Teoría de la musa –fiebre–

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En el ritmo del vértigo

A veces, la poesía se vuelve

Una adicción a la adición a la adicción,

Como el número PI eterno

Que no sabe hablar

Es entonces cuando el poeta se olvida de esa estética que estorba

Y se dedica a echar al papel cuanta palabra le asome

Porque el canon le dice en lengua de señas  –para que nadie se entere–

Que la musa es el mismo cielo y mar dentro de uno, que sale en forma

De lágrimas ante esos espejos invisibles que nuestra

Niñez creó y que ahora necesitamos

Como aquella musa, que, encarnando, el, amor, en, una,

Categoría superior, se convierte en un respirador natural

Acaso para continuar caminando

Con la ilusión con los bolsillos bien cosidos y cocidos,

Y es ahí donde la musa, que también toma cualquier forma

Nos abraza en un beso de piel a piel entrando

En la profundidad

Del amor sin flores ni chocolates

Del amor

Como el arte de la almohada

Donde dos cuerpos se encuentran

Y se despellejan felices

Para vestirse nuevamente

Con otra piel

Así, las musas se multiplican, aparecen y se marchitan

Y suenan como despertadores

Suaves

Que nos dicen ante cualquier bendición

Mira lo que hizo con su hijo

Y nos empezamos a encriptar

Dichosos

De esa loca de la azotea

De esa

Imaginación donde no hay imposibles

Y con sed nos bebemos el mar

Y que regalamos en un beso

Por ejemplo, para que nunca más tengas sed

O te vuelvas tsunami o maremoto,

Quizá con un pestañear

Muy tuyo y que no conozco

O con la fuerza de un colibrí

Que tienes reservada para mí

En todos los abrazos

Con todos nuestros cuerpos que habitan en nosotros

Hasta que el sol continúe

Respirando,

Como una musa,

Antes de atacar.