LA ISLA DE HÉLICE (1895)
Pesimismo y denuncia en Verne
Ya hemos comentado como nuestro autor alberga sentimientos encontrados respecto a los avances tecnológicos. En la última etapa de su carrera, se acentuó la desconfianza hacia posibles perjuicios derivados de la tecnología así como el tono pesimista y de denuncia.
LA ISLA DE HÉLICE (1895)
Cuatro franceses (Sebastián Zorn, Frascolín, Yvernes y Pinchinat) que viajan a San Francisco, son desviados a Isla Normal. Se trata de una inmensa isla artificial diseñada para viajar por aguas del Océano Pacífico y en la cual sólo viven millonarios. Aunque parece un paraíso, en realidad está dividida en dos zonas: la mitad izquierda es dirigida por Jem Tankerdon y la otra mitad por Nat Coverley.
Maravillosa es la aproximación que realiza el autor, pues calcula que para el año 2072 seríamos en el mundo seis mil millones de habitantes. Esa cifra. La alcanzamos en el año 2000.
Hoy en día, me parece que se tienen proyectos de construir y lanzar al mar ciudades que naveguen por los océanos. ¿Adivinen quién lo imaginó primero?
Basado en la premisa de que llegará un día en que la Tierra quede pequeña para sus habitantes.
Seguimos maravillándonos, el autor imagina un edén, con la más alta tecnología, clima controlado, casas de aluminio, paredes transparentes, todo parece perfecto, pero al igual que en nuestra sociedad hoy en día, todo acaba por no ser más que un podrido nido de clasismo, ociosidad, banalidad y rencillas estúpidas.
La gran isla se divide en dos bandos, liderados por las dos familias más acaudaladas a bordo, tema que ya vimos en otras novelas como Los Quinientos Millones de la Begún. Todos estos millonarios, se abandonan a decadentes fiestas donde son atendidos por criados ciegos.
¿Podrá sobrevivir la Isla a la incapacidad de los antagonistas de llegar a un acuerdo?
Descúbranlo ustedes mismos.
Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
¿O no?