Padres simuladores
Lo he reiterado hasta el cansancio; todo comienza en casa. Es una realidad que ante el mundo acelerado y cada vez más digitalizado en el que vivimos, la necesidad de estar presentes en la vida de nuestros hijos, nunca ha sido tan crucial; pero hablamos de una presencia real, no simulada, no imaginaria, no acomodaticia para decir que hacemos, cuando los hechos nos muestran lo contrario.
Hoy no basta con proporcionarles lo esencial; es imperativo involucrarse activamente en su desarrollo académico, profesional, emocional, mental y social. La presencia de los padres es una piedra angular en la formación de seres humanos completos y felices, de lo contrario, corremos el riesgo de que nuestros hijos crezcan en un vacío de desconexión y mediocridad, sin una guía adecuada ni un apoyo real en sus vidas.
Quisiera decir que esto no sucede, pero miles de niños y jóvenes vivencian un abandono no reconocido que acaba por ponerles en riesgo, tal y como sucedió en la colonia La paz, en Puebla, donde Mariana N, una joven madre dejó solo a su bebe, quien posteriormente cayó de un segundo piso a la calle, porque la damita decidió irse de juerga con una amiga –afortunadamente ya fue vinculada a proceso–.
Sin dirección, sin orientación, sin una guía adecuada, los menores terminarán en un estado de apatía o desinterés, conformándose con el mínimo esfuerzo o cayendo fácilmente, en la trampa de la mediocridad, aceptando lo primero que le venga sin aspirar a algo más grande o mejor. Este fenómeno no sólo afecta su rendimiento académico, sino también su autoestima y su capacidad para enfrentar los desafíos de la vida.
Es crucial estar presentes en sus logros y fracasos, pues cuando celebramos sus triunfos, por pequeños que sean, no sólo se refuerza su autoestima, sino que también les enseña el valor del esfuerzo y la perseverancia.
Tomar a nuestros hijos en cuenta significa también estar atentos a sus intereses, preocupaciones y sentimientos, conocer lo que les apasiona, lo que les preocupa, lo que les despierta esa hambre por crecer. Cuando los padres no están disponibles para brindar esta orientación, la buscarán en otros lugares menos positivos, con resultados que difícilmente serán adecuados.
Cuando los padres se involucran genuinamente en la vida de sus hijos, están construyendo una base sólida para su bienestar emocional y su éxito futuro.
Y no confundamos, no se trata de ser una figura autoritaria o de imponer estándares, sino de ser un verdadero aliado en su proceso de crecimiento; desafortunadamente, muchos padres son permisivos al extremo, y parecieran estar conformes porque sus hijos agarran una chamba por el simple hecho de ser segura.
Otros tantos, reyes del bla bla bla, viven en la falacia de asumirse como padres extraordinarios, cuando nunca han estado, cuando prefieren a los amigos antes que a los hijos, cuando no aseguran siquiera que sus hijos, estando en casa, tengan que comer o quien les acerque un plato –normalmente abusando de los abuelos– cuando no saben en donde pasan tardes o noches o incluso cuando en lo económico, prefieren gastar en cosas no prioritarias.
Cuanta razón tenía Carl Jung cuando expresaba que los niños son educados por lo que el adulto es y no por su charla.
¿Por qué seguir simulando?
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