ENTRE EL OCIO Y EL EGO
El ser capaz de llenar el ocio de una manera inteligente es el último resultado de la civilización. Bertrand Rusell.
ENTRE EL OCIO Y EL EGO
¿Cuántas veces escuchamos de nuestros abuelos aquella frase que cincelaba nuestros oídos?: La ociosidad es la madre de todos los vicios. Sin embargo, en la tercera década del siglo XXI esa consigna ha envejecido. Más bien, ahora sería algo así como: Todos los vicios se combaten con la ociosidad.
No confundamos por principio de cuentas, ociosidad con pereza, como nos lo instruye en su magnífico libro El ocio y la vida intelectual, el filósofo Joseph Pieper, en donde denuncia y expone las consecuencias de asociar el término «ocio» con el de «pereza» o desidia.
El pensador alemán refiere que tal como fue concebido en la antigüedad, el ocio es el espacio en el que el hombre se encuentra consigo mismo, cuando asiente a su auténtico ser. La esencia de la pereza, en cambio, es la no coincidencia del hombre consigo mismo.
Esto nos lleva a la reflexión de que detrás de un workaholic se puede esconder un haragán envilecido cuya zona de confort es la rutina agobiante de preocupaciones laborales. Una vida sin ocio, desde esta óptica, se vuelve vacía, hiperactiva y tediosa. Esto se ve con claridad cuando llega la época de vacaciones y no sabemos qué hacer con nuestra vida no laboral.
Recién nos enteramos de un lamentable suceso en el que perdieron la vida cinco personas por su osadía, a pesar de ser advertidos de peligro de muerte, de descender a casi 4 kilómetros de profundidad en el océano, para ver en vivo y a todo color a través de un cristal, los restos del famosísimo Titanic y así pasar a formar parte de ese selecto grupo de menos de 300 personas que han sobrevivido para contarlo de entre ocho mil millones de seres humanos.
Una cosa es que los avances tecnológicos lleven al humano a poder hacerlo y otra el deber hacerlo, cuando fácilmente podrían disfrutarlo desde la comodidad de su hogar en una pantalla 4k, con el mínimo riesgo y con los mismos efectos para el ojo humano, más no, para el ego humano.
Cada quien tiene la libertad de hacer con su dinero y con su tiempo lo que le venga en gana, pero a mi me parece que no debemos de pasar por alto las cuatro virtudes cardinales del cristianismo y para el caso que nos ocupa, me referiré a la primera: PRUDENCIA.
Por supuesto que es deseable que tengamos momentos de ocio, pero debidamente calibrados por el EGO y por la PRUDENCIA, sólo así sería válido el postulado: Todos los vicios se combaten con la ociosidad.
Y es que el primer beneficio que encontramos en nuestro tiempo libre aprovechado inteligentemente es el de honrar aquel postulado griego: CONÓCETE A TI MISMO. El autoconocimiento, la meditación, el mindfulness, son actividades que contribuyen a ejercitar el músculo de la prudencia y a mantener a raya nuestro ego para que no se dispare.
Están próximas las vacaciones de verano y que mejor oportunidad para disfrutar momentos de felicidad y de ociosidad haciendo lo que más nos guste, al mínimo costo y minimizando riesgos.