la democracia.