No pasa nada
Hoy recién he caído en la cuenta
que desde hace unos días –muchos quizás, no sé–
dejo destapados mis plumones,
las cortinas abiertas, el teléfono descolgado,
la cocina encendida y los postres a la intemperie.
Pero aparte de haber perdido algunas llamadas urgentes,
mis plumones no se han secado,
no me he resfriado
no se ha incendiado el departamento,
los dulces no se han llenado de hormigas.
Esto, para un solitario es bastante suerte doméstica,
o al menos, el colmo del no pasa nada.
Tal parece,
que cuidar las cosas equivale a destruirlas.