+Homenaje vía el recuerdo de una mujer de excepción: Marcela del Río Reyes y su esposo Hermilo Novelo
La frase
Si quien controla el pasado, controla el futuro, ¿Quién controla el presente, controla el pasado?
GEORGE ORWELL
ENERGIAS LIMPIAS, NO A REFORMA: Por una parte, la diputada mexiquense Ana Lilia Herrera dijo que en el PRI, están a favor de las energías limpias y a bajo costo, por eso el voto de la bancada priista será en contra de la iniciativa de Reforma Eléctrica Presidencial, por la otra Alito Moreno, presidente del PRI nacional dijo que entienden el compromiso y la confianza que los ciudadanos depositaron en ellos y por eso estarán del lado correcto de la historia y se votará en contra de la iniciativa de Reforma Eléctrica de Morena.
Al respecto Melissa Vargas señaló que con 17 votos a favor y 12 en contra, la Comisión de Medio Ambiente avaló la opinión favorable para la Reforma Eléctrica. Aclara que ella dio su voto en contra y que ofreció diez argumentos que demuestran que ambientalmente esta propuesta no pasa.
En tanto Marko Cortés, líder del PAN nacional, dijo que la postura del partido azul es clara, han definido votar en contra de la destructiva y regresiva #LEYBARTLETT, además de presentar una propuesta que sí busque que la gente pague menos en su recibo de luz.
Embajadora cultural.- Son las palabras exactas para definir, de la mejor manera, el paso de la novelista y dramaturga Marcela del Río Reyes por esta vida. Ahora que este país tiene prisa para deshacerse de la gente brillante para que los que no lo son, aparezcan como tales. Marcela dejó este mundo el viernes 1 de abril de este año 2022. Ejerció con brillantez la poesía, dramaturgía, cuento y novela. Independientemente de haber sido esposa del excelente violinista veracruzano Hermilo Novelo, ella supo abrirse paso, por sí misma, en el mundo literario en los géneros mencionados.
Tuve la gran oportunidad de conocerla a través de una novela interesante y de impacto por su temática Proceso a Faubritten publicada por vez primera en 1976, en ese entonces ella radicaba en Checoslovaquia, cuando aún ese país era uno sólo al desempeñar con gran acierto el cargo de agregada cultural entre 1972-1977, una novela fascinante, publicada por editorial Aguilar, la pude conseguir gracias al buen surtido que tenían entonces las Librerías de cristal, cosa rara lo hice aquí, en la ciudad de Toluca, cuando las opciones de brillar no estaban impedidas por la contaminación ni el exceso de smog.
Es una novela fascinante de ficción que supo estructurar con gran fortuna al cuestionar algo que aterró a todo el mundo: la desaparición de la muerte. El tema es y continúa siendo revolucionario a pesar de la presencia de la pandemia, puesto que ésta, ha producido una serie de muertes para continuar consolidando la estructura del Estado, ya que éste, perdería su esencia y su poder correctivo, sin su arma suprema que es el derecho a dar la muerte frente a lo que se plantea aquí: la inmortalidad.
Habría que situarnos en esa década de los sesenta y setenta donde los habitantes después de los 40 años portaban en su rostro, los rasgos del deterioro y de tener casi casi los rasgos marcados de ancianos, con arrugas, cabellos blancos, recién se iniciaban las exploraciones de las intervenciones quirúrgicas en el corazón con los trasplantes, no sólo se combatía a la muerte sino que se iniciaban los esbozos de la prolongación de la vida, de ahí que haya sido la base para que dentro –de la novela de Marcela del Río– a quien me atrevo a recordar, no se le realizó ningún comentario ni tampoco una presentación formal. Se les olvidó que fue becaria del Centro Mexicano de Escritores, en 1965, de donde surgieron los más grandes talentos que ha dado este país en el renglón de la escritura. Ella ahí supo asimilar las enseñanzas de Juan José Arreola, Francisco Monterde y Juan Rulfo en donde ellos se dedicaron a moldear sus textos y encontrar un rigor para convertirlos en autocríticos y publicar lo que realmente valía la pena y no lo que siempre se impone, el capricho.
Tal vez dirá usted que por su actividad en Europa, en Checoslovaquia, no fue posible establecer un contacto. Gracias a la amistad que tuve con su esposo Hermilo Novelo, pudimos establecerlo desde 1971, cuando él venía a dar conciertos en el patio de Palacio de Gobierno con la Orquesta Sinfónica del Estado de México para congregar e iniciar el gusto del público por la música clásica. Es ahí, en ese patio, en donde tuve la oportunidad de conversar con él, preguntarle sobre su reciente gira por Europa y si había habido una coincidencia en un escenario de allá, con el mejor violista del mundo, considerado así por la crítica Henryck Szeryng, nacido en Polonia y luego naturalizado mexicano en 1946. Me contestó que se escuchó como un solo violín en lugar de un dueto y vaya que sí puesto que Szeryng poseía un Stradivarius y Hermilo un Guarnerius, además del talento de ellos dos. Esa pregunta le fascinó y de ahí surgió la amistad debido a que yo estaba al pendiente de su carrera y no sólo me acercaba a preguntarle nada más cómo se llamaba ni que instrumento tocaba, como se acostumbraba en ese tiempo ejercer el periodismo –aparentemente cultural– que hacían de todo sin hacer nada en realidad debido a que también les daba por esconderlo con las notas en sociales, creyendo que la gente las iba a leer ahí, pero nada más se concretaban a buscar donde aparecían o donde se hablaba de sus parientes.

Indagué también con él, sobre su esposa Marcela del Río, me dijo que era la agregada cultural en Checoslovaquia, recién había terminado de leer la novela comentada de Proceso a Faubritten a principios de 1977, me orientó, él, en agosto de ese año, ya que iría a encontrarse con ella. Me propuso que le escribiera una carta y él, personalmente, y con mucho gusto se la entregaba. Obvio que ahí incluí las preguntas para la realización de una entrevista especial para mí y para las personas que quisieran leerla en el periódico que colaboraba por aquel tiempo.
En octubre recibí un sobre abultado con 10 cuartillas y tres fotografías para ilustrarla, en ella reconocía la forma en que interpretaba la temática que fue la base de su novela.
En 1978, regresan a nuestro país, le toca un concierto a Hermilo en Teatro Morelos en donde sería el solista de la OSEM, antes mostró su disgusto por la inclusión de su nombre en segundo término después de un violinista, no tan brillante, estadounidense, llamado Ruggieri Ricci y que no correspondía con sus interpretaciones a la calidad que exigía, en ese tiempo, su director Enrique Bátiz Campbell y por lo mismo le expresó su descontento. Para compensar el error en cuando a la distribución del elenco de solistas decidió reconocerlo y para que no hubiera rencores, Novelo lo invitó a cenar en el restaurante desaparecido La cabaña suiza, no sin recordarle que compartiría los alimentos con dos personas más, su esposa y el que esto escribe.
Como era la costumbre Enrique Bátiz, el bilioso, el enérgico, el estricto terminó por derretirse entre los platillos que degustamos, sin que se le olvidara su platillo favorito la famosa sopa de cebolla, se derretía al igual que la crema y el queso con el que la sellaban, acompañada esta ingesta por los sorbos musicales hasta eso, sin perder el oído ni el tono musical para producir, al contacto de la cuchara con sus labios, el shuuuups, sostenido como si fuera un Do que corona el inicio y culminación de una sinfonía shuuuuups, shuuuuuups hasta que por fín, como el que no está acostumbrado a los conciertos, sentimos una especie de alivio al ver que el plato sopero ya no contenía ninguna rueda de cebolla ni el caldo que le auxiliaba en la magnificencia de ese ruido espectacular, Hermilo comentó: se ve que disfrutaste largamente tu sopa, nosotros divertidos escuchamos y vimos como la devorabas. Lo único que nos faltó fue el aplauso de reconocimiento. Aunque claro, los chasquidos de su boca, terminaron para solaz y esparcimiento de nuestros oidos.
Compartimos el dolor del fallecimiento de Hermilo el 25 de marzo de 1983, sobre todo por la angustia de Marcela cuando supo del accidente en donde perdió la vida en el camino a San Miguel de Allende, Guanajuato. En ese percance no sólo perdió la vida sino el violín Guarnerius que con tantos sacrificios le compró su señora madre, después de que llegaron de Veracruz a la ciudad de México, una joya que ella encontró en el Nacional Monte de Piedad. Siempre le decía: Hermilo no vayas a perder el violín. Así lo hizo desde 1940 cuando inició su aprendizaje, dominio y ser el mejor intérprete de este instrumento en los setenta y principio de los ochenta. Le dedicaba cerca de ocho horas diarias para dominarlo, perfeccionar su técnica y arrancarle ese sonido aterciopelado que le caracterizó.
Gracias a Marcela del Río y a sus acciones realizadas, pudo recuperarlo incluso llegó al noticiario que dirigía en Televisa el periodista toluqueño Guillermo Ochoa, Hoy mismo, y gracias a esa presión, misteriosamente llegó un paquete a los Turismos México-Toluca, de ahí el aviso a Guillermo y Marcela, ella se presentó para recuperar una parte esencial de Hermilo.
Supe que después se fue a vivir a la ciudad de Cuernavaca hará cosa de 15 años, por carta, otra vez, le realicé la última entrevista para los dos, Marcela y su servidor, le envié 10 periódicos a su domicilio para que los leyera y por correo eléctrónico nos despedimos y quedamos, si viajaba a Cuernavaca, en buscarla pero ya no fue así.
Me queda el recuerdo de su inteligencia, de la sonrisa magnífica que siempre tuvo y de los poemas que escribió para un disco de la RCA Víctor sobre la interpretación de Hermilo y su voz en cada una de las Cuatro estaciones que escribió Vivaldi. Las líneas imborrables de su novela que me permitió conocer la ciencia ficción con inteligencia como Proceso a Faubritten. Salud Marcela, por allá nos encontraremos.
