Juegos Olímpicos de Invierno, una historia de unión cultural de naciones inclusive en guerra
Como antecedente de los juegos Olímpicos de Invierno debe mencionarse que la International Skating Union, creada en 1892, era en ese momento una de las pocas federaciones deportivas existentes. Sin duda se trataba de uno de los deportes más populares de Europa, así es que fue favorecido por la construcción de numerosos palacios de hielo en grandes capitales europeas, hay que tomar en cuenta la falta de instalaciones para su práctica en las tres primeras sedes de los Juegos Olímpicos, Atenas (1896), París (1900) y San Luis (1904), impidieron su inclusión en el programa olímpico, momento que por fin llegó con ocasión de los Juegos celebrados en Londres en 1908 (Chappelet, 2002: 5).
En los juegos celebrados en Estocolmo en 1912, volvieron a dejar nuevamente al patinaje fuera del programa olímpico. En este caso la decisión tuvo que ver solo con la voluntad del comité organizador sueco. Ahora bien, había una enorme popularidad de los deportes de invierno en la década de los años veinte, y se vio favorecida por la reintroducción del patinaje artístico en los Juegos Olímpicos celebrados en Amberes en 1920 y la programación por vez primera del hockey sobre hielo. Además se originaba ya un importante debate entre los miembros del Comité Olímpico partidarios de la creación de una edición de invierno de los Juegos Olímpicos y aquellos que se oponían. Así es que el 5 de junio de 1921, el Comité Olímpico reunido en Lausanne, presionado por los Comités olímpicos de Europa Central y Canadá acordó organizar unos Juegos de Invierno coincidiendo con la celebración de la VIII Olimpiada de la era moderna. Fue Francia quien resultará el país organizador de los Juegos de 1924 siendo la sede de la celebración de La Semaine Internationale des Sports d’hiver de Chamonix. La ciudad escogida, era sin ninguna duda uno de los lugares más famosos de la Europa Alpina y desde el siglo XIX una de las cunas del turismo de montaña.
El gran evento esperado se celebró entre los días 25 de enero y el 5 de febrero de 1924. En él 258 atletas de 17 países (Austria, Bélgica, Canadá, Estonia, Estados Unidos de América, Finlandia, Francia, Reino Unido, Hungría, Italia, Letonia, Noruega, Polonia, Suecia, Suiza, Checoslovaquia y Yugoslavia) participaron. Se incluyeron los deportes: esquí de fondo, saltos de Esquí, patinaje artístico, patinaje de velocidad, bobsleigh, hockey sobre hielo, además de la inclusión como deportes de demostración del curling y las patrullas militares (prueba que dio origen al biatlón). Ahora bien, si exceptuamos la ausencia del esquí alpino, y otras disciplinas que en aquel momento, aún no existían el esquí estilo libre y el snowboard, el programa de los Juegos Olímpicos de Invierno era el mismo que en la actualidad. Así es que a partir de este evento los Juegos Olímpicos de esta especialidad son un evento multideportivo que se celebra cada cuatro años bajo la supervisión y administración del Comité Olímpico Internacional. Incluye deportes de invierno tanto de hielo como de nieve. Otros como el luge, el patinaje de velocidad sobre pista corta, el curling o el esquí acrobático se han ido incorporando, mientras que algunos otros como el bandy han sido deportes de exhibición, pero nunca han sido incluidos definitivamente en unos Juegos. Entonces desde 1924 los juegos se celebraron con una periodicidad de cuatro años hasta que los de 1940 no pudieron celebrarse a causa de la Segunda Guerra Mundial. Los Juegos Olímpicos de Invierno se restauraron en SanktMoritz en 1948. Los juegos se continuaron celebrando cada cuatro años y coincidiendo con los de verano hasta la edición de Albertville en 1992 cuando el COI decidió que los juegos de verano e invierno se celebrarían en años diferentes. Desde la edición de Lillehammer en 1994 los juegos de verano y de invierno se celebran con dos años de diferencia. Desde sus comienzos de éstos han sufrido importantes cambios.
El crecimiento de la televisión como medio de comunicación global ha incrementado su difusión y se han aumentado los ingresos por derechos de televisión y publicidad. Estados Unidos ha sido el país que en más ocasiones ha organizado los juegos con un total de cuatro, Francia con tres ediciones y Japón, Italia, Suiza, Noruega y Austria con dos. Los Juegos Olímpicos de 2010 se celebraron en Vancouver, con lo que Canadá se unió al grupo de países que han acogido los juegos en dos ocasiones. La edición de 2014 se llevó a cabo en la ciudad de Sochi, es la primera vez que Rusia alberga unos juegos de esta categoría.
Llama la atención, los juegos en los que en 2018 con la bandera, blanca, los deportistas nor-y-sur-coreanos desfilaron en la inauguración de los XXIII Juegos Olímpicos de Invierno en PyeongChang (Corea del Sur), se ha logrado un respirar más calmado al sobresaltado mundo del año II de la era Trump. Ni la tensión por la participación de los deportistas rusos tras el escándalo del programa estatal de dopaje, ni el brote de coronavirus en los días previos a la inauguración, ni siquiera la primera participación del equipo de Nigeria en bobsleigh, ese trineo cohete que vuela a más de cien kilómetros por hora por una pista-tubería helada, nada ha podido eclipsar a los deportistas coreanos agitando la Bandera de la Unificación Coreana, la silueta de la península azul sobre un lienzo blanco, usada desde 1991 en varias ocasiones por los deportistas de los dos países para olvidar, durante los juegos, que ambos siguen en guerra desde mediados del pasado siglo. El mundo puede recordar, una vez más, que la paz forma parte del movimiento olímpico moderno desde su creación, como lo era de los juegos desde su origen. Recordemos entonces que la tregua olímpica (ekecheiria) fue creada por los reyes de Élide, Pisa y Esparta en el siglo noveno a.C, y suscrita después por el resto de polis. El inicio de la tregua era anunciado por tres mensajeros (spondophoroi) tocados por coronas de olivo que advertían de que ningún ejército podía entrar en la zona de Olimpia en los tres meses siguientes al anuncio de los juegos, so pena de ofender a Zeus, en cuyo honor se celebraban. El carácter religioso de los juegos era entonces de esa relevancia, y de hecho Teodosio I los prohibió en 394 como parte de la intensa lucha del imperio romano y cristiano contra el paganismo.
Es de resaltar que este desfile conjunto de las dos Coreas se ha producido por primera vez bajo el gobierno de Kim Jong-Un (en el poder desde 2011), y después de que el nuevo presidente surcoreano, Moon Jae-in (sustituto de la depuesta presidenta Park Geun-hye), haya dedicado parte de sus esfuerzos diplomáticos en los primeros seis meses en el cargo a tratar de destensar la relación con el hermano del norte. Después de dos años sin contactos al máximo nivel, este nuevo clima de distensión promovió la reunión de delegaciones de los dos países que en enero decidió, entre otras medidas, el desfile conjunto de las delegaciones olímpicas, impulsado desde el COI por su presidente, Thomas Bach, y el responsable de las relaciones con los comités olímpicos nacionales, el español Pere Miró. Así es que podemos recalcar que el deporte es instrumento de las relaciones internacionales, como cualquier otra manifestación cultural, resulta una obviedad: no hay muchos fenómenos sociales tan globales hoy como los deportivos. Ningún deportista concibe su actividad si no es compitiendo contra marcas, colegas y rivales de todo el mundo, demostrando su liderazgo contra todos o contra cualquiera. El deporte es hoy más que nunca competir contra otros y contra los otros. Y esa necesidad de competir con todos ha dilatado la diplomacia deportiva hasta convertirla en un espacio institucional más amplio incluso que las Naciones Unidas en 2018