Historia de la vida de un perdedor
Sería la epopeya de la vida de un buscón
si no fuera mi leyenda propia, burla,
anticipada duda del espejo Antípora
dama de compañía en el bar de los tacaños.
Con licencia emito sílaba por sílaba
ese desatino agradecido al señor de los destinos,
general de este ejército de la pena cobijado.
En santa gracia nos persiguen los rumores,
las costumbres y la ofensa arrogante
de aquellos que se nombran autores
hallándose llenos de obligaciones,
despilfarrando su talento en menesteres
sin mirar siquiera a los menesterosos.
El más cuerdo es hijo suyo, quialis Pater,
Quialis filiuss, comandante de las naciones,
porque lo que es ésta, mi Patria ha claudicado.
A ti lector deseoso te considero, exento,
salvo de los incentivos de su natural depravado.
Este no me lo ignores, pues ya le tienes en casa
Dios te guarde de malos libros, de mujeres redondas
y de otros alguaciles, de mi falta de pericia
para decir lo no dicho de un espurio mercader
que apenas si aprendió a tejer versos barrocos.
No sé decir lo que pienso, sólo soy un vagamundos.
Aquí concluyo mi farsa picaresca de tierra oscura
al querer hablar de la realidad que se avecina
embozada en una capa fina, traicionera.