Respuesta a Sor Filotea de la Cruz

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Existen tantos textos que revisan la respuesta de Juana Inés a la ya famosa Sor Filotea de la Cruz (gracias a Sor Juana), quien firma su carta del 25 de noviembre de 1690, precisamente desde la Puebla de los Ángeles, con lo que menos hay duda, de que se trata del obispo Manuel Fernández de Santa Cruz. Dice don Carlos Elizondo al respecto en su libro Presencia de Sor Juana Inés en el siglo XXI, publicado por el Gobierno del Estado de México a través del Instituto Mexiquense de Cultura en el año de 2005: Dijimos que en calidad de prólogo a la Carta Atenagórica el obispo de Puebla publicó, el 25 de noviembre de 1690, una carta sinuosa, ambigua y contradictoria, bajo seudónimo de Sor Filotea de la Cruz, en la que empezó elogiando a Sor Juana Inés hasta ponerla en las nubes, para después hacerle reproches muy severos […] En su prólogo va pasando del elogio y la admiración a una amonestación cada vez más desagradable, y llega a decir que las letras humanas son esclavas de las divinas.

¿Cuáles son una y otras? Los Evangelios son sin duda el mensaje supremo de la humanidad, letras divinas por excelencia, que desde luego Sor Juana conocía de memoria. Lo acababa de demostrar al refutar al padre Vieyra, de modo que, el obispo, no tenía por qué decirle que los leyera. Pero en cuanto a las obras de teología, que en aquel tiempo se consideraban tan importantes, en la época actual no alcanzan el altísimo rango de los libros de Homero, Dante, Shakespeare o Cervantes que bien se pueden considerar obras divinas. En lo tocante a los filósofos, la Suma Teológica de Santo Tomás se apoya totalmente en los libros de Aristóteles, y los de san Agustín en los diálogos sublimes de Platón. En cuanto a los poetas, Fray Luis de León y San Juan de la Cruz, entre otros, ¿no tiene acaso una dimensión divina? Leer a los filósofos y a los poetas, ¿era ocuparse de cosas rateras? […] ¿Cuál es la verdadera intención del obispo poblando en todo eso? Cuando dice no ser un austero censor de los poemas que tanta celebridad habían dado a Sor Juana, está lanzando directamente una flecha contra el jesuita Núñez de Miranda, quien se oponía a que ella siguiera escribiendo sus versos negros, y cuando decide publicar la crítica del sermón de Vieyra, está lanzando una andanada de flechas contra el jesuita máximo Aguiar y Seijas, por su entrañable relación con el arrogante orador portugués.

Como se puede ver, la Carta Atenagórica tocó lo divino y lo profano, lo divino poniendo en su lugar lo que las Sagradas Escrituras y los tres Santos Padres de la Iglesia decían con respecto a las finezas de Cristo para con los hombres en la tierra, y por el otro lado, las profanas que son la expresión de lo mejor y lo peor del ser humano. Pues en ese campo lo mismo era atacar a Sor Juana Inés por su sabiduría, por su elocuencia y cultura tan profunda en muchos campos de la vida humana, que el atacar con la Carta Atenagórica, demostrándole a los que eran egresados o educadores y alumnos en la famosa Compañía de Jesús que su sabiduría era fama que una mujer —y peor aún— monja, les daba lección de sabiduría y elocuencia irrebatible en el tema de las Sagradas Escrituras y la vida de nuestro Señor Jesucristo. Todo un drama que si pensamos los siguientes cinco años de vida de la Décima Musa, han de ser tragedia que le lleve a su muerte durante la epidemia de tifo que embarga a la capital novohispana. Pues bien dice todavía sobre este tema don Carlos Elizondo: Al respecto, es importante mencionar que Fernández de Santa Cruz estaba enemistado con Aguiar y Seijas, porque lo privó de ser el arzobispo de México en 1683, cargo para el que Santa Cruz había sido inicialmente nominado. Y lo que hace en realidad es utilizar a Sor Juana en contra de los dos jesuitas, sin consultarla y que ella se percate de la intención, mientras el obispo de Puebla intenta ponerse al margen con el seudónimo de Sor Filotea.

Toda una obra que podríamos bien meterla en la dramaturgia, pues tiene todo lo que un drama de vida puede tener: sabiduría, humanismo, celos, envidia, rencores, odio, hipocresía, ingenuidad, maldad, honestidad, corrupción, filosofía, teología, etcétera. Al revisar la famosa Carta de Respuesta a Sor Filotea de la Cruz por parte de Juana Inés el análisis de nombres y hechos históricos que son su defensa, porque no lo hace ella para que el futuro próximo o lejano le reconozca. Ella bien sabe que ni la monja misma que es, puede decirse cómo ha sido o cómo es en verdad, pues al igual que Hanna Arendt, lo que busca es comprender, saber qué hace en este mundo, y si al saber que Dios le dio el bien de la inteligencia, pues ésta misma, debe ser utilizada en el leer y más leer, observar la vida y más observarla, para comprender quiénes son los seres humanos y qué cosa hacen en este mundo del siglo XVII. Drama y terror es lo que vemos en el contexto histórico en el que vive Sor Juana Inés, pues cita Don Carlos Elizondo: Claramente podemos advertir que Sor Juana está ya muy dolida y preocupada, al grado de que en una página de su Respuesta escribió: Yo no quiero ruido con el Santo Oficio. Pobre mujer viviendo décadas buscando no ser calumniada como lo hacían, difamada como lo reiteraban de dentro y de fuera de las lides religiosas o de la Corte. Ser favorita a tan temprana edad de las Virreinas le acarreó como entendemos numerosos enemigos, que nunca le perdonaron que su fama fuera creciendo y pasara las fronteras de la Nueva España, para ubicarla en el respeto de la intelectualidad en la capital del Imperio español, y dentro de la vida religiosa donde igual tenía amistades y enemigos acérrimos.

Pero sean las palabras de Sor Juana en la famosa Carta de Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, donde comienza diciendo: Muy ilustre Señora, mi Señora: no mi voluntad, mi poca salud y mi justo temor han suspendido tantos días mi respuesta. ¿Qué mucho si, al primer paso, encontraba para tropezar mi torpe pluma dos imposibles? El primero (y para mí el más riguroso) es saber responder a vuestra doctísima, discretísima, santísima y amorosísima carta. Y si veo que preguntando el Ángel de las Escuelas, Santo Tomás, de su silencio con Alberto Magno, su maestro, respondió que callaba porque nada sabía decir digno de Alberto, con cual mayor razón callaría, no como el Santo, de humildad, sino que en realidad es no saber algo digno de vos. De sus primeras palabras Juana Inés nos dará una lección de valentía insuperable, pues por encima de la lección que da el Santo, de no dar respuesta al maestro o a la autoridad, para no buscar más problemas, mejor es hacer de ignorante, a tener guerra con el superior en poder de castigo, que no en poder de inteligencia y sabiduría, Sor Juana decide responderle y darle a Sor Filotea de la Cruz una muestra de lo que ella había aprendido a lo largo de la vida: ¿por qué he de dar prueba de ignorancia ante el ignorante, sólo porque es autoridad sea en lo religioso que en la vida laica? Esta primera lección que da, es prueba del alto valor que tenía sobre sí misma y sobre su sexo, que ella había vivido una y otra vez como sojuzgamiento de ella misma y de sus contemporáneas tanto en la Corte, en la vida religiosa y en la vida de la sociedad en general.

Ella dice: El segundo imposible es saber agradeceros tan excesivo como no esperado favor, de dar a la prensa mis borrones: merced tan sin medida que aún se le pasara por alto a la esperanza más ambiciosa y al deseo más fantástico; y que ni aun como entre de razón pudiera caber en mis pensamientos; y en fin, de tal magnitud que no sólo no se puede estrechar a lo limitado de las voces, pero excede a la capacidad del agradecimiento, tanto por grande como por no esperado, que es lo que dijo Quintiliano: Minorem spei, maiorem benefacti gloriam pareunt. Y tal, que enmudecen al beneficiado. Se ve que en el siglo XVII tanto en España como en territorios de la Nueva España el uso del mismo método para dar respuesta era igual: comenzar elogiando para preparar el golpe que ha de destruir al adversario. Así lo hizo Sor Filotea, así lo hace Sor Juana.