PARA LAS NIÑAS Y NIÑOS DE ANTIER
Para los que después estén, sepan que alguna vez aquí vivieron, jugaron, rondaron, niñas bonitas, chavos audaces que aquellas calles llenaron de juegos, de risas, de luz…
¿CRASH? Estalla en astillas un ventanal ¿Un genio del mal o un rayo fatal? No, un penalti mal tirado por inepto chaval.
¡Clank! Pega la tapa en el piso de tierra y sale disparada la moneda, vuelan las pompas de jabón, pero más alto vuela el papalotito que arañando a una nube a Dios quiere saludar.
Clink, clank, clank, en la bolsa del pantalón las canicas cantan su alegre son y la niña presurosa junto a la pileta de la vecindad jugando a la comidita con jarritos, y demás juguetitos de barro hace la comidita con más poesía que verdad.
Al caminar la tarde las niñas arrullan el corazón con sus rondas infantiles: a la víbora, víbora de la mar, a las estatuas de marfil… o latigueando a un lazo juegan a la mole, o brincando en su avión particular de tierra, uno, dos, tres, nunca terminan de jugar.
Llega el canastón que con una dona de trapo enredada que sostiene en la mollera el ciclista que evita que se caigan los manjares de trigo.
Refulgen las campechanas y las conchas, cuernos, bolillos y demás, que se van en un dos por tres.
Y vuelta a jugar. Una muñeca de trapo es arrullada por un querubín. Una pelota de esponja era suficiente para poner a correr a los zagales de antier.
El sudor llenaba el cuerpo y las risas rompían la tarde que unas nubes sangrientas iban ocultando poco a poco.
Y por fin, cuando el manto negro de la noche al barrio empezaba a tapar salía la voz de mamá llamando a merendar.
Para los que después estén, sepan que alguna vez aquí vivieron, jugaron, rondaron, niñas bonitas, chavos audaces, que aquellas calles llenaron de risas, de juegos… de luz.