Martes con M de Mito: El hombre provee y la mujer mantiene
Este mito cada vez se va debilitando aún más, y no necesariamente se debe a que las personas tengan un mejor conocimiento de las finanzas personales o que sientan mejor y mayor empatía por sus parejas. No, más bien se debe a la situación actual, donde un sólo ingreso ya no alcanza para mantener a una familia. Aunque le diré que hay unas honrosas excepciones, e incluso usted mismo puede ser o conoce a algunas familias como la que conozco: un padre de familia, con su esposa, él trabaja en una empresa local y ella se queda en casa a atender a sus siete hijos. Sí leyó usted bien ¡7 hijos!
Pero bueno, dejemos ese caso que no trataremos en esta ocasión. Lo que nos atañe es que hoy, en México, las familias ya se componen nada más de dos hijos y cada vez va creciendo las familias con un solo hijo. A partir de la década de los 70 y 80 del siglo pasado las mujeres empezaron a incursionar en el mundo laboral. Obviamente la mujer ya trabajaba, pero la esfera era bastante reducida: puestos de maestras, secretarias y sirvientes principalmente; en horarios que les permitieran no descuidar las labores domésticas, es decir muchas de ellas salían de trabajar a las 2 de la tarde y así les permitía llegar a casa a continuar con el quehacer.
Pero la situación económica ha cambiado, de la mano con el empoderamiento femenino. La mayoría de las mujeres de las que acabo de escribir no manejaban automóvil, eran totalmente dependientes de que algún hombre, principalmente sus maridos las trasladaran en sus vehículos. No existían mujeres taxistas.
Está de más escribir, en este espacio, todo lo que la mujer ha logrado en estos poco más de 40 años, hoy la mayoría no sólo maneja, sino que son capaces de comprar sus propios automóviles; ya a nadie espanta que la mujer sea jefa de departamento en alguna empresa y que tenga a hombres a su cargo. Ahora se ha invertido –si se me permite el empleo de esa palabra– los roles de género; pues ya existen hombres maestros que están a cargo de grupos de kínder y preescolar cuando hace 40 años esas labores parecían estar tácitamente reservadas para el género femenino.
Hoy, ese mito parece quedar en pedazos, y válgame la expresión, porque, precisamente como pedazos esparcidos después de un gran choque, es que aún continúan esas ideas del pasado en algunos segmentos de la sociedad. Donde, si bien la mujer ya trabaja y obviamente aporta a la casa, todavía sigue sujeta a lo que diga el marido: ideas como las que no puede ganar más que su cónyuge, o donde se ve el ingreso femenino como un auxiliar o un extra al ingreso masculino; considerado como el ingreso fuerte, el pesado, el real.
En las ciudades cosmopolitas donde el nivel de vida suele ser de una mayor calidad, es donde ya se aprecia a la mujer como cabeza de familia: la mujer sale a trabajar mientras que el hombre se queda en casa haciendo las labores del hogar, llevando al hijo o a los hijos a la escuela. Pero como ya vimos en un artículo anterior, la sociedad no acepta el descanso y con esa idea errónea, es que el hombre le da pena decir que se queda en casa a hacer el quehacer (como si hacer el quehacer fuera descansar) y se escuda diciendo que trabaja en línea.
No debería de darle pena, pero bueno, un paso a la vez.