Párrafos traslocados
Con las letras de don Poncho es fácil jugar, pues sus palabras son una serie de correrías por la vida que no tienen fin. En su libro anecdotario se descubren muchas de sus fortalezas… no sé si debo citar debilidades, pues el hombre es el estilo y él es un privilegiado, pues su estilo es reconocible por propios y extraños. Leyendo el libro Anecdotario me parece que ir de un título a otro de sus textos o de un párrafo sin seguir el de uno por uno en sentido de numeración, sino intercambiar párrafos de un texto a otro, puede darnos lecciones de cómo es que se escribe por el gozo de escribir. En su título La mano en el corazón, cito: Lo malo es que ya de viejo se pone uno sentimental, medio chillón, a veces díscolo y retobado, siempre indiscreto y claridoso. ¡De mí se han dicho tantas cosas! De esas que con el tiempo hieren, molestan, fastidian, aunque te las endilgan en plan elogioso y ditirámbico, que la verdad quisiera haber perdido hace mucho la memoria. No, hijo, no soy la octava maravilla del mundo, pero tampoco un simple yerbistrajo. Soy, simplemente, un modesto sabio anciano, pero cubierto más que de hojas, de leyendas, de mentiras y amargura. Pareciese su autobiografía. Tan sincero es en sus textos, en su narrativa que muchas veces está hablando el cronista o el biógrafo de la vida que humana como es, se reconoce en sus cualidades y sus defectos.
Saltar en sus párrafos en este libro o en el otro titulado El Plumaje del Mosco /Páginas autobiográficas, en los dos, se encuentra el summum de quien fue tantas cosas, tal y como lo fue José María Heredia y Heredia, o Ignacio Ramírez El Nigromante, y más aún Ignacio Manuel Altamirano, don Poncho no fue hombre de espada, en esa imagen de Jorge Luis Borges al compararse con sus antecesores de la familia. Terminó siendo hombre de la pluma y ya vemos cuantas fronteras derribó y cuantas más ganó con su literatura que es universal y no sólo Iberoamericana.
En El impostor de Tlacopa escribe el Mosco sabio y bueno: ¿Sabe usted que el Árbol de la Noche Triste, que vegeta, ya muy anciano, en la Calzada de Tacuba del D.F., resulta sospechoso de ser un impostor? Eso asegura y dice que, con los pelos pardos en la mano, el ilustre periodista, historiador y cronista de Naucalpan, don Ricardo Poery Cervantes, quien ha realizado profundas investigaciones al respecto. Este escrito del cronista municipal de Toluca es interesante derivado de la pasión con que Ricardo Poery, un hombre de una pieza, de inteligencia feroz y defensor de sus ideas por encima de todo. Un personaje del Valle de México con gran preparación y gallardía. Cuenta Sánchez García: Desde luego el noble vegetal no tiene culpa alguna si de verdad existe una suplantación, y el hecho en sí no debía preocuparnos, a menos que consideremos que la trascendente versión de Poery Cervantes indica que el verdadero, el auténtico, el único y real “Noche triste”, es el ahuehuete que ha vivido siempre, por la más natural de las razones, en el Cerro de los Remedios, Naucalpan. Recuerdo bien aquellos años de 1986 y 1987 cuando Poery Cervantes nos regalaba su libro a los que laborábamos en la Crónica Municipal del Estado de México, sólo para defender su versión y señalar que los que decían del árbol de Tlacopa estaban equivocados. Este tipo de temas es lo que hacía la convivencia en una etapa en que los cronistas lo eran de altos vuelos. El cronista verdadero se reconoce precisamente porque hace investigaciones que otros no hacen. O porque se fija en la actualidad con el ojo del científico de laboratorio que descubre una o varias peculiaridades en su comunidad, barrio o vecindad.
Mucho que estudiar con el cronista, escribe en otra parte, pues no hay duda de que don Poncho fue un enamorado de la vida, diría mejor, del amor, por eso cita en su libro donde relaciona al ser humano con plantas, árboles o vegetación de todo tipo, el título La hierba del amor y dice: La que hace dormir y soñar. La que excita. La que da alegría. La que cura o agrava el mal de amores. La que enloquece. La que hace insensible al dolor. La que envenena y mata. La que quita el dolor. Especial atención le mereció al cronista de la vida, de las cosas, de las plantas, de las palabras, precisamente la palabra Toloache, y en ella, que le sedujo tuvo motivos para estudiarla y encontrar a veces leyendas que él como cronista supo contar. Dice: Con estos encendidos elogios saludaba el brujo, encantador o ticitl del mundo nahua, a la tan mentada, pero tan poco conocida “Hierba del Diablo”, Toloacochi, Toloache o Nacazcul, de la que hoy en día sólo hablan las señoras —y hasta las señoronas— para atribuirle la ingrata virtud de “quitarle lo coscolino a los machotes mexicanos”, no importa que al final de cuentas los dejen en condiciones de no servir para el arado. Soy feliz de tener mi biblioteca particular de don Poncho, pues es una escuela que enseña a comprender la vida, a saber de la sociedad en todas sus vertientes, a comprender que se puede hablar de todo, como buen cronista que al venir la mañana se despierta para contar su sueño o pesadilla a la familia.
Don Poncho fue y es una escuela que nos enseña en sus sabias lecturas. Su literatura está llena de vegetales de todo tipo, por eso dice: … en tiempos en que alegres productos vegetales han recibido una grande y profusa publicidad, digamos los hongos de María Sabina y el peyote de Fernando Benítez. Lo que sucede es que en Toluca no hemos sabido vender la riqueza que en cultura a través de matlatzincas, otomíes, mazahuas, tlahuicas y nahuatlatos que pasando por aquí dejaron el asentamiento humano llamado Tollocan, Tolocan, Toluca o tierra del dios Tolotzin. Entonces nos acordamos de los hongos y el peyote, pero no estudiamos y difundimos buenamente el Toloche. Pensar que se niega pasado a Toluca, cuando la sola palabra, un Aleph, en todo su potencial que lo mismo se dice de una manera u otra y no se cansa uno de atender que la cultura que se aposentó en el Valle llamado de Toluca tuvo seguros señuelos que le hacen ser recodado también como el Valle del Matlatzinco. ¡Por algo será! diría el más viejito de la comunidad en este valle de lágrimas.
Puede uno viajar por sus párrafos y gozar en el deseo borgeano, en ese estilo que hipnotiza porque ha logrado decir con sencillez todo tipo de temas, sin retruécanos o grandilocuencias que los adolescentes tienden a señalar, para acusar que con esa manera de decir las cosas, hacen más difícil el entendimiento y sobre todo su gozo. Eso le sucedió en una ocasión en la Biblioteca Pública Central del Estado de México, ubicada en el Centro Cultural Mexiquense, a nuestro poeta muy querido Raúl Cáceres Carenzo; quien se sorprendió del señalamiento de un alumno de escuela secundaria que le expresó: ¿Por qué dice su poema con voz grandilocuente?… leía su poema al dios Tolo que es paradigma de cómo hacer poemas a dioses indígenas. En este caso le agradecíamos al poeta nacido en Yucatán, que fuera admirado en Toluca, su segunda patria. Aprender, siempre aprender, así decía don Poncho con su manera de vivir: estudiando y más estudiando al estilo y consejo de nuestra Décima Musa, Sor Juana Inés de la Cruz. Cita en su obra Anecdotario:
… Muy sencillo muchachos, que vamos a procurar que la siembra se haga escogiendo una de esas madrinas, de esos arbustos, para que cuiden al nuevo habitante. Porque el arbolito no va a necesitar eternamente esos cuidados. Los requiere únicamente cuando es pequeño, desvalido, inerme. Y si sembramos los arbolitos, cada uno junto a un manojo, como pilmamas, pronto tendremos otra vez un gran bosque que se cuidará solo y maternalmente atenderá a sus críos ¿Me entienden?. Magia del escritor, el que está sobre los géneros literarios pues él puede escribir de lo que quiera. Escritor que reúne en torno de sí razón y sinrazón, pensamiento científico y lo contrario; el que ve cosas y señala con palabras, o también, busca detrás de la cara lunar: para que la muy coqueta, la muy loca, no esconda sus secretos, que sólo nos hace intuir, pero no conocer.