Razón perdida
A lo largo de la historia, son innumerables los éxitos que la especia humana ha tenido; hemos sido capaces de heredar sociedades milenarias, hemos avanzado en la aplicación de conocimientos, hemos ganado terreno a la ignorancia, hemos llegado a la luna, hemos facilitado nuestra vida con inventos diversos.
Con todo eso encima, seguimos teniendo asignaturas pendientes que parecen paradigmas contradictorios; resulta sorprendente que ese mismo ser humano que ha logrado tantas cosas, sea capaz de matar a un semejante por cuestiones tan banales como una propiedad o un arrebato emocional; resulta inconcebible que ese mismo hombre o mujer, que ha legado sabiduría a las generaciones futuras, disfrute haciéndole el mal a otros. ¿Qué estamos dejando de hacer?
Algunos explican que muchos de los problemas derivan justamente de ese avance tecnológico, pues si bien ahora tenemos dispositivos que logran que establezcamos comunicación con personas de todo el mundo en tiempo real, también absorben tiempo y generan dependencias que a muchos les cuesta dejar.
Por otra parte, la cantidad de información que circula a través de los medios electrónicos y que resulta de fácil acceso, inconscientemente hace que la gente vea cosas que no tenía que ver y, por algún mecanismo de asimilación, aprende o imita conductas que se contraponen al sentido común.
Si a eso sumamos que en muchas casas, padres y madres delegan la responsabilidad del cuidado de los hijos a un teléfono celular o una tableta (nanas de tiempo completo), la suma de todos los factores resulta negativa.
Esto es una paradoja y nos debiese llevar a la búsqueda del famoso punto de equilibrio; o como decían nuestras abuelitas chocolateras, ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre. Es importante ser parte de la modernidad, pero también es menester seguir apostando a la razón como elemento indispensable para la vida en armonía.
Nada en la vida es malo, es más, creo que tendríamos que eliminar la idea de que las cosas son buenas o malas; esta visión de facto implica categorizar las conductas en dos extremos, dejando de lado todas las variables que afectan o modifican determinadas conductas. La visión tendría que ser con base en la pertinencia de las cosas; es más sano hablar de actos pertinentes o no pertinentes, porque en ese caso, estamos haciendo una lectura del contexto para tomar decisiones, siempre con un objetivo claro.
Desde el punto de vista psicológico, cargar con culpas puede ser un detonante para la irracionalidad; me siento tan mal conmigo mismo que en esa búsqueda por paliar o resolver los conflictos internos, asumo conductas defensivas que, usualmente, derivan del instinto y no de la razón.
Se trata, entonces, de encontrar mecanismos para una adecuada alineación entre pensamientos y acciones; procurar que aquello que pienso, tenga un enfoque adecuado y, en esa condición, favorezca resultados que no se contrapongan al derecho de los demás y eviten la generación de conflictos en todos sus niveles.
En nuestro mundo la razón está perdida, pero como lo explicaba Immanuel Kant, todo conocimiento comienza con nuestros sentidos, luego pasa por la comprensión y termina con la razón. No hay nada más elevado que la razón.
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