¿Quién manda?
La vida pública nos da lecciones importantes, lo acontecido en el Poder Legislativo, en el sentido de reelegir como cabeza de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos a una persona que, con todo respeto, no tiene ni las calificaciones ni la experiencia ni la preparación y mucho menos, la actitud para encabezar dicha instancia, es muestra clara de cómo las personas renuncian a sí mismas por ceder ante los deseos de otros.
En la vida es fundamental aprender a tomar las riendas de nuestra propia existencia y no permitir que otros determinen nuestro camino, la independencia personal no sólo es una cuestión de libertad externa, sino también una actitud interna de respeto y valoración hacia uno mismo.
Tener la capacidad de decidir por nosotros mismos, sin la influencia de las expectativas ajenas, es clave para vivir de manera auténtica y satisfactoria; es claro que no se debe rechazar el consejo o el apoyo de los demás, pero sí, ser conscientes de que la última palabra sobre nuestras decisiones debe recaer en nosotros.
Lo que nuestros legisladores hicieron, es reflejo de la vida misma, en la que muchas ocasiones, las presiones sociales, familiares o laborales pueden intentar imponernos un rumbo que no necesariamente coincide con nuestros deseos o valores.
Es fácil caer en la trampa de querer complacer a los demás o seguir lo que se espera de nosotros, pero hacerlo, puede llevarnos a una vida insatisfecha y llena de arrepentimientos y no se trata de ser egoístas ni de desconsiderar a los demás, sino de reconocer que nuestros deseos, aspiraciones y necesidades tienen igual o más valor que los de cualquier otra persona.
Tener la independencia para decidir, también, implica desarrollar la capacidad de ser asertivos, lo que significa la habilidad de expresar nuestras ideas, sentimientos y deseos de manera clara y respetuosa, sin someterse a la voluntad de otros ni agresivamente imponer nuestra perspectiva.
Ser asertivos nos permite establecer límites, decir no, cuando es necesario y defender nuestras convicciones sin miedo al rechazo o la crítica. La asertividad es, en este sentido, una herramienta poderosa para lograr que nuestras decisiones y deseos sean respetados por los demás, sin que esto signifique caer en el autoritarismo o la imposición.
A veces, el temor al juicio o a la desaprobación puede llevarnos a dejar que otros tomen decisiones por nosotros, situación tristemente frecuente en todos los ámbitos de interacción, ¿Quién manda en nuestras vidas?
Ser claros en nuestros razonamientos: un colega, no es un amigo; no insistas con quien no se esfuerza por verte, y esto aplica incluso para familia; prioriza tu amor propio; elimina de tu vida a los envidiosos; no des el poder a los demás, de juzgar tu vida y ten claro que lo que piensen ellos, es su problema.
En la vida, de por si compleja, es esencial no dejarse ningunear por nada ni nadie; es vital recordar que merecemos respeto, y nuestra voz y nuestras elecciones deben ser escuchadas.
Sólo así podemos alcanzar una vida plena, en la que nuestras decisiones sean el reflejo de nuestra verdadera voluntad, recordemos lo que el pensamiento de Albert Einstein nos heredó: Los grandes espíritus siempre encontrarán la violenta oposición de las mentes mediocres.