Padres hiperocupados

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Hay una imagen que se replica en cada sala de espera de los médicos pediatras: niños mirando su dispositivo móvil, madres enfrascadas en el suyo, y bebés tomando el pecho buscando la mirada de su madre (quien tiene los ojos pegados a su celular). ¿En qué momento los niños perdieron la curiosidad de jugar con sus pares? Tal vez fue en el momento que pusimos una tablet o celular en sus manos cada vez que estaban aburridos. Los niños de hoy juegan menos, tienen menos paciencia y se aburren con más facilidad. ¿Y qué estamos haciendo los padres actuales para atender la infancia de nuestros hijos?

La profesora y licenciada en Psicopedagogía Liliana González explica que los niños están creciendo solos, frente a una pantalla, cual niñera virtual. Los adultos estamos en una carrera desenfrenada hacia nuestras metas y en el camino quedan muchas veces nuestros hijos que esperan pacientemente a que tengamos tiempo para ellos.

Nuestros hijos se aburren y le damos la tablet. Tienen un berrinche a los 3 años y le damos el celular. Estamos trabajando y le ponemos dibujos animados. Estamos en una sala de espera y encendemos su juego favorito. Y así es como poco a poco nos deshacemos de esa responsabilidad de acompañar y entender su infancia. Los niños pequeños son extremadamente sensibles a las reacciones y a la reactividad de las interacciones sociales que llegan del mundo que los rodea.

Cuando los hijos nos miran, están buscando la nuestra. Necesitan nuestra aprobación, o algún gesto que les comunique algún mensaje. Cuando acostumbramos a nuestros hijos a que se calmen solos, o les respondemos sin mirarlos a los ojos y dejando nuestra vista clavada en el celular, les estamos haciendo un daño enorme. Nuestra sociedad actual tiene un déficit de acercamiento humano, paradójicamente en tiempos donde más conectados e informados estamos. La invasión de la tecnología en nuestras vidas nos ha alejado de la palabra, del acercamiento, de la comunicación básica. Cuando nuestros hijos nos llaman, debemos mirarlos a los ojos, hablar frente a frente, interactuar. Son acciones esenciales, que deben iniciarse desde el primer día de vida, pues no hacerlo puede traer serias consecuencias emocionales y conductuales en nuestros hijos.

Tenemos que salir a trabajar para traer el pan a casa. El tiempo alcanza cada vez menos, y en medio del trabajo, las actividades nuestras y de nuestros hijos, se pierde ese maravilloso espacio de conexión que nos da la posibilidad de conocernos más profundamente. No siempre tengo ganas de tirarme a la arena a construir castillos, tampoco soy una fanática de preparar comiditas de pasto y agua. Mucho menos soy una ingeniera de Lego, ni vestuarista de Barbie. Pero soy madre, y aunque muchas veces no tenga ganas de todo eso, mis hijos aprecian el momento en que dejo mi celular o mis tareas cotidianas y me avoco a la tarea del juego, libre, liberador y enriquecedor.

No lo saben, ni lo hacen consciente, pero los niños de hoy se sienten solos. Los adultos no siempre estamos allí para acompañarlos, entonces muchos recurren a lo que más están acostumbrados: su niñera virtual. La experta aconseja que para frenar esta epidemia de soledad infantil, comencemos por equilibrar los tiempos de afuera con los de adentro. Es decir, no necesariamente significa pasar más tiempo en casa, sino que significa estar cuando debemos estar. Y esto es, dejar el celular y leerles un cuento antes de dormir, hacer una obra de títeres, aunque sea improvisando uno, y hacer que ese tiempo que estamos en casa sea lo más productivo posible.

Todos tenemos que trabajar y responsabilidades que cumplir. Estamos cansados, agotados, y no hay mucho margen de energía para jugar con nuestros hijos. Pero vale la pena el esfuerzo, pues la retribución la veremos en su crecimiento. Jugar, estar presentes, mirar a los ojos, hablar y brindar otras opciones aparte del celular, hará que nuestros hijos tengan herramientas para afrontar la vida real. No nos ahoguemos arrastrados por la corriente que nos lleva. Ayudemos a nuestros hijos a desarrollar sus capacidades. Brindemos apoyo y contención, motivemos para que salgan a jugar, a hacer un deporte y leer. Pero no olvides que son reflejo de lo que hacemos; cuida tus acciones para cuidar la de tus hijos. Tu amor por ellos lo vale.