Genealogía digital

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La Constitución Política para un país no solamente produce efectos jurídicos en la conformación política de un Estado-Nación, sino que se convierte en la piedra angular de la cultura e idiosincrasia de los pueblos, que moldea la identidad y define los valores conjuntos que ligan a las personas en un territorio determinado en torno a la convivencia, pertenencia, querencia, y la relación evolutivo – histórica, constituyéndose en la madre-patria fundacional. Por ello, siempre será motivo de orgullo y celebración para los pueblos, y en particular, para México, la conmemoración de la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, cuya promulgación se realizó el 5 de febrero de 1917, y que en 2022, se fecha su aniversario 105.

Así como entre las familias la genealogía se conforma a través de los vínculos familiares con el paso del tiempo, la patria se construye a través de la historia y sus baluartes, y, ser mexicano es ser parte de sus 32 entidades federativas, así como tener una historia en común con nuestro ADN prehispánico y su transformación genética a través de las diversas castas que, en su diversidad, dieron lugar a la raza de bronce, la cual, es Veracruz a través del descubrimiento y la conquista; es Tlaxcala por la lucha feroz, y la Gran Tenochtitlan, por su civilización y destino místico que encierra a la Ciudad de México, como ese debatible ombligo de la luna, que en los hechos, cuando menos ha adoptado esa relevancia; es Dolores Hidalgo, Guanajuato, Cuna de la Independencia Nacional, a la par que es Querétaro, con la conformación del Congreso Constituyente y el movimiento unificador de nuestra historia contemporánea, como parte del legado que cada Estado de la República Mexicana ha adoptado como sus notas características que supimos adoptar de la buena práctica norteamericana a fin de impulsar la pluralidad por medio del Pacto Federal, la cual a su vez, privilegió lo local y preservó la autonomía originaria de las regiones a partir de la figura del municipio.

Así, en estos tiempos en que nuestras ideas están explorando y migrando hasta la construcción de un meta-macro-estado en el ciberespacio, es una buena opción regresar a nuestros orígenes a fin de determinar en prospectiva, cuáles son los componentes que soportan nuestras concepciones de nuestras diversas patrias, reflexión que se vuelve una obligación, ante un nuevo proceso confederado en los hechos al procurar la ciber pertenencia en un espacio en común, en el cual, a su vez, el concepto ciber deberá merecer un análisis particular.

Es por ello, que, en este mes del amor y la amistad, así como se vuelve necesario realizar un análisis en la evolución de nuestras relaciones humanas a partir de la identidad digital, y la buena salud mental en estos espacios digitales, a fin de identificar nuestro papel en la sociedad y la de aquellos espacios que se crean en común a partir de la cesión de los espacios de nuestra personalidad y el reconocimiento de nuestras libertades; también se vuelve necesario reconstruir y deconstruir nuestra historia a partir de nuestros lazos familiares que conforman la célula básica política y que, ante la trazabilidad creada a partir de medios digitales, será sujeta de una rama particular en el seguimiento y control de las relaciones digitales.

Así como más adelante podré compartir que necesitamos más datos, creo que se vuelve necesario exponer previamente el para qué; experiencia para la cual quiero destacar mis primeras aproximaciones en redes sociales que en su momento, me animaron de manera particular como el mecanismo para poder estar en comunicación no sólo con mis amistades cercanas y familiares, sino como un portal del autodescubrimiento de una historia familiar llena de una serie de enigmas que surgieron como parte de un daño colateral de mis circunstancias personales, que, logro advertir que en mucho se parecían a las de muchos de mis conocidos, en los que por mucha referencia histórica en torno a sus orígenes familiares, la memoria siempre se queda corta en torno a la referencia correcta y completa de nuestros antepasados, la cual, no solamente es distorsionada en función del rol e intereses del narrador, sino que, como cualquier obra de trascendencia, siempre llega sesgada respecto de aquellas personas que indiscriminadamente generaron una versión de los hechos en función de la posición que ocuparon, sin que necesariamente se apegara a una cobertura fidedigna de un hecho o un suceso.

Es ahí cuándo, la tecnología nos brinda un doble espejo, por una parte a través de la genética combinada con el procesamiento masivo de datos y la inteligencia artificial, puede resolver el día de hoy, técnicamente el origen de cada persona en función de cada par de bases de su ADN puede revelar toda la carga y memoria genética que acompaña a cada individuo en el mundo, identificando no solamente la evolución o no de las personas y especies, sino inclusive, explicando la civilización a partir de los movimientos migratorios a través de las generaciones, información a partir de la cual, pueden revelarse los grandes patrones que han guiado colectivamente a la humanidad desde una perspectiva orgánica, y, a partir de dicha función revelar cuáles son los resultados que se esperan frente a estas posturas, es decir, en el ADN contamos con la verdadera piedra filosofal que permitiría identificar gran parte de la suerte y destino de cada uno de nosotros.

Si bien esta primera alternativa pareciera poco factible en el corto o mediano plazo, la creación de redes sociales e interacción digital ha dado paso a un nuevo modelo de vinculación y participación social a través de las redes sociales, en el que estas redes, evolucionan más allá de la simple mercadotecnia o medio de representación de la identidad digital, sino a un nuevo medio de interacción social que se basa en principio a través de una estructura en el que la filiación se vuelve parte de los elementos sujetos a análisis y procesamiento para poder personalizar los servicios en función de un grupo de personas.

Sin embargo, cuando empecé a identificar la complejidad de las redes sociales y la supraestructura que se crearía a partir del involucramiento de todas las personas en el entorno virtual, se vuelve necesario despejar y proponer solución a un aspecto central de la gestión de la identidad digital, a partir de los cuales, con independencia de tu actividad en línea, el Estado es quien de manera fáctica afecta el ejercicio de libertades por parte de terceros, y, desde ese contexto, si bien mi afán de tener vinculación con todas las personas que han formado de mi historia me alienta a un uso inteligente de mis redes sociales; la supra estructura que se genera en función de esas relaciones sociales desincentiva dichos deseos puesto que de facto dicha idea representa una vinculación directa respecto de las personas  que tienen mayor cercanía a través de nuestras redes.

Y ahí surge la principal interrogante ¿algún día  reconstruiremos la historia de la humanidad a fin de determinar el origen de cada una y cada uno de nosotros? Y en el que, cuando esto se realice, a la par deberá buscarse que, tanto los análisis que se realicen, como el manejo de los datos que den cuenta de esa vinculación, no puedan ser utilizados para otros fines sino que se limiten expresamente para las finalidades previstas anteriormente, y, en el que los espacios de las libertades sean respectadas con independencia de las vinculaciones personales y profesionales, puesto que, ante la prospectiva de aplicación tanto en el ámbito de la industria, como del escalamiento que la empresa proyecta, la genealogía digital tenderá a convertirse en un factor a ser identificado y controlado a fin de evitar afectación o discriminación a partir de un uso indebido de dicha información. Hasta la próxima.