Rodolfo Häsler

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Nace en 1958 en Santiago de Cuba y desde los diez años reside en Barcelona. Estudió Letras en la Universidad de Lausanne, Suiza. Tiene publicados los siguientes libros: Poemas de arena (Editorial E.R., Barcelona, 1982), Tratado de licantropía (Editorial Endymión, Madrid, 1988), Elleife (Editorial El Bardo, Barcelona, 1993 y Editorial Polibea, Madrid, 2018, premio Aula de Poesía de Barcelona), De la belleza del puro pensamiento (Editorial El Bardo, Barcelona, 1997, beca de la Oscar Cintas Foundation de Nueva York), Poemas de la rue de Zurich (Miguel Gómez Ediciones, Málaga, 2000), Paisaje, tiempo azul (Editorial Aldus, Ciudad de México, 2001),  Cabeza de ébano (Ediciones Igitur, Barcelona, 2007 y Ediciones El Quirófano, Guayaquil, 2014), Diario de la urraca (Huerga y Fierro Editores, Madrid, Editorial Mangos de Hacha, Ciudad de México, y Kálathos Ediciones, Caracas, 2013) y Lengua de lobo (Hiperión, Madrid, 2019, XII premio Internacional de poesía Claudio Rodríguez). 

Ha publicado la plaquette Mariposa y caballo (El Toro de Barro, Cuenca, 2002) y Cierta luz, Ediciones Mata Mata, Ciudad de Guatemala, 2010), así como Antología poética (Editorial Pequeña Venecia, Caracas, 2005) y Antología de Tenerife, Ediciones Idea, Las Palmas, 2007). 

Ha traducido la poesía completa de Novalis, los minirelatos de Franz Kafka y una selección de Anthologie secrète de Frankétienne. Es autor de la antología poética El festín de la flama de la poeta boliviana Blanca Wiethüchter

Selección de poemas 

**

que mi tintero es la hoguera 

                                                                        donde tengo que quemarme 

 

                                                                      Sor Juana

 

 

 

 

Una tarde, 

siguiendo el rastro de un espectro, 

entré en el museo, suelo ajedrezado y paredes carmín 

juegan con las sombras por las esquinas, 

me dijo, ¿dónde estuviste 

todo este tiempo? 

Iba de una sala a otra, de los simbolistas 

a la flor de cera de Redon 

sobre la que no pretendo dar explicaciones, 

el tallo azul ultramar,  

la flor crece visiblemente 

hasta invadir la estancia. 

Esta situación podría no existir, 

ser parte del mundo que hace mucho 

me atrapó. 

En el centro acecha la ansiedad, 

la visita al caparazón del erizo 

junto a una estrella de mar, 

una enredadera envuelve 

el recuerdo que impide el sueño, 

pétalos se abren en las marcas del pincel, 

la sala donde espío a Redon                                                                                             

es la espina del erizo que se hunde en la carne, 

una vida bárbara 

perdida en la amargura del espejo, 

y por consecuencia, 

despertar, despertar. 

 

 

 

**

 

La aparición de la sangre 

indica el daño, 

seguir con vida después del hundimiento, 

por supuesto, para poderlo contar, 

viene de lejos, 

un lugar verde y lluvioso 

donde el hierro es húmedo 

y las flores no tienen olor, 

vive tranquilo en un recodo, 

y su intención es borrar fronteras,  

no jurar, volver al regazo, 

se alimenta de la sopa boba,  

de la nada ninguneada, 

insiste en andar, seducido por el otro, 

jugándose a los dados  

el tacto olvidado,  

esfuerzo que se aleja en un suspiro, 

algunas palabras justas que crecen 

en lengua española, paternal alemán, 

excelente francés que usa cuando quiere, 

en un instante desaparece en el aire 

y una isla sigue a otras más lejanas, 

Azores, Flores, Terceira, Santa María, 

en la incierta nebulosa, sin alma, sin alma, 

nunca volver, aunque esté allí, 

nunca volver sin alterarse, azufre, estatua de sal  

por si mira atrás, 

ya se sabe, 

aunque vuelva, deja su acento atrás, 

su marca del nacimiento 

de delicada habladuría. 

 

 

 

 ** 

Insiste en acercarse a la bestia, 

hay que seducirla poco a poco, 

no debes tocarla, quema, 

abrasa la yema de los dedos, 

no bastan lágrimas, 

beberás su sangre, beberás la sangre 

de los sueños congelados, 

entra con un machete 

en la pulpa de la ansiedad, 

en el vientre, con ahínco, 

cepíllale la crisma, 

entre el pelo ralo y el ojo 

sentirás la dimensión del espanto. 

 

 

 

**  

Se despierta con una manzana de oro 

en la mano, los ojos entornados 

dejan ver que se trata 

de un hecho extraordinario, 

en la fisura de lo real, a veces 

te puede tocar, 

pero hay que saberlo sentir, 

día a día, con dedicación 

la manzana es pesada 

y deja un rastro de escozor 

como si fuera de arena 

o un narciso que late en el corazón, 

un geranio en un libro de Baudelaire, 

eso es, un deseo o una aspiración 

que por su densidad pudiera hundirte, 

desconoce el final, 

sólo confía en que los días transcurran 

junto a la fruta aparecida, 

un corte en la voz 

para enmudecer, o decir a medias 

si de repente se tercia, 

pero el objeto, de tan bello, 

es envidiado, 

y aunque invite a la caricia, 

es imposible hincarle el colmillo, 

corazón de semillas doradas, 

hacia qué lado emprender el camino, 

cómo consumir su carne 

y recibir la sanación. 

 

 

 

**

Abre una caja de bombones Läderach, 

los mismos que de niño devoraba, 

chocolatier suisse consuela de la pérdida, 

ese instante que golpea la mente 

permitiendo la disolución, 

un tiempo para saborear 

mientras el cacao se funde en la lengua, 

pistacho, almendra, miel, 

comentando los segundos  

de bienestar, miel de bosque 

domina la pérdida, 

un estuche blanco, rasgar la cartulina rugosa 

y descubrir el orden,  

miel, después mantequilla de Emmental, avellana, 

colores en crescendo, cereza del Ticino, 

más encarnado no hay, 

la identidad ligada a la elección, 

mastica un trecho de vida, 

uno, uno y después el siguiente, 

dice la madre, por venir de donde viene, 

la disolución en el placer 

provoca la enajenación, 

quizá iba para niño burgués,  

ciudadano de un vacío que se evade 

en cada mordisco, sin supervivencia, 

pequeño niño helvético 

perdido, perdido por el sabor 

del arándano, chocolatier suisse 

en cuyo envoltorio hay un verso de Rilke, 

insólito no seguir deseando los deseos, 

nuevo horizonte, sin definición,  

leve cacao, miel, praliné 

que atrapa el paladar 

hasta la perdición. 

 

 

 

** 

Observa a diario trabajar al pintor, 

el pincel barre el abismo, 

entra en un rectángulo morado, un refugio 

donde la mano busca lo intocado, 

bien al fondo, el centro de un color inalcanzable 

como el latido del corazón, 

recuerdo de la primera infancia 

en el taller, limaduras de cobre 

y polvo de esmalte guardado en frascos, 

tubos de colores que en los dedos

señalan lo que se ha ido cumpliendo,

el ala de una mariposa verde

cuyo peso no le permite volar,

los libros de arte, las fotos,

me invitan a seguir pasando páginas

del Masaccio, cada cuerpo un color

escondido en una cajita de pinceles chinos,

tesoros prohibidos como el tacto

de las telas, nudos, hilos sueltos

que hilvanan el amor,

y pensar que se quedó dormido,

qué hacer con el pétalo seco

que se pega a la garganta,

un consejo que aparece

en el color naranja, una casa junto al mar

y el bramido de las olas se fijan

al bastidor de un cuadro expresionista,

investiga, busca la grieta de la salida,

el ojo atento a un gran alumbramiento.